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Cultura - 13 julio, 2024

El cuento de Pedro: ‘Comadre Alix’

Lucas Daza, esposo de mi tía Tota, trabajaba al servicio del Estado en las instalaciones de la Zona de Carreteras; era fácil verlo ocultar su escasa cabellera con una gorra a cuadro que acomodaba sutilmente encima de sus lentes, como de costumbre en horas de la tarde se desocupaba muy temprano y perentoriamente se desplazaba hasta su casa en su Renault 12 azul, a reír a carcajadas en la tertulia improvisada a escuchar las ocurrencias de Rodrigo Medina Morón a quien nada se le escapaba.

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Cuando chiquito, mi abuela me llevaba de la mano donde sus hermanas, eran frecuentes las visitas al barrio Guatapurí donde moraban mis tías Sara y Carlota Morón Canales; ellas se sentaban gustosas a conversar en las terrazas de sus casas a tomar el fresco de la tarde acompañado de una rica taza de café caliente acompañadas con almojábanas frescas traídas de La Paz por Agustín Morón,  esposo de Carmencita, una de sus sobrinas, quien también residía en el sector junto a Olga  y María Patricia, sus hijas.

Lucas Daza, esposo de mi tía Tota, trabajaba al servicio del Estado en las instalaciones de la Zona de Carreteras; era fácil verlo ocultar su escasa cabellera con una gorra a cuadro que acomodaba sutilmente encima de sus lentes, como de costumbre en horas de la tarde se desocupaba muy temprano y perentoriamente se desplazaba hasta su casa en su Renault 12 azul, a reír a carcajadas en la tertulia improvisada a escuchar las ocurrencias de Rodrigo Medina Morón a quien nada se le escapaba.

Todos contaban sus vivencias del día a día, en alguna ocasión los amigos de lo ajeno irrumpieron en el patio de la casa de los Medina Morón. Muy temprano, Sara, telefónicamente se comunicó con su hermana Carmelita a contarle que habían saqueado las pertenencias de Alix Medina Morón y Carmen Rivera Medina, más unos utensilios de cocina y jardín entre ellos; una manguera y una olla de presión. Mi abuela sorprendida por lo sucedido le comentó que los objetos hurtados reposaban  en nuestra casa por cuanto Pepe mi padre al escuchar ruidos en el patio ahuyentó a los ladrones con su 38 largo a quienes les hizo disparos al aire.

Años tras años fui testigo de esas reuniones familiares donde se observaba el luto marcado por la muerte de Oscar Morón, quien murió en un accidente vial en cercanías a Manaure cuando regresaba  de un paseo con amigos. Les embargaba el dolor al recordar la triste partida de Víctor Medina Morón, fundador del ELN, junto al padre Camilo Torres Restrepo y los hermanos Castaño, quienes finalmente en juicio revolucionario lo ajusticiaron al encontrarle una carta dirigida a mi tía Sara donde le anunciaba su retiro de la organización. Su madre por siempre padeció en silencio el dolor, sintiéndose culpable por la decisión tomada por su hijo, la cual sin saberlo le causó la muerte.

Sara sabía del cariño y afecto que tenía mi abuela por mí, quien no disimulaba el amor por Pedro Norberto; por ello cuando nació Pedro Miguel, su nieto le exigió a su hija Alix Medina que su padrino debía ser yo y que su compuesto nombre sería para agradar al padrino y a su padre Miguel Serrano. 

No dudó mi tía Sara para tomar papel y lápiz y a puño y letra  firmar con su pluma, una carta dirigida a los sediciosos del Camilo Torres. Como madre del inmolado Víctor Medina Morón, fundador de su Ejército de Liberación Nacional, para exigirles mi liberación y el respeto por mi vida.

En las tardes de tertulia era fácil ver llegar a mi madre María Mercedes Araújo Morón, acompañada de sus hijos, a Hernando Morón Canales, padre de los hermanos Morón Cuello, a Elba Morón con sus hijos, los Pedraza Morón, a Chava y Magolina Araújo, a Dubis, Chave, William y Matea Morón, a Lorenza de Henao, desde Barranquilla a los hermanos Bety, Mariela y Augusto Daza Morón,  a Andrés Becerra Morón acompañado con su hijo Álvaro Becerra Murgas y  al padre Becerra, quien después de sus misas de la Concepción corría en su Renault amarillo a reír de las tertulia las cuales terminaban con los buenos y sabios consejos espirituales,  la bendición final del sacerdote y las risas a carcajadas de todos los asistentes al escuchar los cuentos de Rodrigo Medina Morón, quien nunca olvidó que su padre Sabas Medina marchó a Venezuela en busca de oportunidades laborales y a los 20 años retornó a su hogar y se enfadó con la familia al no encontrar el dulce de toronja olvidado encima del tinajero. 

POR: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO. 

Cultura
13 julio, 2024

El cuento de Pedro: ‘Comadre Alix’

Lucas Daza, esposo de mi tía Tota, trabajaba al servicio del Estado en las instalaciones de la Zona de Carreteras; era fácil verlo ocultar su escasa cabellera con una gorra a cuadro que acomodaba sutilmente encima de sus lentes, como de costumbre en horas de la tarde se desocupaba muy temprano y perentoriamente se desplazaba hasta su casa en su Renault 12 azul, a reír a carcajadas en la tertulia improvisada a escuchar las ocurrencias de Rodrigo Medina Morón a quien nada se le escapaba.


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Cuando chiquito, mi abuela me llevaba de la mano donde sus hermanas, eran frecuentes las visitas al barrio Guatapurí donde moraban mis tías Sara y Carlota Morón Canales; ellas se sentaban gustosas a conversar en las terrazas de sus casas a tomar el fresco de la tarde acompañado de una rica taza de café caliente acompañadas con almojábanas frescas traídas de La Paz por Agustín Morón,  esposo de Carmencita, una de sus sobrinas, quien también residía en el sector junto a Olga  y María Patricia, sus hijas.

Lucas Daza, esposo de mi tía Tota, trabajaba al servicio del Estado en las instalaciones de la Zona de Carreteras; era fácil verlo ocultar su escasa cabellera con una gorra a cuadro que acomodaba sutilmente encima de sus lentes, como de costumbre en horas de la tarde se desocupaba muy temprano y perentoriamente se desplazaba hasta su casa en su Renault 12 azul, a reír a carcajadas en la tertulia improvisada a escuchar las ocurrencias de Rodrigo Medina Morón a quien nada se le escapaba.

Todos contaban sus vivencias del día a día, en alguna ocasión los amigos de lo ajeno irrumpieron en el patio de la casa de los Medina Morón. Muy temprano, Sara, telefónicamente se comunicó con su hermana Carmelita a contarle que habían saqueado las pertenencias de Alix Medina Morón y Carmen Rivera Medina, más unos utensilios de cocina y jardín entre ellos; una manguera y una olla de presión. Mi abuela sorprendida por lo sucedido le comentó que los objetos hurtados reposaban  en nuestra casa por cuanto Pepe mi padre al escuchar ruidos en el patio ahuyentó a los ladrones con su 38 largo a quienes les hizo disparos al aire.

Años tras años fui testigo de esas reuniones familiares donde se observaba el luto marcado por la muerte de Oscar Morón, quien murió en un accidente vial en cercanías a Manaure cuando regresaba  de un paseo con amigos. Les embargaba el dolor al recordar la triste partida de Víctor Medina Morón, fundador del ELN, junto al padre Camilo Torres Restrepo y los hermanos Castaño, quienes finalmente en juicio revolucionario lo ajusticiaron al encontrarle una carta dirigida a mi tía Sara donde le anunciaba su retiro de la organización. Su madre por siempre padeció en silencio el dolor, sintiéndose culpable por la decisión tomada por su hijo, la cual sin saberlo le causó la muerte.

Sara sabía del cariño y afecto que tenía mi abuela por mí, quien no disimulaba el amor por Pedro Norberto; por ello cuando nació Pedro Miguel, su nieto le exigió a su hija Alix Medina que su padrino debía ser yo y que su compuesto nombre sería para agradar al padrino y a su padre Miguel Serrano. 

No dudó mi tía Sara para tomar papel y lápiz y a puño y letra  firmar con su pluma, una carta dirigida a los sediciosos del Camilo Torres. Como madre del inmolado Víctor Medina Morón, fundador de su Ejército de Liberación Nacional, para exigirles mi liberación y el respeto por mi vida.

En las tardes de tertulia era fácil ver llegar a mi madre María Mercedes Araújo Morón, acompañada de sus hijos, a Hernando Morón Canales, padre de los hermanos Morón Cuello, a Elba Morón con sus hijos, los Pedraza Morón, a Chava y Magolina Araújo, a Dubis, Chave, William y Matea Morón, a Lorenza de Henao, desde Barranquilla a los hermanos Bety, Mariela y Augusto Daza Morón,  a Andrés Becerra Morón acompañado con su hijo Álvaro Becerra Murgas y  al padre Becerra, quien después de sus misas de la Concepción corría en su Renault amarillo a reír de las tertulia las cuales terminaban con los buenos y sabios consejos espirituales,  la bendición final del sacerdote y las risas a carcajadas de todos los asistentes al escuchar los cuentos de Rodrigo Medina Morón, quien nunca olvidó que su padre Sabas Medina marchó a Venezuela en busca de oportunidades laborales y a los 20 años retornó a su hogar y se enfadó con la familia al no encontrar el dulce de toronja olvidado encima del tinajero. 

POR: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO.