A los seis años, tres meses y 28 días después de que partiera de la vida el hombre que a Mercedes Raquel Barcha Pardo, siendo muy joven le endulzó la vida con letras, ella fue en su búsqueda para no seguir escondida en las soledades del destino y poder llevarlo de la mano por el mundo del adiós eterno.
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En esa endulzada de frases que Gabriel García Márquez manejaba con maestría, le dijo una que la llevó al cielo, como aquella vez lo hizo con Remedios, la bella. “Te quiero no solo por cómo eres, sino como quien soy cuando estoy contigo. Te confieso que no tengo un instante sin pensar en ti, que todo cuando como y bebo tiene tu sabor, que la vida eres tú a toda hora y en todas partes. Que el gozo supremo de mi corazón sería morirme contigo”.
Mercedes, con su manera de ser noble y decidida, fue la artífice de la fantasía del libro ‘Cien años de soledad’, sabiendo conducir el barco del hogar mientras él se zambullía desde su cuarto en los capítulos de una historia que no tuvo un final feliz, pero para ellos si lo fue. Este sacrificio años después le permitió a Gabo obtener el Premio Nobel de Literatura, que se celebró en Estocolmo a ritmo de vallenatos.
No fue nada fácil la peripecia cuando la plata que se había reunido solamente alcanzó para seis meses, mientras el proceso de redacción del libro duró año y medio. Nunca faltó nada y de la fe combinada con la esperanza partió todo.
La elocuente declaración de Gabriel García Márquez dejó claro el papel que desempeñó su mujer. “Sin Mercedes no hubiera llegado a escribir el libro”.
La importancia en su momento también la ratificó Aída, hermana menor de Gabo, al expresar. “Lo que sí me consta, es que Gabito respira por el pulmón de Mercedes”.
UNA NOCHE EN CARTAGENA
La noche del 31 de marzo de 2010 fue memorable en Cartagena cuando se realizó el lanzamiento del 43° Festival de la Leyenda Vallenata, en homenaje al maestro Rafael Escalona.
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En esa ocasión al Palacio de la Inquisición habían sido invitados Gabo y Mercedes, pero él no pudo ir. Ella estuvo con unas amigas mexicanas y antes de comenzar el certamen en una charla informal hizo alusión al homenajeado. “Escalona fue un fiel amigo de Gabriel por sus canciones, especialmente ‘Elegía a Jaime Molina’ que es muy bella”. Esa fue una frase diciente para enmarcar el aprecio de dos hombres que tuvieron la sapiencia y el talento necesario para contar y cantar las historias nacidas en territorio macondiano, ese cuyo límite se inicia desde el corazón de un acordeón, siguiendo por los caminos de la inspiración de compositores, poetas y escritores, para terminar en ‘Cien años de soledad’, que es realmente un vallenato de 350 páginas.
Estando Mercedes en ese entorno contó que Gabo en México celebraba su cumpleaños cada seis de marzo, con el grupo ‘Guatapurí’ que integraban tres colombianos: el acordeonero Luis Aponte, el cajero Adonay Ortiz y el guacharaquero Raúl Ordóñez.
También señaló que en Colombia el acordeonero preferido era el Rey Vallenato, Julio Rojas Buendía, quien estuvo en muchas ocasiones en su casa interpretando canciones, especialmente de Rafael Escalona, Leandro Díaz, Alejo Durán, Emiliano Zuleta Baquero y Adolfo Pacheco, entre otros.
Mercedes contó una anécdota: “En una ocasión a Gabriel lo invitaron a una parranda y preguntó que sí iba a tocar Julio Rojas, asistía, o de lo contrario que no contaran con él”.
Sobre este hecho Julio Rojas habló en cierto momento de su cerrada amistad con Gabo, a quien no le cobraba por las parrandas, sin embargo Mercedes Barcha se las arreglaba para darle el dinero que el músico no quería recibir.
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“Nunca le cobraba, pero Mercedes quien era la que manejaba la plata, insistía en que me tenía que pagar. Una vez me metió la mano al bolsillo, y cuando estaba en la casa fue cuando me di cuenta de que me había dado tres millones de pesos, un platal en esa época”, recordó el acordeonero.
‘ELEGÍA A JAIME MOLINA’
En medio de la charla informal de aquel 31 de marzo, el presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, le preguntó a Mercedes sobre cuál era la canción que más le llamaba la atención a Gabo. Ella, sin inmutarse contestó: ‘Elegía a Jaime Molina’.
Tenía razón porque la noche del sábado dos de mayo de 1992 debajo de la tarima Francisco El Hombre de la Plaza Alfonso López de Valledupar, Gabriel García Márquez la cantó acompañado del acordeón del Rey Vallenato, Julián Rojas, quien comentó. “Ese fue un momento glorioso e inolvidable. Gabo, cantando vallenatos con una voz suave y melódica. Lo conocía como el mejor escritor, pero esa faceta me llamó mucho la atención”.
Mercedes, esa noche donde se presentaron los Reyes Vallenatos de 2009 y el grupo Pilón Cañaguate, contó algo del proceso que llevó a Gabo a ser escritor y fue cuando se la pasaba por los pueblos del Magdalena, Cesar y La Guajira, vendiendo enciclopedias y escuchando historias que después plasmó en varios de sus libros.
Al preguntarle con cuál de los libros de Gabriel García Márquez se quedaba, lo pensó varios segundos y después expresó algo que causó risas entre los presentes. “Esto está pasando al plano de una entrevista”. Sin embargo, no dejó en el aire la inquietud y respondió. “Naturalmente, ‘Cien años de soledad’, un hijo que tuvo un parto largo”.
Ese fue el hijo mayor de las letras colombianas que gracias a su amor y entrega al hombre a quien conoció a los trece años y con quien se casó en Barranquilla el 21 de marzo de 1958, se pudo lanzar con una edición de ocho mil ejemplares, y a la fecha tiene más de 50 millones de copias y ha sido traducido a 49 idiomas.
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Definitivamente, ‘Cien años de soledad’ es una parranda de letras que al sonar del acordeón se convirtieron en frases que le dieron la vuelta al mundo gracias a la magia de Macondo.
Mercedes, ‘La Gaba’, como era conocida, la mamá de Rodrigo y Gonzalo, una de las hijas célebres de Magangué, Bolívar, donde había nacido el seis de noviembre de 1932, partió de la vida como vivió, sin protagonismos, pero eso sí sabiendo que cumplió el mejor papel como esposa, madre, compañera y la que estuvo durante 56 años al lado del hombre que escribió: “Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede, y el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
POR: JUAN RINCÓN VANEGAS/EL PILÓN
@juanrinconv