En esta oportunidad, les comparto del maestro Leandro Díaz, una semblanza de uno de los compositores más sobresalientes de nuestro querido folclor, Tobías Enrique Pumarejo.
Hace pocos días, el 16 de mayo del corriente, y por este medio, dirigí un SOS, en especial, a los entes gubernamentales y culturales de Valledupar, así como a sus asesores. Y lo anterior, de momento, por no tener en cuenta, en sus reconocimientos, al patriarca de la composición vallenata, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, publicación que pueden leer en el siguiente enlace:
En esta oportunidad, les comparto del maestro Leandro Díaz, una semblanza de uno de los compositores más sobresalientes de nuestro querido folclor, Tobías Enrique Pumarejo.
En 1994, tuve la oportunidad de hacerle cinco entrevistas al maestro Leandro, cuatro presenciales en Hatonuevo y San Diego, y una telefónica. Estas conversaciones las realizamos en compañía de mi señora, Luz Helena Pumarejo.
Por ese entonces, laboraba en Intercor, La Mina, Cerrejón, Guajira, y en mis días de descanso, desde muy temprano nos dirigíamos hacia Urumita, en donde recogíamos al maestro Emiliano Zuleta Vaquero, “El Viejo” Mile, para en su compañía, desplazarnos hacia San Diego, donde nos esperaba el maestro Leandro Díaz.
Una vez en su casa, nos acomodábamos en la sombra de un frondoso árbol que se encontraba localizado en la parte central de su amplio patio, en donde en compañía del trinar de los pájaros cantores de la región, pasábamos de tres horas o un poco más, conversando, y yo grabando, de muchos temas en los que indistintamente se hablaba, ya sea de Tobías Pumarejo, del maestro Emiliano, del maestro Leandro Díaz o de otros maestros relevantes de la composición vallenata.
En esta oportunidad me referiré a lo que me contó el autor de “Matilde Lina, sobre Tobías Enrique, y de sus aportes a nuestro folclor. Dejando para otra oportunidad, lo que nos refirió de Pumarejo, “El Viejo” Mile.
El vallenato cuenta con un gran problema, que es de investigación. Justamente se habla del vallenato que está en vida. Resulta que antes no existía este calificativo en nuestro diccionario popular. Cuando nosotros nos hicimos músicos y compositores, los eventos sociales se hacían con banda de viento y no con acordeón, y el pueblo raso bailaba las colitas, las que se acompañaban con bombo, maracas, redoblante y violina.
A algunos fenómenos como Jorge Oñate, usted tiene que decirle, mira, estas eran las cosas que hacía Don Tobías. Por eso es importante lo que estamos hablando. Porque decir que la composición vallenata, como dice Diomedes en una canción: “Maestro Escalona, el padre de nuestro folclor”… Quise tenerlo cerca para cogerlo por el pescuezo. Usted no tiene autoridad para decir eso. Cuando Escalona nació ya el folclor estaba hecho. Él es un pilar, como lo somos muchos. Sino que confundimos folclor como la música, y folclor es todo. La cultura que hacemos, a veces no podemos escribirla, porque no somos novelistas. Usted me puede decir algo a través de la música y no pasa nada. Me lo dice de frente y le pego una pedrada. Como la controversia de “La gota fría”. Emiliano demoró ocho años peleando con Lorenzo Morales. El día que se vieron las caras, terminaron siendo amigos. Porque no había ofensa. Lo demás son puras pantomimas. Eso es lo bonito del folclor, de la música.
Tobías Enrique no solo fue el primer compositor de Valledupar, o el que le abrió las puertas al vallenato, sino que también fue el primero que incursionó como compositor independiente. Antes de Tobías, el compositor tenía que ser acordeonero. Él fue el que le abrió ese horizonte a la música nuestra. Eso nadie lo puede ocultar.
Cuando yo escuchaba esas canciones de Pumarejo y de Emiliano, me decía, ¿Cuándo seré amigos de ellos? Cuando llegué a Valledupar, me preocupé por ser sus amigos.
