“Jonatán, hijo mío, por ti tengo herido el corazón pues te quería tanto; tu amor era para mí, más dulce que el amor de las mujeres”. Sam 1:26.
El homosexualismo es tan viejo como la humanidad, es una falla de la naturaleza que también se equivoca; ha estado presente en todas las culturas, gremios, clases sociales y políticas, en las artes y las letras, y en todas las profesiones, en especial en la abogacía, la arquitectura y ciencias de la salud. David, el rey, figura emblemática de los cruzados religiosos, a quien se le atribuyen los salmos, que quizás tomó de las súplicas de Akenaton, el único faraón monoteísta de Egipto, parece haber tenido esta flaqueza si leemos bien el encabezado de esta columna. Jonatán hijo de Saúl, murió en combate con su padre. Tanto que hemos leído a Platón, tanto que admiramos a Da Vinci por sus calidades artísticas e ingenieriles irrepetibles, a Dalí por su brocha, y hemos olvidado, por fortuna, sus comportamientos atípicos. Durante la oscura edad media las desviaciones sexuales eran lo normal, incluso en el vaticano mismo, las orgías y malos procedimientos de los Borgias no se pueden tapar con las manos. Pero ahora, unos mojigatos hipócritas, con coraza de clérigos, salen a rasgarse las vestiduras porque una ministra tuvo el valor de anunciar su condición sexual y sus relaciones con otra ministra. Felipe Zuleta Lleras abandonó su esposa y su hija para irse a vivir con un hombre. Nadie dijo nada. ¿Quién recriminó al hijo de Virgilio Barco? A Gustavo Álvarez G lo medimos por su formación. De esas y esos hay muchos en el Congreso y quizás más ministros, ya se sabe pero estos no lo han reconocido. No pretendemos convertirnos en apologistas de estas taras genéticas, Incrustadas en todas las instituciones nacionales, sino, promover un debate claro sobre el respeto hacia la comunidad LGBTI, colombianos como nosotros, con los mismos derechos. No veo cual es la diferencia entre quienes no hayan salido del closet, aunque sepamos quienes son, y los que sí han osado hacerlo. Convivimos normalmente con los que se esconden ante la sociedad y rechazamos a los que dan la cara, esa es una doble moral. Esta es una realidad que no podemos tapar con posiciones religiosas en una falsa defensa de la familia. ¿Cuál familia? ¿La que asiste a los clubes y va a misa a comulgar o las que viven en las barriadas de la miseria? ¿Las que concentran el bienestar o las familias desplazadas?
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