Por otro lado, pareciera que la tragedia que vivimos no nos escandalizara. Hemos perdido la capacidad de asombro y normalizado la violencia. Me resisto a pensar que ese sea el diagnóstico de nuestra sociedad. Estoy seguro que la sociedad colombiana quiere proteger la vida solo que no ha encontrado el camino.
La matanza de 124 líderes sociales y 37 firmantes del Acuerdo de Paz durante el 2021, la comisión de 72 masacres con 258 víctimas, según Indepaz, el homicidio de 77 personas en las últimas manifestaciones y 65 líderes ambientales asesinados en 2020, entre otros sucesos, son la muestra del terror que vive el liderazgo social en Colombia, donde la vida no tiene garantías. El debate de la próxima campaña presidencial debe tener como prioridad detener esta tragedia.
Tristemente la vida en Colombia está sometida al fuego cruzado de siempre, a las balas que han acabado con miles de voces, a la violencia que ha borrado comunidades enteras y que hoy sigue atentando contra muchos líderes sociales ante la incapacidad de un Estado inerme. Bien conocida es aquella pregunta de: ¿qué cosecha un país que a diario siembra muertos? Nada bueno. Desolación, dolor, orfandad, fracturación y miseria.
En 2020, por ejemplo, Colombia ocupó el deshonroso primer lugar en el mundo en número de líderes ambientales asesinados según datos del informe anual de la ONG británica Global Witness. Un país biodiverso y con una gran ventaja comparativa por su riqueza natural como Colombia, tiene a los defensores del medio ambiente en riesgo diario de ser desaparecidos.
Vimos en las recientes manifestaciones de abril y mayo que los jóvenes además de empleo y educación, exigían garantías para vivir en paz. Eso se suma a las manifestaciones de septiembre del año pasado contra el abuso policial y las innumerables voces de clamor por el respeto a la vida luego de la sangrienta masacre de 8 jóvenes en Samaniego, Nariño, en agosto del 2020.
El presente de Colombia es crítico en materia de garantías del derecho a la vida, tan crítico como su pasado de violencia sangrienta o su incapacidad como Estado de llegar a todos los territorios con bienes públicos, seguridad, paz y garantías para la vida y el liderazgo social. Por eso este tema es esencial en el debate presidencial que se avecina. El respeto y protección de la vida debe ser prioridad en la agenda del próximo presidente de Colombia. El actual mandatario solo es el reflejo de la paradoja del uribismo, metieron miedo en las pasadas elecciones para vender seguridad y sucedió lo contario, terminaron agravando más la seguridad en el país.
Por otro lado, pareciera que la tragedia que vivimos no nos escandalizara. Hemos perdido la capacidad de asombro y normalizado la violencia. Me resisto a pensar que ese sea el diagnóstico de nuestra sociedad. Estoy seguro que la sociedad colombiana quiere proteger la vida solo que no ha encontrado el camino.
Es tarea de todos y del próximo presidente, trabajar para que en este país recuperar la tierra que te despojó la violencia, defender tu territorio de actividades extractivistas o mineras que dejan un alto impacto medioambiental negativo y buscar la sustitución de cultivos ilícitos sin afectación a las comunidades no te cueste la vida.
Esto implica una política robusta de seguridad territorial, de implementación integral del Acuerdo de Paz, de aprobación del Acuerdo de Escazú y una prioridad en la búsqueda de justicia que permita dar con los perpetradores de esta matanza cuyos casos quedan en la impunidad siempre. Quienes dan las órdenes de estos asesinatos siguen libres ante la precariedad de la justicia colombiana.
Por mi parte, no dejaré de aportar mi granito de arena hasta que la vida en Colombia sea sagrada.
@IvanLozanoba
Por otro lado, pareciera que la tragedia que vivimos no nos escandalizara. Hemos perdido la capacidad de asombro y normalizado la violencia. Me resisto a pensar que ese sea el diagnóstico de nuestra sociedad. Estoy seguro que la sociedad colombiana quiere proteger la vida solo que no ha encontrado el camino.
La matanza de 124 líderes sociales y 37 firmantes del Acuerdo de Paz durante el 2021, la comisión de 72 masacres con 258 víctimas, según Indepaz, el homicidio de 77 personas en las últimas manifestaciones y 65 líderes ambientales asesinados en 2020, entre otros sucesos, son la muestra del terror que vive el liderazgo social en Colombia, donde la vida no tiene garantías. El debate de la próxima campaña presidencial debe tener como prioridad detener esta tragedia.
Tristemente la vida en Colombia está sometida al fuego cruzado de siempre, a las balas que han acabado con miles de voces, a la violencia que ha borrado comunidades enteras y que hoy sigue atentando contra muchos líderes sociales ante la incapacidad de un Estado inerme. Bien conocida es aquella pregunta de: ¿qué cosecha un país que a diario siembra muertos? Nada bueno. Desolación, dolor, orfandad, fracturación y miseria.
En 2020, por ejemplo, Colombia ocupó el deshonroso primer lugar en el mundo en número de líderes ambientales asesinados según datos del informe anual de la ONG británica Global Witness. Un país biodiverso y con una gran ventaja comparativa por su riqueza natural como Colombia, tiene a los defensores del medio ambiente en riesgo diario de ser desaparecidos.
Vimos en las recientes manifestaciones de abril y mayo que los jóvenes además de empleo y educación, exigían garantías para vivir en paz. Eso se suma a las manifestaciones de septiembre del año pasado contra el abuso policial y las innumerables voces de clamor por el respeto a la vida luego de la sangrienta masacre de 8 jóvenes en Samaniego, Nariño, en agosto del 2020.
El presente de Colombia es crítico en materia de garantías del derecho a la vida, tan crítico como su pasado de violencia sangrienta o su incapacidad como Estado de llegar a todos los territorios con bienes públicos, seguridad, paz y garantías para la vida y el liderazgo social. Por eso este tema es esencial en el debate presidencial que se avecina. El respeto y protección de la vida debe ser prioridad en la agenda del próximo presidente de Colombia. El actual mandatario solo es el reflejo de la paradoja del uribismo, metieron miedo en las pasadas elecciones para vender seguridad y sucedió lo contario, terminaron agravando más la seguridad en el país.
Por otro lado, pareciera que la tragedia que vivimos no nos escandalizara. Hemos perdido la capacidad de asombro y normalizado la violencia. Me resisto a pensar que ese sea el diagnóstico de nuestra sociedad. Estoy seguro que la sociedad colombiana quiere proteger la vida solo que no ha encontrado el camino.
Es tarea de todos y del próximo presidente, trabajar para que en este país recuperar la tierra que te despojó la violencia, defender tu territorio de actividades extractivistas o mineras que dejan un alto impacto medioambiental negativo y buscar la sustitución de cultivos ilícitos sin afectación a las comunidades no te cueste la vida.
Esto implica una política robusta de seguridad territorial, de implementación integral del Acuerdo de Paz, de aprobación del Acuerdo de Escazú y una prioridad en la búsqueda de justicia que permita dar con los perpetradores de esta matanza cuyos casos quedan en la impunidad siempre. Quienes dan las órdenes de estos asesinatos siguen libres ante la precariedad de la justicia colombiana.
Por mi parte, no dejaré de aportar mi granito de arena hasta que la vida en Colombia sea sagrada.
@IvanLozanoba