Afortunadamente, quedamos vivos unos cuantos de esa época. Entre ellos, Escalona, Emiliano, Don Toba, Armando Zabaleta, Chema Gómez y mi persona. Chema Gómez no escribió mucho, pero hizo muy buenas canciones y se hizo famoso. Armando Zabaleta, ahora vive en Barranquilla. Tiene un problemas de un brazo (párkinson). Yo tengo 66 años, soy de la edad de Gabito. Gabo me dijo, usted no salió más inteligente porque nació después que yo.
Tobías Pumarejo que fue el primer compositor que tuvo Valledupar, escogió al mejor cantante vallenato para darle “Las sábanas del diluvio”, Tomas Alfonso Zuleta Díaz, Poncho Zuleta. Yo le digo, Poncho, debes moderarte. Ahora gritas mucho. Deja de gritar tanto que se te va a reventar el bocón ese. Ahora para cantar tienes primero que echar un grito largo. Eso no está bien.
Don Toba, enamoraba a las mujeres en un caballo llamado “Alazanito”. Aunque tuvo varios caballos, pero ese era el que más le gustaba. Don Tobías estaba en Plato, y si le gustaba una mujer en San Ángel, allá iba a visitarla en caballo. Eso que esta tan lejos.
Tobías Enrique, es la lumbrera más hermosa que ha tenido nuestro valle. Cuando él nació, la música ya existía, pero nació, cuando él llegó… ¿Por qué razón? Los hombres cantaban versos por donde pasaban. Pero Tobías, para visitar una muchacha, se daba el gusto de ir a una distancia de kilómetros a caballo. Y a la hora que llegaba tenía amigos que lo esperaban y le invitaban a tomarse un trago. Pero siempre amó a un caballo, “El Alazanito”, y dejó recuerdos amorosos por todas partes.
Pumarejo se dio el lujo que no se han dado los millonarios del momento, porque tienen carros de cien millones de pesos, pero no tienen carreteras. Pero él se metía por todos lados. Y si el caballo no pasaba, se bajaba hasta salir del mal paso. Tobías también hizo una canción que se llama “Sabana sananjera”.
Él era así. Cuando Tobías Pumarejo andaba en sus travesuras, yo no era nadie. A mí nadie me conocía. Ni mi familia sabía quién era yo. Yo tuve una suerte como la de Don Toba, ya que nací en Lagunita de la Sierra, pero me críe en una finca llamada “Los Pajonales”. No hay personas de Hatonuevo que no conozca esa finca. Allí me crie. Había unos muchachos de apellido Ortiz, que cuando quería me traían al pueblo en el anca de una mula, y yo venía todo el camino cantando. En el vallenato puro, Don Tobías ha sido el más afectado, porque él no lo hacía con interés, y eso lo aprovecharon muchos. A Tobías Enrique y a mí se nos han perdido muchas canciones. Yo creo que él no se ha tomado una botella de ron a costillas de las regalías. No creo, porque su música la canta todo el mundo, y él después de sus conquistas, sus corrales de ganado, tuvo muchas aventuras, cuando a las mujeres había que enamorarlas con versos. Ahora no se usa eso. Ese era Tobías.
Una vez en las fiestas de La Virgen del Carmen en Hatonuevo, año 1940, escuché a la banda de El Molino tocar a “El Alazanito”, ya que antes no se parrandeaba sin una banda ¿Y los pobres? a bailar las colitas. Era una época que tildaban a la gente como de su círculo, por parrandear con el populacho, porque eso lo mesuraban. Pero Pumarejo, se perdía de la casa a bailar colitas. Cuando eso, lo que ahora se conoce como vallenato, era la peor música de Colombia. A mí también me tocó duro. Por ese entonces, Tobías Pumarejo, ya vivía en El Copey.
Yo conocí la historia de Don Toba a través de Armando Zabaleta, porque Armando vivió con Don Tobías, y compartió con él, en El Copey y en El Molino.
Otra persona que también conoce a Tobías es Luis Enrique Martínez, por lo que le grabó un buen número de sus composiciones. La debilidad de Don Toba es Tito, su hermano. Y Luis Enrique se hizo amigo de los dos. Él era muy parrandero, quizás más que el mismo Tobías. Luis Enrique se ha bebido todo el trago de la licorera, y le ha faltado. Ha bebido hasta chirrinche.
Maestro, disculpe, cómo supo usted que el tema “Mala suerte”, que grabó Guillermo Buitrago en acetato no comercial, ¿era de Pumarejo?
Porque yo identifico los compositores. Esta letra no puede ser de Buitrago, porque él está muy joven para eso. Yo la escuché en discos cuando estaba joven. La cantaba Guillermo Buitrago, y decía: “/Mala suerte es querer a una mujer/ que no valora el amor cuando es sincero/ a Dios le pido me mate este querer/ es en vano olvidarla, ya no puedo//”. “Mala suerte” me gustaba mucho. Como también había otro tema de Tobías Pumarejo, “Mí potrerito”. Así dice su letra: “/En una noche en mi potrerito/ estando solo me canto el pio pio/ tengo miedo de estar solito/ y una morena le pido a Dios/…//”.
A Don Toba le encantaba una mujer morena, la que quería con locura. Esos cantos me los enseñó Antonio Brahín. Él toca guitarra y con él me los aprendí. Él trabaja aquí conmigo. Ese es un canto bello, bellísimo.
El problema con los discos de 78 RPM es que se rompían con facilidad, y era muy difícil de conseguirlos. Yo tuve muchos discos. En Hatonuevo, había un señor que se llamaba Rafael Ocampo. El trajo la mejor discoteca que hubo por estos lados. Contaba con mucha música. Discos raros. El picó se lo montaban en el hombro, y mientras caminaban con él, el disco iba sonando. El disco que sonaba era “Mala suerte”.
Lo que quiero dejar claro, es que Don Tobías compuso esa canción con mucho sentimiento. Porque ese era Tobías Enrique. Enamoraba a las morenas más hermosas. Rara es la que no cayó en sus brazos.
Emiliano, que es una historia viviente, no recuerda cuántas canciones compuso. Imagínese usted a aquellas personas que no dejaron documentos… ¿Cuántos de esos cantos no se han perdido?
Por mi parte, yo no grabo una canción inédita que me gusta a mí, primero la tiro y me la parrandeo, porque mucha gente no sabe el motivo por el que se hace la canción. Cuando todo el mundo la ha escuchado, la grabo, porque hay casos en los que hay que luchar mucho y rescatarlas lleva un tiempo valioso. Ayer me encontraba preocupado, porque no me querían dejar venir. Me vine de Valledupar, porque yo tenía que cumplir con ustedes. Esta es una oportunidad que no se debe dejar pasar. Estas cosas son muy importantes.
Yo supe de Tobías, por un tío que trabajó tirando pico y pala en la construcción de la carretera de Riohacha a Valledupar. Mi tío cantaba las canciones de Pumarejo. Y yo preguntaba, qué quién era el autor de esos temas. De Tobías Pumarejo también escuche “Las sabanas del diluvio”, que tocó la banda de música de Urumita, cuyo director era el viejo Julián García. Esta canción me pareció genial.
Otro amigo que solía darme información de Don Toba fue Alfonso Cotes. Ya que ellos fueron amigos. Alfonso cantaba sus canciones con guitarra. No había parranda sin él. Era muy familiar. Fue el protagonista de la novela de Escalona. Él quería mucho a Manaure, y así aprendí yo a conocer a Don Tobías. Sobre todo, cuando me hice amigo de Luis Enrique Martínez, el mejor testigo viviente que tenemos. Con el que grabó muchas canciones. Un tema de Luis Enrique, que me encantó sobremanera, fue “Las Flores copeyanas”. Esta canción la escuché en Urumita en 1954. En esa oportunidad me dije, ahí está pintado Tobías Enrique. Ahora no se sabe ni quien canta una cosa o la otra. No se sabe quién es quién. Antes usted escuchaba una canción, y decía, el que canta es Alejo. Este otro es “El Pollo Vallenato”. Cada uno tenía su estilo. Y los seguidores lo obligaban a uno buscar el suyo. Hoy al comercio le conviene es que graben del uno y del otro. Nosotros tuvimos esa suerte que todo lo hacíamos en vivo. Cada uno era una figura. Yo me puedo desaparecer mañana del mundo y allí quedan las fotografías. Nuestros nietos pueden heredar en la generación suya o en la cuarta generación. De Tobías en cualquier momento sale un muchacho con su talento. Porque son cuestiones congénitas y hereditarias.
