Cada vez que a los vallenatos se nos presenta un hecho doloroso, de esos que estremecen a la sociedad, se nos vienen a la cabeza una serie de valoraciones en torno a de dónde venimos y a quienes fueron nuestros mayores.
A pesar del paso del tiempo, nuestras costumbres muy poco han sido modificadas en términos de comportamientos. Sabiendo que no somos perfectos, está claro que nuestro origen provinciano conlleva a que genéticamente seamos buenos.
Por ese mismo origen de provincia, tendemos a conocernos casi todos o de casi todos nos es fácil deducir de dónde vienen, su ascendencia; al margen de condiciones sociales o capacidades económicas. Además, en Valledupar el visitante siempre es bien recibido.
A pesar de nuestra historia y nuestro contexto sociocultural, podría decirse que nuestras formas no están dadas en torno a la violencia; por lo cual, cuando la misma se presenta, anímicamente nos sentimos golpeados como sociedad. Como familia.
Nuestra condición vallenata no es violenta, no tiene por donde serlo; lo nuestro es el respeto y la obediencia a nuestros padres, a nuestros semejantes, el apego a Valledupar y a nuestra provincia. Quienes nos conocen, tienen claro, que por lo general nuestro mayor anhelo es y será vivir tranquilamente en nuestra tierra.
Es preciso señalar, que la naturaleza tiene un equilibrio, un balance y el de los vallenatos está dado en vivir tranquilamente en sana convivencia entre todos, seamos o no seamos de acá.
Siempre será importante que nuestras tradiciones sean respetadas, la consideración por los nuestros y el aprecio por lo que somos, exaltando todo eso que nos hace valiosos.
No se trata de ser emotivos, la realidad muestra que la sumatoria de hechos aislados en términos de violencia genera zozobra. La racionalidad indica que cualquier asomo o brote de violencia debe prevenirse, para evitar volver a épocas pasadas lamentables para nuestra sociedad. No está bien que atenten contra nosotros, que nos agredan.
Entre nosotros la violencia no debe tener cabida; nuestra condición humana muestra que la violencia, además de dolorosa, es imposible de asimilar. En otras palabras, genéticamente no tenemos disposición para ser violentos.
La genética no miente, nuestros genes son buenos. Nuestro organismo es de gente buena.
Oh Santo Ecce Homo de este pueblo se protector amante, de tus hijos guía fiel y constante, y de cuantos vienen a visitarte