Sostiene nuestro nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en una columna titulada ‘Abelito Villa, Escalona y Cía’ publicada en su espacio periodístico La Jirafa, en El Heraldo de Barranquilla, y reproducida en El Tiempo en 1993, que “quien haya tratado de cerca a los juglares del Magdalena (Grande) que son muchos después de Enrique Martínez, Miguel Canales y Emiliano Zuleta podrá salirme fiador en la afirmación de que no hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda a un episodio cierto de la vida real, a una experiencia del autor. Un juglar del río Cesar no canta porque sí, no cuando le viene en gana, sino cuando siente el apremio de hacerlo después de haber sido estimulado por un hecho real. Exactamente como el verdadero poeta. Exactamente como los juglares de la mejor estirpe medieval”.
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Un episodio de la vida real y una experiencia del autor es la canción ‘La Varita de Caña’, hecha un éxito musical por el Guillermo Buitrago en la década del cuarenta del siglo pasado. Cuando cantó la canción era el más importante intérprete de lo que se ha llamado música vallenata y de la que en Ciénaga llaman son cienaguero.
Pero Buitrago no fue el primero en grabarla, antes lo hizo el trio musical compuesto por Gustavo Rada, en el canto, José María Peñaranda, en la guitarra, y Mario Narváez en la dulzaina y la guacharaca. Según Julio Oñate (2013) fue una grabación no comercial hecha en la Casa de los Discos del Che Granados en Barranquilla.
Rafael Camacho Sánchez nació en Rosario de Chengue, Magdalena, en 1907, y siendo aún joven se fue a Bálsamo, Magdalena, donde se enamoró y después se casó con Santos Palacin, con la que tuvo tres hijos. Tras enviudar se unió sentimentalmente con una sobrina de la fallecida, Marcelina Movilla Támara, madre de los acordeoneros Martín y Donaldo.
La escuela musical de Camacho fue la de los hermanos Porfirio y César Támara Bermúdez, eran sus vecinos y tenían acordeones donde aprendió a tocar. Porfirio influyó en la vida musical de Abel Antonio Villa, mientras César, además de acordeonista, fue compositor y una de sus canciones, ‘La negra, mi comadre’, o ‘La hija de mi comadre’ fue grabada por Guillermo Buitrago.
El docente e historiador Arnobis de Agua es el albacea que designó Rafael Camacho, antes de morir, para la guarda de cuatro documentos, tres de ellos relacionados con la historia de la canción, el otro es la transcripción de la canción.
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Asegura el investigador balsamero que la historia narrada en estos documentos fue estampada en un cuaderno con el puño y letra de Camacho, la que procedo a copiar de manera textual: Corría el año 1936, Joaquín García acompañaba a Lorenzo Ariza, venían de la finca de Los Caballos hacia Bálsamo. Al pasar por la finca Montería decidió Joaco cortar una vara de caña de azúcar de los tantos que había en un sembrado de propiedad de Juan Reales. Cuando este llegó (a su finca) le preguntó a un transeúnte que pasaba que a quiénes había encontrado en el camino comiendo caña y la persona le dijo…
El 26 de mayo se casaba Sandiego Reales, hija de Juan Reales, con José de Jesús Cantillo, y después del matrimonio, durante el festejo, Juan se había tomado unos tragos y dispuso ir en busca de Joaquín para hacerle el reclamo por la vara de caña. Lo encontró en una parranda, allí discutieron y se retaron. Joaquín, una vez apaciguada la discusión, resolvió mejor irse a su casa donde se acostó en una hamaca. Juan también salió para su casa, pero no para acostarse sino a buscar un cuchillo el cual se camufló en la pretina del pantalón. Resolvió nuevamente ir en busca de su contrincante y Leovigildo Carrillo, que se había dado cuenta de las intenciones de Juan, corrió a la casa de Joaquín y le avisó que estuviera alerta que iban a matar
Joaquín, se levantó de la hamaca y tomó un revolver en sus manos el cual disparó dos ves contra la humanidad de Juan Reales, que ya había penetrado donde se encontraba Joaco. Los dos tiros no fueron suficientes para que cayera y Joaquín tuvo la serenidad de empujarlo. Minutos más tarde Joaquín mandó a una persona donde Atenogenes de Agua para que le prestara el caballo “Pa toa las fiestas”, montó en él y se dirigió hacia la cabecera municipal (Pedraza) a dar parte de las autoridades sobre lo sucedido.
