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Opulencia en la pobreza

Renders del Centro Cultural de la Música Vallenata. FOTO/CORTESÍA.

En nuestras narices, sin el menor pudor, adjudicaron a las malas una obra que puede esperar, impopular por lo insensata, opulenta frente a tanta pobreza y necesidad, en medio de una pandemia, con empresas mineras grandes tocando retirada del Cesar dejando atrás más desempleo y desolación, con una economía campesina que pide apoyo a gritos y músicos inermes. 

Hay que decirlo, la adjudicación de la construcción del Centro Cultural de la Música Vallenata en este momento es una decisión que pone en tela de juicio el criterio de cómo se está orientando el desarrollo económico y social del departamento, contradiciendo principios de eficiencia, calidad y focalización del gasto con los que un economista –como lo es Monsalvo, creo- debería estar familiarizado.

Asumo que tampoco el gobernador y su equipo, así como los de Planeación Nacional, leyeron el informe de Cesore de febrero pasado sobre la pobreza en el Cesar durante los últimos ocho años, en el que se prueba que hoy continuamos con el mismo 51.7 % de población debajo de la línea de pobreza que teníamos en el 2012, lo cual nos ubica entre los siete departamentos más pobres de Colombia. 

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Se perdieron ocho años de inversión de nuestras regalías, porque si no son para mejorar la calidad de vida, generar empleo y desarrollo, ¿para qué son? 

Dolor de patria chica provoca esa decisión, que avasalla las aspiraciones de los cesarenses en una época de vacas flacas y deja por puertas aquellas prioridades más apremiantes (así, aunque suene a pleonasmo). ¿Qué pensarán nuestros queridos músicos, compositores y artistas que han sido los más afectados por esta pandemia y tardarán más tiempo en reactivarse? 

No creo que entregarles una ayuda en efectivo o en especie de vez en cuando sea su solución, cuando urge fijar para ellos en el departamento una renta básica mientras esto pasa, sin depender de los escasos auxilios del Mincultura.  De hecho, el beneficio directo que tendría el CCMV para los trabajadores de nuestra música se traduce en fomento y promoción, que es importante, pero es a largo plazo, no inmediato, y ellos necesitan comer ahora.

Los dineros con que se financiará esta obra le pertenecen a todos los cesarenses pues provienen de regalías directas que pasaron por el cedazo complaciente del Gobierno nacional. Entonces, si de realizar obras urgentes y de impacto se trataba, además de atender a nuestros músicos y compositores, para enumerar unas pocas se ha podido pensar en: la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales, PTAR, para recuperar el río Cesar; la reconversión de nuestra fuerza laboral afectada por el retiro de Prodeco y CNR; así como proyectos de infraestructura que ocupan mano intensiva de obra y profesionales locales en todos los municipios, en momentos que el desempleo en el Cesar clama al cielo. 

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¿Y los organismos de control en este episodio? Muy bien, gracias. La felonía para con la mínima decencia y respeto a la ley, al adjudicar una obra de $140 mil millones con un solo proponente, al menos debería ser motivo de una pesquisa para confirmar si es cierto el argumento pueril esgrimido por la Secretaría de Obras Públicas para justificar semejante ofensa a la ley de contratación: Que firmas reconocidas como Conconcreto, Constructora Colpatria, Coninsa Ramón H, HB Estructuras, etc., poseedoras de una mayor trayectoria y capital que la desconocida adjudicataria, parece que no se presentaron por dificultades económicas que atraviesan a raíz de la pandemia. ¡Habrase visto!

Resulta exótico excusar el requisito de la pluralidad de oferentes con el cuento de que se atendieron la mayoría de observaciones formuladas por posibles participantes, y que los mayores puntajes pueden subjetivos, sin más ni más.

Pueda ser que no nos quedemos con otro costoso vestido a medio hacer, después de ver tantos otros inconclusos confeccionados por el mismo sastre.

Por: Mauricio Pimiento

Categories: Cesar
Mauricio Pimiento Barrera: