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¿Qué pasa en la frontera?

Por Aquilino Cotes Zuleta

La frontera entre Venezuela y Colombia por la península de La Guajira, es un territorio disputado por mucha gente buena y mala, ratificando que cada frontera tiene su trajín.

Mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan aseguran que entre los “malos” y los “buenos” ocurren luchas antagónicas que hacen despertar la codicia de los malos y la reyerta de los buenos.

Sin embargo, el conflicto que se vive en Paraguachón (paso limítrofe entre Colombia y Venezuela) salpica a todos, incluido a los viajeros quienes padecen –en ocasiones- de vejámenes y abusos de los funcionarios de ambos países.

En “La Raya” (Paraguachón) puesto de control migratorio terrestre colombiano se “mueven”  muchos trances, especialmente el del dinero colombiano.  Pocos kilómetros más adelante, en el puesto de control venezolano: SAIME, también se “viven”  trances, pero con el bolívar.

A criterio de muchos viajeros colombos/venezolanos, aunque se tengan los papeles en regla, siempre hay que pagar pesos o bolívares extras para apurar el paso en zonas migratorias. Ningún pasajero que vaya de afán podrá cruzar si no paga 300 o 600 mil bolívares en territorio venezolano y hasta $200 mil en zona colombiana. Todo depende como esté “movida” la frontera y lo largo de las colas humanas. 

Por estos días de vacaciones en colegios y universidades, se ha incrementado el tránsito de personas  y a criterio de funcionarios que trabajan en dicha la frontera, no dan abasto para aligerar el paso y atribuyen la demora de los trámites a la lentitud de internet y a la falta de mejores equipos tecnológicos para verificar los datos del viajero. Lo otro es la falta de construcciones adecuadas para el albergue transitorio de los pasajeros.

Sin embargo, muchos viajeros opinan lo contrario: aseguran que la frontera está llena de “calanchines” o testaferros que sirven de intermediarios ilegales entre el particular y el funcionario público. Es decir, el que paga pasa rápido y sin problemas. El decir de los pasajeros es que  la corrupción  en la frontera ha “disparado” el número de “calanchines”. 

Lo otro es que lamoneda venezolana está por el suelo, un bolívar vale 0.067 centavos colombianos y el pronóstico de los especialistas apunta a que seguirá en baja, pero no se sabe hasta qué punto.

Les corresponde a las autoridades colombianas y venezolanas inspeccionar qué pasa en la frontera y tomar las medidas necesarias, para acabar con lo que a futuro se podría convertir en una inestabilidad política binacional, por culpa de los corruptos. Hasta la próxima semana.

 

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