Hacíamos parte de un evento de campaña en Mariangola, ambos estábamos invitados y justo antes de que todo empezara cruzamos unas cuantas palabras sobre Valledupar. Recuerdo que con respecto a la problemática de inseguridad me dijo: “Lo que no puede pasar es que en Valledupar maten a un turista a unos cuantos pasos de la Alcaldía en plena plaza principal de la ciudad”. Esta fue la frase que le escuché por primera vez a Ernesto Orozco, hoy alcalde de nuestra ciudad. Y sí, coincidía y coincido mucho con eso, Valledupar debe, por lo menos, tener zonas seguras donde el hampa sepa que no tiene ni un milímetro de posibilidades para llevar a cabo sus fechorías.
Para lograrlo el alcalde ha mostrado algunas cosas. Se ha visto en Consejo de Seguridad al lado de su secretario de Gobierno y la Policía Nacional recibiendo información de primera mano sobre el avance del delito en la ciudad, ha estado trabajándole sobre la marcha a la tan anhelada puesta en funcionamiento del Comando de la Policía Metropolitana de Valledupar.
También se rumora que hay un asesor de su despacho esperando que se cree la Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana para empezar a trabajar de lleno en el tema. Esto ha sido un buen mensaje, la gente del Valle está esperando que se presenten soluciones, quieren ver resultados, pero, en aras de la franqueza que muy pocas veces se tienen en estos casos, hay que decir con todas las letras que, si hay un problema estructural en toda Colombia y del cual nuestra ciudad no es la excepción, es la inseguridad. Las malas condiciones socioeconómicas, el negocio de las drogas y la capacidad operativa limitada del Estado hacen que este sea un problema que persista a pesar de las buenas acciones de quienes nos gobiernan.
Si queremos aumentar pie de fuerza hay que pedirlo al Gobierno Nacional pero cuando vamos allá encontramos un problema: los policías no alcanzan. Y ante el llamado casi al unísono de todas las ciudades pidiendo más policías sucumben nuestras posibilidades porque claramente estos terminan siendo priorizados en ciudades distintas a la nuestra. Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Barranquilla en estos temas pesan más que nosotros; así nos cueste admitirlo. Por otra parte, la inoperancia de la justicia hace que se pierda la confianza en la denuncia. No vale la pena tramitarla si a los días, por cualquier eventualidad judicial, los delincuentes van a estar en la calle. Hay quienes delinquen porque ya saben de antemano que no les va a pasar nada y no hay nada peor que un delincuente que no le tiene miedo a las consecuencias.
El hacinamiento carcelario es un dolor de cabeza constante para la administración municipal, sobre todo para el secretario de Gobierno, porque, aunque es una problemática que se quiere resolver no están dadas las condiciones para hacerlo. Esto tendría fin construyendo cárceles en la ciudad y, a decir verdad, no hay nada más costoso e impopular que esto. Lo anterior no es óbice para que el alcalde haga los esfuerzos necesarios, por el contrario, no podemos arrodillarnos ante la delincuencia, hay que seguir usando las herramientas que sean necesarias para combatirlos con todas las fuerzas del estado. Lo que sí se pretende aclarar es que, si hay un problema sobre el cual debemos buscar más soluciones que culpables, es este. Y precisamente, a continuación, van algunos planteamientos que nos pueden servir para mejorar la seguridad en Valledupar.
Si hay una victoria temprana que puede tener el alcalde es la puesta en marcha de la Policía Metropolitana porque se aumentaría de facto el pie de fuerza y la capacidad de reacción de nuestra fuerza pública. Se debe invertir más en tecnología e inteligencia para combatir el delito, usar los recursos del FONSET y destinarlos para tales fines.
Crear la Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana. Esto puede ser debatible, pero estoy de acuerdo siempre y cuando se le asignen recursos para su funcionamiento y haya una persona idónea en el cargo. La ciudad ya entró a un nivel delictivo muy alto y necesitamos poner en función una dependencia encargada única y exclusivamente de combatir todo este mundo delincuencial. Retenes por doquier. Que sientan que la fuerza pública está en la calle, rodeándolos, encerrándolos y haciéndoles más difícil su accionar.
Ver al alcalde en sitios neurálgicos de la ciudad acompañado de la policía da buenas sensaciones. Esto lo está haciendo mucho Alejandro Eder, alcalde de Cali. Emitir decretos donde se prohíba el consumo de drogas en parques y escenarios deportivos para recuperar los espacios que antes eran de la familia y hoy son un Bronx a cielo abierto. Esto lo hizo el alcalde de Bucaramanga, Jaime Beltrán. Establecer zonas seguras con presencia policial permanente como el centro histórico de la ciudad que vive solo y a oscuras.
Aun con todas las limitaciones la guerra no está perdida y si el alcalde y su gabinete, acompañado de la fuerza pública persisten y atesan, se puede disminuir la violencia en nuestra ciudad.
Esperamos que en esto le vaya bien, alcalde.