A Yimis Jaimes Quintero, humilde campesino del corregimiento Brisas, en jurisdicción del municipio de Tamalameque, Cesar, lo embarga un profundo dolor porque su hija de dos años murió tras permanecer cinco días hospitalizada por ingerir raticida que confundió con golosinas.
La tragedia comenzó el pasado viernes, cuando la menor ingresó a una bodega donde se almacenaban granos y encontró varias pastillas de raticida, de las cuales ingirió una cantidad que no ha podido ser determinada.
“Ella le dijo a la mamá, me encontré unos dulces, porque a ella la consentida y se le compraban bastantes dulces para que estuviera contenta. La mamá se las quitó y le lavó las manos pero no pensó que la nena hubiese ingerido alguna de las pastillas”, contó el inconsolable padre.
De manera inicial, la pequeña Oriana fue atendida en el hospital de Tamalameque, luego remitida a otro centro asistencial de mayor nivel en Aguachica y finalmente la atendieron en la clínica Laura Daniela de Valledupar, donde murió la tarde del pasado martes.
El cuerpo de la niña fue entregado a la familia en las instalaciones de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la capital del Cesar, donde los peritos confirmaron que murió intoxicada.
“La recomendación que les hago a los padres de familia es que cuiden mucho a sus hijos, que los niños son lo más bonito de la vida”, expresó Yimis antes subir en el coche fúnebre que en un viaje de cuatro horas llevaría el féretro a Tamalameque, donde hoy le dará el último adiós a la segunda de sus tres hijos.
Invento revolucionario
Para que tragedias como la de Oriana no se repitan, Luis Enrique Morales, científico vallenato desarrolló un raticida que no es tóxico para los humanos, en el que viene trabajando desde el 2006, pero aún no está patentado.
“Lo que falta es el tema comercial y de que tengamos un buen andamiaje ante el mundo porque lo que se requiere es que salga a nivel de 25 países”, explicó.
Mientras avanza su invento, recomendó a los padres estar atentos con los elementos extraños que los niños se llevan a la boca.
“Hay una gran diferencia con los raticidas comunes que atacan la vitamina K, y necesitan su antídoto vitamina K; mientras que este no, este ataca un ácido en el cuerpo que lo regulan los ácidos grasos, por eso no es tóxico”, agregó.
Por Redacción Judicial / EL PILÓN











