X

¡No hubo lechona!

Por: Eloy Gutiérrez 

Tradicionalmente acostumbramos a hacerle un desayuno a los empleados para despedir el año, generalmente lo hacemos en víspera de Navidad aprovechando el espíritu que trae el mes de diciembre; sin embargo, el del año 2023 tenía una connotación especial debido a que haríamos reconocimientos a unos colaboradores que culminaban su etapa laboral puesto que ya recibían su pensión así que no había espacio a malas energías.

Fue así que nos dimos cita el 23 de diciembre en el lujoso Salón Fundadores del Club Valledupar el cual había sido decorado majestuosamente para la ocasión, me aseguré que se hicieran los preparativos para que todos los empleados estuvieran bien atendidos y como estábamos en casa contratamos personal externo  para que ese día nadie moviera una paja, pues como ya lo mencioné era una ocasión muy especial, todo lo habíamos dispuesto para que empezáramos a las 7:30 de la mañana en punto y para darle la magnanimidad invité a mi junta directiva para que me acompañara en ese especial evento; con todo “fríamente calculado” nada podía salir mal. 

Por una razón que aún no recuerdo el área de Recursos Humanos me propuso que, por estar en Navidad, una lechona de desayuno podría ser una muy buena opción. Como no es costumbre meterme en los detalles me pareció práctico y decidimos que fuera ese plato; el  área de compras se encargaría de los detalles de ubicar al proveedor de la lechona y, por referencias, le recomendaron un lugar que ostenta el remoquete de “El Calvo y La Mona”, parece que muy afamados en la preparación de este típico plato tolimense y huilense, así que se hizo lo pertinente y se contrataron para que el día 23 de diciembre nos sorprendieran con las ricuras de su sazón, y vaya que lo hicieron.

A la hora en punto estábamos todos muy tiesos y muy majos en la ceremonia, por supuesto como anfitrión me pasaron el micrófono, dije las palabras protocolarias de saludo, bienvenida y empezamos el acto; se hizo el preámbulo, anécdotas de los pensionados y así fuimos quemando el tiempo para darle espacio a la llegada de la lechona que debía hacer su entrada triunfal en contados minutos; entre discursos y anécdotas se hizo entrega de los reconocimientos, luego la sesión de fotos y el reloj ya marcaba las 8:30 a. m. 

Alcé la mirada buscando a la persona de Recursos Humanos y me entendió la señal y me mostró señalando le reloj que ya casi; no soy un hombre prevenido ni me considero un “ave de mal agüero” pero empecé a ser insistente con el tema para que nos confirmaran la hora exacta de la llegada de la lechona; la persona encargada de compras me manifestó que ya había alguien en el sitio y que a las 9 a. m. la entregaban, suspiré un poco aliviado y le di instrucciones a la persona que hacía las veces de animador a que hiciera actividades de recreación y dinámicas para “matar el tiempo”.

Terminaron las dinámicas casi sobre las 9:30 a. m. y volví a levantarme del sitio, ahí sí preocupado, puesto que ya notaba que los invitados empezaban a desesperarse; la persona de compras me manifestó que había llamado y le habían dicho que “ya venía en camino”, mi alivio fue casi de éxtasis, no podía quedar mal frente a mis empleados y mis invitados especiales.

Pasaron los minutos y a la media hora volví a insistir, esta vez con un nudo en la garganta. Tanto la encargada de Recursos Humanos como la de Compras no sabían qué decir, al final me dijo que le habían apagado el teléfono, miré para todos lados y en ese momento pedí al universo que la tierra se abriera y me tragara porque no podía estar pasándome a mí.

Con el rostro descompuesto tomé el micrófono y debí dar la noticia a mis invitados que lastimosamente la lechona nunca apareció y por lo tanto me disculparan, mis miembros de junta muy solidarios me decían que tranquilo que esas cosas pasan tratando que mi trago fuese un poco menos amargo, di instrucciones para que mandaran a comprar arepas, jugos y le brindaran a los empleados que aún se quedaban, puesto que algunos ya tenían turno y no se quedaron a esperar.

No hubo una disculpa, una llamada, esos irresponsables solo por vergüenza devolvieron el dinero sin musitar palabra, el daño que hicieron es incalculable, pero para ellos no tiene importancia, en lo que a mí respecta me encargaré que este incidente lo sepan hasta en la China para que menos personas compren en ese sitio.

Como no hay ley o medio idóneo que defienda al consumidor, sólo resta aplicarle una sanción social y exponerlos al escarnio público para que sean los clientes quienes lo hagan pensándolo dos veces antes de elegir un lugar para comprar lechona. ¡Sinvergüenzas esos!

Categories: Columnista
Eloy Gutiérrez Anaya: