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Cultura - 16 noviembre, 2021

Máximo ‘Cuatro’, el cantador de Tenerife y del Bajo Magdalena

Acaba de grabar once canciones pertenecientes al folclor del río Magdalena y al Canal del Dique, lo hizo con el apoyo de un grupo de músicos pertenecientes a Bananas, lo que considera un paso importante en su vida musical.

Fotografía de Máximo Cuatro.
Fotografía de Máximo Cuatro.
Boton Wpp

A Maximio Charris es usual verlo, yendo por las calles de Tenerife, saludando a quienes lo llaman ‘Cuatro’, apelativo que es producto de lo que sucedió cuando fue presentado a una persona de apellido Trespalacios. Él se identificó como Cuatro Charris, lo que explica riendo a carcajadas, señalando que si el apellido del recién conocido comenzaba con tres el suyo debía iniciar con el cuatro por ser un número superior. 

‘Cuatro’ Charris tiene como actividad productiva el ser aserrador, fabricante de corrales de madera para encerrar ganado vacuno, hacedor o arreglador de techos de paja, también es un destacado artesano, hace figuras de animales, vajillas y otros utensilios con totumas, así como tambores, guacharacas y maracas.   

Tras haberse mudado, hace algunos meses, desde el sector ‘El puyazo’ para el barrio Nueva Esperanza, busca hacer de su vivienda un museo donde mostrar su trabajo artesanal y objetos relacionados con la larga historia de Tenerife. Para materializar este proyecto busca ampliar su casa y ocupar parte de ella con la exposición. Es que su morada parece un parque ubicado en la plaza de un pueblo, todos saben dónde se ubica, incluyendo quienes no lo han visitado.   

Sin embargo, es su condición de cantador lo que le ha permitido, además de recorrer parte del país, destacarse como uno de los personajes de la antigua Villa, y del Bajo Magdalena, incluyendo al Canal del Dique. De su relación con el canto, de manera pública, recuerda que comenzó a los 9 años cuando una noche reemplazó a su padre, el cantador Rafael Charris.  

“Yo iba a las ruedas de baile con mi papá, y mientras él cantaba yo recogía botellas de ron caña vacías para venderlas. Hasta una noche que se emborrachó y algunas cantadoras como Marcelina y Eulogia Zapata, Iluminada Padilla Pineda, Basilia Toro, Esilda Hernández, me halaron para el centro de la rueda de baile diciéndome que, por ser hijo de Rafael Charris, debía cantar… 

Después de esa noche fue tanto el entusiasmo por cantar pajarito, zambapalo, son de negro y bullerengue, que hice una sociedad musical con el tamborero Mingo Miranda, que cuando le cantaba él retumbaba el tambor de tal manera que su sonido se podía confundir con el pujio (lloro) de un caimán oculto en una ciénaga entre taruyas y otra vegetación anfibia. Lo mismo sucedía cuando me enrolaba con el tamborero Julio Mejía, quien hacía sonar el llamador como la brisa que trae un huracán cuando atraviesa, a través del río, desde Bolívar para el Magdalena”. 

Este asegura que no solo canta los aires tradicionales de la subregión río, también algunas de otras zonas del Bajo Magdalena, como la tambora de Loba y parte del Magdalena Medio, la chalupa del Canal del Dique, además de la cumbia del Caribe colombiano. También se reconoce como un defensor de la tradicionalidad, por lo que critica la manera como las mujeres bailan, actualmente, pajarito en Tenerife, las que al hacerlo levantan las faldas como si fuera cumbia.  

“Antes se bailaba el pajarito levantando los brazos, como imitando el vuelo de las aves y brincando. Los bailes comenzaban en la noche y se extendían hasta altas horas de la mañana. Las mujeres terminaban con la bota pierna de la pantaleta sucia de tierra, del polvo que levantaban bailando. Mientras que los hombres pujaban del cansancio, como lo hace el barbul cuando es atrapado por una atarraya”.  

Maximio es un hombre enamorado de la vida, de la naturaleza, sus composiciones así lo muestran. Dice no ser capaz de cantarle a lo que es ficción, a lo que no ha vivido. En su última canción, ‘Reliquia de barro’, se muestra como un narrador de circunstancias relacionadas con tradiciones locales o regionales. En ella rememora que su abuela hacía la chicha en una ollita de barro, bebía en una totumita y su abuelo lo hacía en un jarro.  

Su estado civil es soltero y dispuesto, según él, a conquistar el corazón de mujeres habitantes en Tenerife y Plato, salvo que sean venezolanas porque cualquier día se marchan para su país. La última relación sentimental permanente duró hasta unos carnavales en los que debía participar en Barranquilla, lo ha hecho durante 24 años continuos, como cantador del grupo Tacumbé de Plato. 

“Sucedió que dos semanas antes de los carnavales yo le dije que me acompañara a esta fiesta en Barranquilla, me dijo que sí, pero dos días antes de irnos ella se mostró seria, guapa. Supe lo que pasaba cuando le pedí que se preparara para viajar, me respondió que no iba y que yo debía escoger entre los carnavales o ella. Recuerdo que le respondí que me quedaba con los carnavales, porque quien lo vivía era quien lo gozaba. Agarré el maletín, al que llamaba barriga de chivo, donde me había metido la ropa, incluyendo una mojada, y me fui… 

Salí a buscar una moto para encontrarme con los compañeros de Tacumbé, pasé por su casa y la vi, estaba en la puerta, miraba para todos lados buscándome, parecía un pitcher vigilando a corredores ubicados en primera y segunda base. Entonces, al pasar frente de ella, aproveché y le grité: chao bambino”. 

‘Cuatro’ no tiene hijos, lo que, además de no preocuparle, justifica indicando que con sus composiciones está dejando un legado a la humanidad.  Considera, también, que enseñándole a cantar a sus sobrinos cumple la función de padre. “Yo me siento feliz con lo que voy a dejar como historia, porque canto casi todos los aires del folclor”.  

Acaba de grabar once canciones pertenecientes al folclor del río Magdalena y al Canal del Dique, lo hizo con el apoyo de un grupo de músicos pertenecientes a Bananas, lo que considera un paso importante en su vida musical.  

Uno no sabe cuándo le llega el triunfo, pero lo que sí es cierto es que este no mira la edad para arribar. Yo soy un hombre de 64 años y espero cumplir hasta los 120 sin dejar de cantar. Ahora es cuando voy a comenzar a triunfar. Nunca fui al bachillerato, menos a la universidad, sin embargo, no me ha hecho falta para destacarme en la música, porque tengo todo lo que sé de ella en la cabeza. Fíjese cómo son las cosas, nunca he sido alumno, pero sí profesor de música”.  

Máximo Charris y Álvaro Rojano.

Una mañana, entre saludos a ‘Cuatro’, caminábamos por la calle del comercio de Tenerife; se detuvo y con rostro circunspecto señaló: “Le he dicho a mi familia que yo tengo un enemigo que siempre anda conmigo, y si muero él es el único culpable“. Debí tener el rostro sombrío cuando le pregunté que a quién se refería, respondiéndome: “El hambre”. 

 Por Álvaro Rojano Osorio.

Cultura
16 noviembre, 2021

Máximo ‘Cuatro’, el cantador de Tenerife y del Bajo Magdalena

Acaba de grabar once canciones pertenecientes al folclor del río Magdalena y al Canal del Dique, lo hizo con el apoyo de un grupo de músicos pertenecientes a Bananas, lo que considera un paso importante en su vida musical.


Fotografía de Máximo Cuatro.
Fotografía de Máximo Cuatro.
Boton Wpp

A Maximio Charris es usual verlo, yendo por las calles de Tenerife, saludando a quienes lo llaman ‘Cuatro’, apelativo que es producto de lo que sucedió cuando fue presentado a una persona de apellido Trespalacios. Él se identificó como Cuatro Charris, lo que explica riendo a carcajadas, señalando que si el apellido del recién conocido comenzaba con tres el suyo debía iniciar con el cuatro por ser un número superior. 

‘Cuatro’ Charris tiene como actividad productiva el ser aserrador, fabricante de corrales de madera para encerrar ganado vacuno, hacedor o arreglador de techos de paja, también es un destacado artesano, hace figuras de animales, vajillas y otros utensilios con totumas, así como tambores, guacharacas y maracas.   

Tras haberse mudado, hace algunos meses, desde el sector ‘El puyazo’ para el barrio Nueva Esperanza, busca hacer de su vivienda un museo donde mostrar su trabajo artesanal y objetos relacionados con la larga historia de Tenerife. Para materializar este proyecto busca ampliar su casa y ocupar parte de ella con la exposición. Es que su morada parece un parque ubicado en la plaza de un pueblo, todos saben dónde se ubica, incluyendo quienes no lo han visitado.   

Sin embargo, es su condición de cantador lo que le ha permitido, además de recorrer parte del país, destacarse como uno de los personajes de la antigua Villa, y del Bajo Magdalena, incluyendo al Canal del Dique. De su relación con el canto, de manera pública, recuerda que comenzó a los 9 años cuando una noche reemplazó a su padre, el cantador Rafael Charris.  

“Yo iba a las ruedas de baile con mi papá, y mientras él cantaba yo recogía botellas de ron caña vacías para venderlas. Hasta una noche que se emborrachó y algunas cantadoras como Marcelina y Eulogia Zapata, Iluminada Padilla Pineda, Basilia Toro, Esilda Hernández, me halaron para el centro de la rueda de baile diciéndome que, por ser hijo de Rafael Charris, debía cantar… 

Después de esa noche fue tanto el entusiasmo por cantar pajarito, zambapalo, son de negro y bullerengue, que hice una sociedad musical con el tamborero Mingo Miranda, que cuando le cantaba él retumbaba el tambor de tal manera que su sonido se podía confundir con el pujio (lloro) de un caimán oculto en una ciénaga entre taruyas y otra vegetación anfibia. Lo mismo sucedía cuando me enrolaba con el tamborero Julio Mejía, quien hacía sonar el llamador como la brisa que trae un huracán cuando atraviesa, a través del río, desde Bolívar para el Magdalena”. 

Este asegura que no solo canta los aires tradicionales de la subregión río, también algunas de otras zonas del Bajo Magdalena, como la tambora de Loba y parte del Magdalena Medio, la chalupa del Canal del Dique, además de la cumbia del Caribe colombiano. También se reconoce como un defensor de la tradicionalidad, por lo que critica la manera como las mujeres bailan, actualmente, pajarito en Tenerife, las que al hacerlo levantan las faldas como si fuera cumbia.  

“Antes se bailaba el pajarito levantando los brazos, como imitando el vuelo de las aves y brincando. Los bailes comenzaban en la noche y se extendían hasta altas horas de la mañana. Las mujeres terminaban con la bota pierna de la pantaleta sucia de tierra, del polvo que levantaban bailando. Mientras que los hombres pujaban del cansancio, como lo hace el barbul cuando es atrapado por una atarraya”.  

Maximio es un hombre enamorado de la vida, de la naturaleza, sus composiciones así lo muestran. Dice no ser capaz de cantarle a lo que es ficción, a lo que no ha vivido. En su última canción, ‘Reliquia de barro’, se muestra como un narrador de circunstancias relacionadas con tradiciones locales o regionales. En ella rememora que su abuela hacía la chicha en una ollita de barro, bebía en una totumita y su abuelo lo hacía en un jarro.  

Su estado civil es soltero y dispuesto, según él, a conquistar el corazón de mujeres habitantes en Tenerife y Plato, salvo que sean venezolanas porque cualquier día se marchan para su país. La última relación sentimental permanente duró hasta unos carnavales en los que debía participar en Barranquilla, lo ha hecho durante 24 años continuos, como cantador del grupo Tacumbé de Plato. 

“Sucedió que dos semanas antes de los carnavales yo le dije que me acompañara a esta fiesta en Barranquilla, me dijo que sí, pero dos días antes de irnos ella se mostró seria, guapa. Supe lo que pasaba cuando le pedí que se preparara para viajar, me respondió que no iba y que yo debía escoger entre los carnavales o ella. Recuerdo que le respondí que me quedaba con los carnavales, porque quien lo vivía era quien lo gozaba. Agarré el maletín, al que llamaba barriga de chivo, donde me había metido la ropa, incluyendo una mojada, y me fui… 

Salí a buscar una moto para encontrarme con los compañeros de Tacumbé, pasé por su casa y la vi, estaba en la puerta, miraba para todos lados buscándome, parecía un pitcher vigilando a corredores ubicados en primera y segunda base. Entonces, al pasar frente de ella, aproveché y le grité: chao bambino”. 

‘Cuatro’ no tiene hijos, lo que, además de no preocuparle, justifica indicando que con sus composiciones está dejando un legado a la humanidad.  Considera, también, que enseñándole a cantar a sus sobrinos cumple la función de padre. “Yo me siento feliz con lo que voy a dejar como historia, porque canto casi todos los aires del folclor”.  

Acaba de grabar once canciones pertenecientes al folclor del río Magdalena y al Canal del Dique, lo hizo con el apoyo de un grupo de músicos pertenecientes a Bananas, lo que considera un paso importante en su vida musical.  

Uno no sabe cuándo le llega el triunfo, pero lo que sí es cierto es que este no mira la edad para arribar. Yo soy un hombre de 64 años y espero cumplir hasta los 120 sin dejar de cantar. Ahora es cuando voy a comenzar a triunfar. Nunca fui al bachillerato, menos a la universidad, sin embargo, no me ha hecho falta para destacarme en la música, porque tengo todo lo que sé de ella en la cabeza. Fíjese cómo son las cosas, nunca he sido alumno, pero sí profesor de música”.  

Máximo Charris y Álvaro Rojano.

Una mañana, entre saludos a ‘Cuatro’, caminábamos por la calle del comercio de Tenerife; se detuvo y con rostro circunspecto señaló: “Le he dicho a mi familia que yo tengo un enemigo que siempre anda conmigo, y si muero él es el único culpable“. Debí tener el rostro sombrío cuando le pregunté que a quién se refería, respondiéndome: “El hambre”. 

 Por Álvaro Rojano Osorio.