Yo quiero decirle a Pumarejo, que aún me acuerdo de él. En la canción “La muerte de Morales”, le dediqué la siguiente estrofa: “/A varios vallenatos le he preguntado por Tobías/ ninguno me ha dado cuenta donde vive, donde está (bis)/ será que un nuevo cariño no lo deja cantar/ o será que los años robaron sus alegrías (bis)//”.
Y ya para despedirme, le envió a Tobías Pumarejo un saludo primaveral, donde se inspiró en las sabanas del Diluvio y de Camperucho.
Esta fue el relato sobre la figura de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, que conservaba en su memoria el maestro Leandro Díaz, con quien compartió muchos momentos, uno de ellos en Valledupar, contado por Pumarejo. Así como otros más, también en el Valle, referidos por el maestro Alberto Fernández, encuentros que se dieron, primero, en “El Rey de los Bares”, y posteriormente, en el café “La Bolsa”. Lugares que los viernes compartían, entre otros, con Rafael Escalona, Emiliano Zuleta Baquero, Lorenzo Morales, Colacho
Mendoza y Poncho Cotes.
Además de su capacidad para contar sus vivencias, debemos resaltar en el maestro Leandro, su claridad sobre el desconocimiento que reina en las nuevas generaciones de intérpretes y de compositores, extensivo a nuestros entes gubernamentales, culturales y a sus asesores.
Y recuerden que, en mora de reconocimientos, no sólo se encuentra la figura de Tobías Enrique Pumarejo, sino de otras tantas personalidades de nuestra música vallenata, inexplicablemente, también olvidadas. Sólo esperamos su prontas reivindicaciones ¡Que así sea!
Por: Ricardo López Solano
En esta oportunidad, les comparto del maestro Leandro Díaz, una semblanza de uno de los compositores más sobresalientes de nuestro querido folclor, Tobías Enrique Pumarejo.
Hace pocos días, el 16 de mayo del corriente, y por este medio, dirigí un SOS, en especial, a los entes gubernamentales y culturales de Valledupar, así como a sus asesores. Y lo anterior, de momento, por no tener en cuenta, en sus reconocimientos, al patriarca de la composición vallenata, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, publicación que pueden leer en el siguiente enlace:
En esta oportunidad, les comparto del maestro Leandro Díaz, una semblanza de uno de los compositores más sobresalientes de nuestro querido folclor, Tobías Enrique Pumarejo.
En 1994, tuve la oportunidad de hacerle cinco entrevistas al maestro Leandro, cuatro presenciales en Hatonuevo y San Diego, y una telefónica. Estas conversaciones las realizamos en compañía de mi señora, Luz Helena Pumarejo.
Por ese entonces, laboraba en Intercor, La Mina, Cerrejón, Guajira, y en mis días de descanso, desde muy temprano nos dirigíamos hacia Urumita, en donde recogíamos al maestro Emiliano Zuleta Vaquero, “El Viejo” Mile, para en su compañía, desplazarnos hacia San Diego, donde nos esperaba el maestro Leandro Díaz.
Una vez en su casa, nos acomodábamos en la sombra de un frondoso árbol que se encontraba localizado en la parte central de su amplio patio, en donde en compañía del trinar de los pájaros cantores de la región, pasábamos de tres horas o un poco más, conversando, y yo grabando, de muchos temas en los que indistintamente se hablaba, ya sea de Tobías Pumarejo, del maestro Emiliano, del maestro Leandro Díaz o de otros maestros relevantes de la composición vallenata.
En esta oportunidad me referiré a lo que me contó el autor de “Matilde Lina, sobre Tobías Enrique, y de sus aportes a nuestro folclor. Dejando para otra oportunidad, lo que nos refirió de Pumarejo, “El Viejo” Mile.
