“Aunque la palabra epifanía tiene varios significados, aquí hago referencia a que es una revelación de toda la experiencia literaria, mis vivencias como docente y trabajador de la literatura y la cultura…”. Con estas palabras el escritor y biólogo José Atuesta Mendiola describió su libro ‘Epifanía de la memoria’, que será lanzado el miércoles 14 de octubre a las 6:00 de la tarde en un conversatorio virtual.
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“Recojo toda mi experiencia en este libro y elegí el título ‘Epifanía de la memoria’ por la revelación de mis recuerdos para exaltar a personajes de nuestra región, nuestro paisaje y tener siempre esa referencia de hablar de la biodiversidad, hablar de los ríos, hablar de los maestros y otros poetas que me han marcado y me orientaron a escribir poesías”, añadió.
Entre los poetas y escritores se destacan José Antonio Murgas; el pintor y declamador Jaime Molina; Consuelo Molina Araujo, César López Serrano, Donaldo Mendoza, Luis Mizar y Diomedes Daza, entre otros.
El libro empieza con el poema ‘El tiempo no se despide’, en el que José Atuesta Mendiola hace referencia a la poesía. Luego va ahondando a un poema que le hizo a su madre. Así como resalta su formación académica en Biología para escribirle a los árboles, ríos y toda la naturaleza, recordando una anécdota que lo motivó a escribir ‘Retratos de árboles paisanos’, dedicado a Diomedes Daza.
“Yo estuve en una ceremonia religiosa en La Jagua del Pilar y de pronto el sacerdote dice: ‘Saben ustedes jóvenes, adultos, mujeres, por qué existe la muerte, por el pecado, porque Adán y Eva pecaron y por el pecado existe la muerte, si hoy Adán y Eva no hubieran pecado, hoy no estuviéramos sepultando a nuestra hermana…’ Entonces, un jovencito que me conoce me dice: ‘Profe, venga acá y ¿los árboles también son pecadores?, porque ellos también mueren’. Me llamó tanto la atención y empecé el poema ‘Retratos de árboles paisanos’ con esa parte“.
‘Epifanía de la memoria’ está compuesto por 36 poemas dedicados a la familia del autor, a los escritores y poetas de la región, así como a Consuelo Araujo Noguera, a quien le escribió el poema ‘Luna de abril de mis romances’. El prólogo fue escrito por el poeta payanés Rodrigo Valencia y el comentario final por el sandiegano Luis Mario Araujo. En la carátula tiene la pintura de la ‘Serie Humanidades’ de Baldot.
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CONVERSATORIO
El conversatorio iniciará a las 6:00 de la tarde y será moderado por el columnista Eduardo Santos Ortega. Además, participarán otros poetas como Limedes Molina, quienes leerán varios poemas del libro y darán sus comentarios. Además, el público virtual también podrá expresar sus inquietudes.
El evento será transmitido a través de las redes sociales del autor.
POEMAS
LUNA DE ABRIL DE MIS ROMANCES
A Consuelo Araujonoguera
La vigilia de acordeones
en este Valle que me sueña,
fue luna de abril de mis romances,
numen inagotable de palabras
en el espejo luminoso de las horas.
Anduve sobre los estambres de la lluvia
indagando los orígenes del canto.
Abrí mi corazón a los juglares
hasta la pirámide mestiza de la fiesta
y una nota triste hablaba en el alma
con el hondo gemido de un palenque.
Amé las aguas saltarinas del Guatapurí
que bendicen la conquista del regreso,
el rostro ondulado de la roca gigante
donde duerme en sigilo la leyenda.
Amé el sol festivo en las perennes trinitarias,
el bosque amarillo vigilante de los sueños
y el pájaro invisible en el eco de la ausencia.
Amé la legión interminable de cantores
que buscan darle historia a su nombre.
Amé la aurora en la liturgia de mis oraciones.
Amé la vida con la sagrada fortaleza de vivir.
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RETRATOS DE ÁRBOLES PAISANOS
Al poeta Diomedes Daza
Los árboles no son pecadores
imaginan la muerte en la vejez,
lejos de la desgracia arboricida.
Cuando el día abre sus ventanas
alucinados ofrendan sus colores
que duermen el silencio de la sombra.
El campano, árbol de lluvia o samán,
gigante sombrero de sabanas,
alterno banquete del ganado.
Peregüetano centinela de ramas
con rizos de flores blancas
abanica el camino de los ríos.
La ceiba bosquejo de ballena,
con frondas de nubes retira
de su estancia la sequía.
El higuito de rostro ermitaño,
barbas colgantes sus raíces;
apacible soñador de los bosques.
El caracolí escudo a la tormenta,
su fruto un corazón de harina
en la mesa antigua de la comarca.
El sol atrapa la danza del cañaguate,
silencia por instante la voz del arco iris.
Detenerse en el festivo cañaguate
es levitar en la magia de la luz.
Por: Carmen Lucía Mendoza Cuello / EL PILÓN