Poco tiempo después Joaco quedó libre de culpabilidad.
La letra de la canción es la siguiente:
Yo no sé lo que me pasa
Óyeme Juaco que ninguno se imagine
Por una varita de caña, mira, me arrancas la vida
Mis hijos quedaron solos
Que maldita mala hora arrebátame miserable
Porque yo tengo valor pà revolcarme en mi sangre
Coro:
Nada más tengo tres pepas
Esta es cosa que me arde,
Arrematame por Dios, arrematame miserable.
Yo no sé lo que me pasa
Mira lo que me ha pasado
Que en la reja de Santa Marta
Dejé mis cantos colgados.
Yo no sé lo que me pase
Mira lo que me ha pasado
Que la vida de Juan costó cinco centavos.
Según la tradición oral, Joaco fue absuelto de todo cargo, y se mudó de Bálsamo, mientras que de Juan aún se comenta que, de haber cometido este asesinato, era el segundo en su vida. Por el primero pagó una condena de diez años y fue al regresar cuando sucedieron los hechos que motivaron a Camacho a componer la canción.
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Rafael Camacho, ajeno a cualquier interés por los derechos de autor de la canción, lo que era común pues lo que importaba era que fuera cantada, más aún si lo hacía Buitrago, no la registró. Tras la muerte del cantor cienaguero, en 1949, la canción fue registrada por Crescencio Salcedo.
Gabriel García Márquez afirma en la columna que cito al principio que Crescencio Salcedo para entonces era el “Lutero del Vallenato”, lo que justifica señalando: “De ascendencia guajira, este compositor que es además yerbatero, como se dice no ha querido aceptar matrícula en la cofradía y es un músico suelto a quien sus colegas no reconocen méritos ni dan tregua de ninguna índole”. Indica, además, que este es el autor de ‘La Varita de Caña’ y ‘Mi Cafetal’, suficientes méritos para ser un protestante responsable.
Este mismo columnista hace una manifestación reveladora de lo que sucedía con la autoría de Crescencio Salcedo sobre La Varita de Caña. “Pero alguien me dijo, alguien que se vio sometido después a las represalias de Abelito Villa, que Crescencio Salcedo es el autor nada menos que de ‘La Varita de Caña’ y ‘El Cafetal’”.
Abel Antonio conocía de primera mano que Salcedo no era el autor de la primera canción, lo sabía porque fue él, según Martín Tamara, hijo del compositor, quien le se la hizo conocer a Buitrago.
Buitrago reelaboró la canción y de los versos primigenios mantuvo la mención de la varita de caña y el nombre de Joaco. El verso con mayor relación con la canción original es el siguiente:
Porque Joaco se creía (Bis) Que el toro era de renombre (Bis) Por una varita e caña, óyeme Juaco Ay pues, yo también soy hombre.
El cantante y compositor de la música vallenata, Hugo Guzmán, asegura que el compositor de la letra de esta canción fue Joaquín Palacín, quien, también era originario de Bálsamo. Joaquín, quien además de escribano del pueblo, era poeta, decimero, intérprete del acordeón, señalaba que su cómplice de parrandas y de la vida, Rafita Camacho, era el autor de la melodía. Recordaba Palacín que fue el guitarrista y compositor cienaguero, Esteban Montaño, quien conoció la canción y se la entregó a Guillermo Buitrago.
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Pese a que Buitrago reelaboró la canción y como sostiene Edgardo ‘El Chichi’ Caballero, le introdujo versos cienagueros, esta no dejó de ser un relato de un episodio trágico y cierto de la vida real:
Tú dices que no te quiero(bis) Porque no te he dado nada (bis) Acuérdate la paliza, oye negra Que te di esta madrugada.
POR: ÁLVARO ROJANO / EL PILÓN