El vallenato cuenta con un gran problema, que es de investigación. Justamente se habla del vallenato que está en vida. Resulta que antes no existía este calificativo en nuestro diccionario popular. Cuando nosotros nos hicimos músicos y compositores, los eventos sociales se hacían con banda de viento y no con acordeón, y el pueblo raso bailaba las colitas, las que se acompañaban con bombo, maracas, redoblante y violina.
A algunos fenómenos como Jorge Oñate, usted tiene que decirle, mira, estas eran las cosas que hacía Don Tobías. Por eso es importante lo que estamos hablando. Porque decir que la composición vallenata, como dice Diomedes en una canción: “Maestro Escalona, el padre de nuestro folclor”… Quise tenerlo cerca para cogerlo por el pescuezo. Usted no tiene autoridad para decir eso. Cuando Escalona nació ya el folclor estaba hecho. Él es un pilar, como lo somos muchos. Sino que confundimos folclor como la música, y folclor es todo. La cultura que hacemos, a veces no podemos escribirla, porque no somos novelistas. Usted me puede decir algo a través de la música y no pasa nada. Me lo dice de frente y le pego una pedrada. Como la controversia de “La gota fría”. Emiliano demoró ocho años peleando con Lorenzo Morales. El día que se vieron las caras, terminaron siendo amigos. Porque no había ofensa. Lo demás son puras pantomimas. Eso es lo bonito del folclor, de la música.
Tobías Enrique no solo fue el primer compositor de Valledupar, o el que le abrió las puertas al vallenato, sino que también fue el primero que incursionó como compositor independiente. Antes de Tobías, el compositor tenía que ser acordeonero. Él fue el que le abrió ese horizonte a la música nuestra. Eso nadie lo puede ocultar.
Cuando yo escuchaba esas canciones de Pumarejo y de Emiliano, me decía, ¿Cuándo seré amigos de ellos? Cuando llegué a Valledupar, me preocupé por ser sus amigos.
Afortunadamente, quedamos vivos unos cuantos de esa época. Entre ellos, Escalona, Emiliano, Don Toba, Armando Zabaleta, Chema Gómez y mi persona. Chema Gómez no escribió mucho, pero hizo muy buenas canciones y se hizo famoso. Armando Zabaleta, ahora vive en Barranquilla. Tiene un problemas de un brazo (párkinson). Yo tengo 66 años, soy de la edad de Gabito. Gabo me dijo, usted no salió más inteligente porque nació después que yo.
Tobías Pumarejo que fue el primer compositor que tuvo Valledupar, escogió al mejor cantante vallenato para darle “Las sábanas del diluvio”, Tomas Alfonso Zuleta Díaz, Poncho Zuleta. Yo le digo, Poncho, debes moderarte. Ahora gritas mucho. Deja de gritar tanto que se te va a reventar el bocón ese. Ahora para cantar tienes primero que echar un grito largo. Eso no está bien.
Don Toba, enamoraba a las mujeres en un caballo llamado “Alazanito”. Aunque tuvo varios caballos, pero ese era el que más le gustaba. Don Tobías estaba en Plato, y si le gustaba una mujer en San Ángel, allá iba a visitarla en caballo. Eso que esta tan lejos.
Tobías Enrique, es la lumbrera más hermosa que ha tenido nuestro valle. Cuando él nació, la música ya existía, pero nació, cuando él llegó… ¿Por qué razón? Los hombres cantaban versos por donde pasaban. Pero Tobías, para visitar una muchacha, se daba el gusto de ir a una distancia de kilómetros a caballo. Y a la hora que llegaba tenía amigos que lo esperaban y le invitaban a tomarse un trago. Pero siempre amó a un caballo, “El Alazanito”, y dejó recuerdos amorosos por todas partes.
Pumarejo se dio el lujo que no se han dado los millonarios del momento, porque tienen carros de cien millones de pesos, pero no tienen carreteras. Pero él se metía por todos lados. Y si el caballo no pasaba, se bajaba hasta salir del mal paso. Tobías también hizo una canción que se llama “Sabana sananjera”.
