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In Memoriam de José Antonio Murgas

José Antonio Murgas era considerado el 'Padre del departamento del Cesar'. FOTO: ARCHIVO.

En diciembre del año pasado, cuando llegué a Valledupar, mi tierra del alma, pasé a saludar al Dr. José Antonio Murgas, y a mi tía querida, Lely Maya, mi “tía universal”, como la de la canción de Kaleth Morales. Hablé con él, como siempre, de libros y de lecturas, que era nuestro tema más importante. Le pregunté por su salud, pero no me explicó mucho. Sin embargo, era evidente que su cuerpo ya le cobraba sus noventa y tres años bien vividos, pero su cerebro estaba, como siempre, lúcido y agudo. Me reclamó por mi libro, que le quedé debiendo, y hablamos de la novela de Ciro Quiroz Otero, “La  maldición de los Artuz”. Salí triste luego de detallarlo bien, pensé, de manera premonitoria, que quizás sería la última vez que podríamos hablar… Así es la vida.  

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Antes de seguir este texto difícil, sobre José Antonio Murgas Aponte, debo confesar a mis pacientes lectores, que estas son palabras sesgadas, me unía al “Dr. Murgas”, como siempre lo llamé, una gran admiración y un aprecio, por tantos años de tratarlo y escucharlo con mucha atención. No es fácil escribir sobre una persona a la cual estamos tan ligados. Igual a Lely Maya Calderón, matrona de toda mi familia, y de buena parte del Novalito y del Valle, ya que ella lo único que sabe hacer es servir y servir; hacerle favores a todo el mundo, a riesgo de su propia tranquilidad y bienestar. Mi tía Lely es así.

Los primeros recuerdos que tengo de “Toño Murgas”, como le decían sus amigos más cercanos, y después, todo el mundo, es el de un señor de pantalón caqui, y de camisa blanca remangada, pasando por el mercado de Valledupar, a comprar insumos agrícolas para llevar a sus fincas en San Diego, su bello pueblo, donde sembraba algodón. Es decir, lo conocí como un hombre de trabajo, como un hombre del campo. Una de sus pasiones. 

Ministro y Gobernador

Ya había sido congresista de la República, gobernador del Cesar y ministro de Trabajo, durante el Frente Nacional. La política era su otra gran pasión. Murgas era un hombre de pasiones. Debía ser la década de los setenta, cuando estaba en eso. Después volvió al servicio público, aceptó ser rector de la Universidad Popular del Cesar, y asesor de la Gobernación del Departamento, entre otras labores. 

Pero, la pasión más intensa de Murgas Aponte, el hermano de Luciano, el destacado médico, su hermano más querido, y tío de Iván Villazón Aponte, a quien también apreciaba mucho, eran los libros. La buena lectura, la poesía de Neruda y de Borges, y la novelística latinoamericana; pero, también, la filosofía de europeos, como Unamuno, y Ortega y Gasset. Ese era el mundo donde era más feliz. Mucho le debo al Dr. Murgas sobre recomendaciones de lecturas y libros. 

Hablar de Murgas Aponte, es hablar de un hombre hecho a pulso, de un caballero a carta cabal, digno representante de lo mejor de la Costa Atlántica, y de su generación. Abogado de la Universidad Externado de Colombia, político liberal, demócrata integral. Pero, más allá de todo eso era una gran persona, siempre vivió con una gran austeridad, y que nunca tuvo problemas de ningún tipo en su paso por el servicio público.

Servicial y pulquérrimo

Había nacido en San Diego de las Flores, bello municipio ubicado al norte del Cesar, el 30 de octubre de 1930; cuando estas tierras eran del Magdalena Grande. Desde muy joven se destacó como un estudiante aplicado, buen lector y gran ciudadano, un hombre correcto. Luchó por la creación del departamento del Cesar, al lado de Crispín Villazón de Armas, su cuñado, Aníbal Martínez Zuleta, Alfonso Araújo Cotes, entre muchos otros, en la época del Frente Nacional, durante la presidencia de Carlos Lleras, y siendo ministro de Gobierno, Misael Pastrana.  

Casado con Lely Maya, líder social y reconocida dama de Valledupar, padre de la destacada abogada Luz Stella Murgas Maya, esposa del exministro de Vivienda y abogado Luis Felipe Henao. Murgas Aponte, más allá de sus aportes a la región, desde diferentes cargos políticos, se ha distinguido por ser una persona de servicio, un caballero pulquérrimo, insisto, y atento a las necesidades de sus paisanos, amigos y connacionales. 

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Hoy, le damos un sentido adiós a Toño Murgas. Al amigo de todas las horas y gran contertulio. Al tío, consejero, exigente, pero cordial. Con el corazón en la mano le expreso mis condolencias a mi tía del alma, Lely Maya. A Luz Stella, y a todos los hijos, nietos, familiares y amigos, de un hombre que debe ser referencia para las futuras generaciones. Alguien que demostró que la política era para servir y no para enriquecerse, y que las letras, pero -principalmente- la poesía es de las pocas cosas buenas que ha dejado el hombre a su paso por este planeta. Tío, descanse en paz. Llevó una vida digna y ejemplar. Le quedé debiendo el libro y muchas visitas más. Gracias por su cariño y sus consejos. 

Por: Carlos Alberto Maestre Maya/Especial para EL PILÓN. 

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