El libro ‘Vivir se llama la aventura’ narra la vida del jurista vallenato Aroldo Quiroz, expresidente de la Corte Suprema de Justicia. En diálogo con EL PILÓN presenta la obra lanzada hace algunos meses.
El 6 de noviembre de 1985, durante la sangrienta toma y retoma del Palacio de Justicia que dejó cerca de 100 personas muertas, entre ellas magistrados, militares, policías, civiles y guerrilleros, un estudiante vallenato de cuarto semestre de Derecho se salvó de morir. Gracias a que su jefe de entonces lo llamó y le impidió que se marchara a la biblioteca del Palacio, porque “tenían un voluminoso expediente por revisar”, el joven oriundo de Valledupar no quedó en medio del fuego cruzado entre guerrilleros del M-19 y militares.
Aquel escuálido universitario era Aroldo Quiroz Monsalvo, el mismo que 37 años después sí pudo ingresar al recinto, pero esta vez para presidir la Corte Suprema de Justicia. Justamente, el viernes 12 de agosto de 2022, el presidente Petro –quien hacía parte del M-19 para la época de la toma guerrillera- lo visitó en su despacho.
Ese episodio marcó la vida de Quiroz Monsalvo a tal punto que abre el primer capítulo del libro ‘Vivir se llama la aventura’, obra que lanzó al mundo literario en marzo, escrita por JJ Junieles, y que presentó a EL PILÓN.
“El nombre viene un poco del proceso que me ha tocado vivir, de las grandes dificultades que me ha tocado superar, de los obstáculos que he encontrado y que lo he convertido en oportunidades, entonces ha sido como una aventura todo este proceso por el cual yo he tratado; salir de la ciudad de Valledupar con la posibilidad de salir adelante con mucho esfuerzo ya que mi familia dependía económicamente de mí en el sentido de que yo estaba trabajando aquí cuando estaba terminando mi bachillerato e irme para Bogotá eran dos cosas con la cual contribuir: primero mi sostenimiento en Bogotá y parte de mi salario mandarlo aquí para que mi familia sobreviviera, por lo tanto yo le decía a JJ (escritor) eso era una aventura y creo que esa aventura fue una aventura muy hermosa, una aventura que ha culminado con la posibilidad de que este personaje haya podido llegar a cumplir el sueño del cual te hablaba de poder llegar a ser magistrado de un alta corte en Bogotá”, expresa Quiroz.
El libro trata de establecer la infancia, adolescencia y todo sobre la carrera profesional del jurista que entregó la presidencia de la Corte el pasado 10 de abril de 2024 tras cumplir su periodo constitucional.
“El libro por supuesto no es una biografía plana sino una crónica de la vida del personaje que con tanto esfuerzo pudo llegar a ser presidente de la Corte después de los siete años que había trabajado, o sea, 50 años después llega a ser presidente”, señala Quiroz.
En el primer capítulo de ‘Vivir se llama la aventura’, Junieles y Quiroz narran ese triste episodio de la historia colombiano, antes de darle paso, en el capítulo 2, a recuerdos del viejo Valledupar, en especial del tradicional barrio Cañahuate. “Yo nací en un cuarto aquí en la carrera octava con calle 14 y allí mis abuelos tenían una casa que la vendieron hace mucho tiempo y en uno de esos cuartos vivía mi mamá, porque mi papá era conductor”, recordando Quiroz que la misma casa donde funciona hoy EL PILÓN “era la casa de los Quiroz en aquella época”.
“Mi papá comenzó como conductor porque le tocó abandonar el colegio al quinto de primaria, no pudo seguir estudiando porque mi abuelo abandonó a mi abuela”, recuerda Quiroz.
A pesar que la obra utiliza un aparte de la canción ‘Dios no me deja’ de Leandro Díaz como preámbulo a este segundo capítulo porque –asegura Quiroz- nació en las mismas condiciones que el juglar de Hatonuevo, La Guajira, el libro “no es un libro que muestra tristeza de un personaje que ha vivido en la pobreza y que creció en esa pobreza y que luego salió adelante, sino que el libro lo que muestra es la alegría de un personaje”.
Aroldo Quiroz Monsalvo no solo narra su historia de superación, sino que también refleja el amor y el apoyo incondicional que recibió de sus padres, lo que le permitió enfrentar los desafíos de su infancia y juventud. En el tercer capítulo, Quiroz relata la influencia positiva de su padre, quien, a pesar de las limitaciones económicas, siempre mostró alegría y amor hacia su familia. Este entorno familiar le brindó la fortaleza necesaria para buscar una educación de calidad, lo que lo llevó a inscribirse en colegios privados a pesar de las dificultades.
El cuarto capítulo se centra en su formación académica, destacando la importancia de su primera profesora, Delia, y cómo sus enseñanzas lo marcaron en su camino educativo. En este punto también recuerda al profesor César Mendoza, del Ateneo El Rosario, a quien profesa gran admiración y de quien se le quedó una frase: “Él decía ‘mente sana cuerpo sano’. Porque bien vestido a usted lo reciben en cualquier parte, muy mal vestido va a tener siempre una distancia. Eso se me quedó, y tenía un lema que se llamaba ‘Peinilla, pañuelo y limpión’: peinilla porque uno tiene que estar muy bien peinado con el pelo corto y eso me quedó para toda la vida; pañuelo para secarse uno el sudor de la cara, y el limpión para poder limpiar muy bien los zapatos”. A medida que avanza en su adolescencia, Quiroz describe su dedicación al estudio y el esfuerzo constante por obtener becas que ayudaran a aliviar la carga financiera de su padre.
Ya en el quinto capítulo, el autor detalla su llegada a Bogotá, donde enfrentó una nueva serie de retos mientras cursaba Derecho. A través de trabajos temporales y un esfuerzo titánico, logró mantener su educación y ayudar a su familia. El relato se enriquece con sus experiencias en la Corte Suprema, donde se convirtió en un ferviente defensor de los derechos humanos y la inclusión.
Finalmente, el libro culmina con su mandato como presidente de la Corte, donde implementó transformaciones significativas en el sistema judicial y abogó por los derechos de los más vulnerables. En este sentido, Quiroz no solo cuenta su historia, sino que también invita a reflexionar sobre la importancia de la educación, el amor familiar y la resiliencia como motores para alcanzar los sueños.
Con ‘Vivir se llama la aventura’, Aroldo Quiroz y JJ Junieles ofrecen una obra que resalta que, a pesar de las adversidades, es posible construir un camino lleno de esperanza y alegría.
Por: José A. Martínez V.
El libro ‘Vivir se llama la aventura’ narra la vida del jurista vallenato Aroldo Quiroz, expresidente de la Corte Suprema de Justicia. En diálogo con EL PILÓN presenta la obra lanzada hace algunos meses.
El 6 de noviembre de 1985, durante la sangrienta toma y retoma del Palacio de Justicia que dejó cerca de 100 personas muertas, entre ellas magistrados, militares, policías, civiles y guerrilleros, un estudiante vallenato de cuarto semestre de Derecho se salvó de morir. Gracias a que su jefe de entonces lo llamó y le impidió que se marchara a la biblioteca del Palacio, porque “tenían un voluminoso expediente por revisar”, el joven oriundo de Valledupar no quedó en medio del fuego cruzado entre guerrilleros del M-19 y militares.
Aquel escuálido universitario era Aroldo Quiroz Monsalvo, el mismo que 37 años después sí pudo ingresar al recinto, pero esta vez para presidir la Corte Suprema de Justicia. Justamente, el viernes 12 de agosto de 2022, el presidente Petro –quien hacía parte del M-19 para la época de la toma guerrillera- lo visitó en su despacho.
Ese episodio marcó la vida de Quiroz Monsalvo a tal punto que abre el primer capítulo del libro ‘Vivir se llama la aventura’, obra que lanzó al mundo literario en marzo, escrita por JJ Junieles, y que presentó a EL PILÓN.
“El nombre viene un poco del proceso que me ha tocado vivir, de las grandes dificultades que me ha tocado superar, de los obstáculos que he encontrado y que lo he convertido en oportunidades, entonces ha sido como una aventura todo este proceso por el cual yo he tratado; salir de la ciudad de Valledupar con la posibilidad de salir adelante con mucho esfuerzo ya que mi familia dependía económicamente de mí en el sentido de que yo estaba trabajando aquí cuando estaba terminando mi bachillerato e irme para Bogotá eran dos cosas con la cual contribuir: primero mi sostenimiento en Bogotá y parte de mi salario mandarlo aquí para que mi familia sobreviviera, por lo tanto yo le decía a JJ (escritor) eso era una aventura y creo que esa aventura fue una aventura muy hermosa, una aventura que ha culminado con la posibilidad de que este personaje haya podido llegar a cumplir el sueño del cual te hablaba de poder llegar a ser magistrado de un alta corte en Bogotá”, expresa Quiroz.
El libro trata de establecer la infancia, adolescencia y todo sobre la carrera profesional del jurista que entregó la presidencia de la Corte el pasado 10 de abril de 2024 tras cumplir su periodo constitucional.
“El libro por supuesto no es una biografía plana sino una crónica de la vida del personaje que con tanto esfuerzo pudo llegar a ser presidente de la Corte después de los siete años que había trabajado, o sea, 50 años después llega a ser presidente”, señala Quiroz.
En el primer capítulo de ‘Vivir se llama la aventura’, Junieles y Quiroz narran ese triste episodio de la historia colombiano, antes de darle paso, en el capítulo 2, a recuerdos del viejo Valledupar, en especial del tradicional barrio Cañahuate. “Yo nací en un cuarto aquí en la carrera octava con calle 14 y allí mis abuelos tenían una casa que la vendieron hace mucho tiempo y en uno de esos cuartos vivía mi mamá, porque mi papá era conductor”, recordando Quiroz que la misma casa donde funciona hoy EL PILÓN “era la casa de los Quiroz en aquella época”.
“Mi papá comenzó como conductor porque le tocó abandonar el colegio al quinto de primaria, no pudo seguir estudiando porque mi abuelo abandonó a mi abuela”, recuerda Quiroz.
A pesar que la obra utiliza un aparte de la canción ‘Dios no me deja’ de Leandro Díaz como preámbulo a este segundo capítulo porque –asegura Quiroz- nació en las mismas condiciones que el juglar de Hatonuevo, La Guajira, el libro “no es un libro que muestra tristeza de un personaje que ha vivido en la pobreza y que creció en esa pobreza y que luego salió adelante, sino que el libro lo que muestra es la alegría de un personaje”.
Aroldo Quiroz Monsalvo no solo narra su historia de superación, sino que también refleja el amor y el apoyo incondicional que recibió de sus padres, lo que le permitió enfrentar los desafíos de su infancia y juventud. En el tercer capítulo, Quiroz relata la influencia positiva de su padre, quien, a pesar de las limitaciones económicas, siempre mostró alegría y amor hacia su familia. Este entorno familiar le brindó la fortaleza necesaria para buscar una educación de calidad, lo que lo llevó a inscribirse en colegios privados a pesar de las dificultades.
El cuarto capítulo se centra en su formación académica, destacando la importancia de su primera profesora, Delia, y cómo sus enseñanzas lo marcaron en su camino educativo. En este punto también recuerda al profesor César Mendoza, del Ateneo El Rosario, a quien profesa gran admiración y de quien se le quedó una frase: “Él decía ‘mente sana cuerpo sano’. Porque bien vestido a usted lo reciben en cualquier parte, muy mal vestido va a tener siempre una distancia. Eso se me quedó, y tenía un lema que se llamaba ‘Peinilla, pañuelo y limpión’: peinilla porque uno tiene que estar muy bien peinado con el pelo corto y eso me quedó para toda la vida; pañuelo para secarse uno el sudor de la cara, y el limpión para poder limpiar muy bien los zapatos”. A medida que avanza en su adolescencia, Quiroz describe su dedicación al estudio y el esfuerzo constante por obtener becas que ayudaran a aliviar la carga financiera de su padre.
Ya en el quinto capítulo, el autor detalla su llegada a Bogotá, donde enfrentó una nueva serie de retos mientras cursaba Derecho. A través de trabajos temporales y un esfuerzo titánico, logró mantener su educación y ayudar a su familia. El relato se enriquece con sus experiencias en la Corte Suprema, donde se convirtió en un ferviente defensor de los derechos humanos y la inclusión.
Finalmente, el libro culmina con su mandato como presidente de la Corte, donde implementó transformaciones significativas en el sistema judicial y abogó por los derechos de los más vulnerables. En este sentido, Quiroz no solo cuenta su historia, sino que también invita a reflexionar sobre la importancia de la educación, el amor familiar y la resiliencia como motores para alcanzar los sueños.
Con ‘Vivir se llama la aventura’, Aroldo Quiroz y JJ Junieles ofrecen una obra que resalta que, a pesar de las adversidades, es posible construir un camino lleno de esperanza y alegría.
Por: José A. Martínez V.