Él era así. Cuando Tobías Pumarejo andaba en sus travesuras, yo no era nadie. A mí nadie me conocía. Ni mi familia sabía quién era yo. Yo tuve una suerte como la de Don Toba, ya que nací en Lagunita de la Sierra, pero me críe en una finca llamada “Los Pajonales”. No hay personas de Hatonuevo que no conozca esa finca. Allí me crie. Había unos muchachos de apellido Ortiz, que cuando quería me traían al pueblo en el anca de una mula, y yo venía todo el camino cantando. En el vallenato puro, Don Tobías ha sido el más afectado, porque él no lo hacía con interés, y eso lo aprovecharon muchos. A Tobías Enrique y a mí se nos han perdido muchas canciones. Yo creo que él no se ha tomado una botella de ron a costillas de las regalías. No creo, porque su música la canta todo el mundo, y él después de sus conquistas, sus corrales de ganado, tuvo muchas aventuras, cuando a las mujeres había que enamorarlas con versos. Ahora no se usa eso. Ese era Tobías.
Una vez en las fiestas de La Virgen del Carmen en Hatonuevo, año 1940, escuché a la banda de El Molino tocar a “El Alazanito”, ya que antes no se parrandeaba sin una banda ¿Y los pobres? a bailar las colitas. Era una época que tildaban a la gente como de su círculo, por parrandear con el populacho, porque eso lo mesuraban. Pero Pumarejo, se perdía de la casa a bailar colitas. Cuando eso, lo que ahora se conoce como vallenato, era la peor música de Colombia. A mí también me tocó duro. Por ese entonces, Tobías Pumarejo, ya vivía en El Copey.
Yo conocí la historia de Don Toba a través de Armando Zabaleta, porque Armando vivió con Don Tobías, y compartió con él, en El Copey y en El Molino.
Otra persona que también conoce a Tobías es Luis Enrique Martínez, por lo que le grabó un buen número de sus composiciones. La debilidad de Don Toba es Tito, su hermano. Y Luis Enrique se hizo amigo de los dos. Él era muy parrandero, quizás más que el mismo Tobías. Luis Enrique se ha bebido todo el trago de la licorera, y le ha faltado. Ha bebido hasta chirrinche.
Maestro, disculpe, cómo supo usted que el tema “Mala suerte”, que grabó Guillermo Buitrago en acetato no comercial, ¿era de Pumarejo?
Porque yo identifico los compositores. Esta letra no puede ser de Buitrago, porque él está muy joven para eso. Yo la escuché en discos cuando estaba joven. La cantaba Guillermo Buitrago, y decía: “/Mala suerte es querer a una mujer/ que no valora el amor cuando es sincero/ a Dios le pido me mate este querer/ es en vano olvidarla, ya no puedo//”. “Mala suerte” me gustaba mucho. Como también había otro tema de Tobías Pumarejo, “Mí potrerito”. Así dice su letra: “/En una noche en mi potrerito/ estando solo me canto el pio pio/ tengo miedo de estar solito/ y una morena le pido a Dios/…//”.
A Don Toba le encantaba una mujer morena, la que quería con locura. Esos cantos me los enseñó Antonio Brahín. Él toca guitarra y con él me los aprendí. Él trabaja aquí conmigo. Ese es un canto bello, bellísimo.
El problema con los discos de 78 RPM es que se rompían con facilidad, y era muy difícil de conseguirlos. Yo tuve muchos discos. En Hatonuevo, había un señor que se llamaba Rafael Ocampo. El trajo la mejor discoteca que hubo por estos lados. Contaba con mucha música. Discos raros. El picó se lo montaban en el hombro, y mientras caminaban con él, el disco iba sonando. El disco que sonaba era “Mala suerte”.
Lo que quiero dejar claro, es que Don Tobías compuso esa canción con mucho sentimiento. Porque ese era Tobías Enrique. Enamoraba a las morenas más hermosas. Rara es la que no cayó en sus brazos.
Emiliano, que es una historia viviente, no recuerda cuántas canciones compuso. Imagínese usted a aquellas personas que no dejaron documentos… ¿Cuántos de esos cantos no se han perdido?
Por mi parte, yo no grabo una canción inédita que me gusta a mí, primero la tiro y me la parrandeo, porque mucha gente no sabe el motivo por el que se hace la canción. Cuando todo el mundo la ha escuchado, la grabo, porque hay casos en los que hay que luchar mucho y rescatarlas lleva un tiempo valioso. Ayer me encontraba preocupado, porque no me querían dejar venir. Me vine de Valledupar, porque yo tenía que cumplir con ustedes. Esta es una oportunidad que no se debe dejar pasar. Estas cosas son muy importantes.
Yo supe de Tobías, por un tío que trabajó tirando pico y pala en la construcción de la carretera de Riohacha a Valledupar. Mi tío cantaba las canciones de Pumarejo. Y yo preguntaba, qué quién era el autor de esos temas. De Tobías Pumarejo también escuche “Las sabanas del diluvio”, que tocó la banda de música de Urumita, cuyo director era el viejo Julián García. Esta canción me pareció genial.
Otro amigo que solía darme información de Don Toba fue Alfonso Cotes. Ya que ellos fueron amigos. Alfonso cantaba sus canciones con guitarra. No había parranda sin él. Era muy familiar. Fue el protagonista de la novela de Escalona. Él quería mucho a Manaure, y así aprendí yo a conocer a Don Tobías. Sobre todo, cuando me hice amigo de Luis Enrique Martínez, el mejor testigo viviente que tenemos. Con el que grabó muchas canciones. Un tema de Luis Enrique, que me encantó sobremanera, fue “Las Flores copeyanas”. Esta canción la escuché en Urumita en 1954. En esa oportunidad me dije, ahí está pintado Tobías Enrique. Ahora no se sabe ni quien canta una cosa o la otra. No se sabe quién es quién. Antes usted escuchaba una canción, y decía, el que canta es Alejo. Este otro es “El Pollo Vallenato”. Cada uno tenía su estilo. Y los seguidores lo obligaban a uno buscar el suyo. Hoy al comercio le conviene es que graben del uno y del otro. Nosotros tuvimos esa suerte que todo lo hacíamos en vivo. Cada uno era una figura. Yo me puedo desaparecer mañana del mundo y allí quedan las fotografías. Nuestros nietos pueden heredar en la generación suya o en la cuarta generación. De Tobías en cualquier momento sale un muchacho con su talento. Porque son cuestiones congénitas y hereditarias.
Yo quiero decirle a Pumarejo, que aún me acuerdo de él. En la canción “La muerte de Morales”, le dediqué la siguiente estrofa: “/A varios vallenatos le he preguntado por Tobías/ ninguno me ha dado cuenta donde vive, donde está (bis)/ será que un nuevo cariño no lo deja cantar/ o será que los años robaron sus alegrías (bis)//”.
Y ya para despedirme, le envió a Tobías Pumarejo un saludo primaveral, donde se inspiró en las sabanas del Diluvio y de Camperucho.
Esta fue el relato sobre la figura de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, que conservaba en su memoria el maestro Leandro Díaz, con quien compartió muchos momentos, uno de ellos en Valledupar, contado por Pumarejo. Así como otros más, también en el Valle, referidos por el maestro Alberto Fernández, encuentros que se dieron, primero, en “El Rey de los Bares”, y posteriormente, en el café “La Bolsa”. Lugares que los viernes compartían, entre otros, con Rafael Escalona, Emiliano Zuleta Baquero, Lorenzo Morales, Colacho
Mendoza y Poncho Cotes.
Además de su capacidad para contar sus vivencias, debemos resaltar en el maestro Leandro, su claridad sobre el desconocimiento que reina en las nuevas generaciones de intérpretes y de compositores, extensivo a nuestros entes gubernamentales, culturales y a sus asesores.
Y recuerden que, en mora de reconocimientos, no sólo se encuentra la figura de Tobías Enrique Pumarejo, sino de otras tantas personalidades de nuestra música vallenata, inexplicablemente, también olvidadas. Sólo esperamos su prontas reivindicaciones ¡Que así sea!
Por: Ricardo López Solano