Después de ser un reconocido y popular personaje de las artes plásticas y escénicas en Maracaibo, Venezuela, Robert Arcaya llegó a Valledupar a realizar teatro callejero para ganarse la vida, huyendo de la crisis general del vecino país.
Lee también: Se conocen detalles de la nueva escultura en honor a Jorge Oñate
Nacido en Maracaibo, Venezuela, Robert es un artista integral certificado por el Taller Regional de Teatro del Estado de Zulia, en Maracaibo, y trabaja en el arte de la dramaturgia desde hace más de 31 años. Fue el director y fundador de la Escuela Municipal de Teatro y Circo en su ciudad natal, que según expresa Arcaya era el grupo más grande del occidente de Venezuela. Además de realizar todo tipo de malabares, obras de teatro y danza, también es pintor y escultor.
Los años y el talento le permitieron ser reconocido, en su ciudad natal, como uno de los más importantes artistas plásticos, además de destacarse en la dirección, la escritura y la actuación, pues siempre estuvo liderando grupos de estudiantes y dirigiendo escuelas de formación.
Sin embargo, al salir de su zona de confort, tuvo que enfrentarse a un mundo totalmente diferente al que estaba acostumbrado. “Cuando aún estaba en Venezuela llegó un punto en que los alumnos no asistían a la escuela, poco a poco fui quedando sin estudiantes y el sueldo no nos alcanzaba; me tocó empezar a vender las cosas materiales que con esfuerzo una vez compré, me deshice de todas mis comodidades y como una solución desesperada me lancé a los semáforos”, explicó el artista.
VALLEDUPAR
Después de lanzarse a los semáforos de las calles de Maracaibo, Arcaya viajó a Valledupar porque en su tierra literalmente se estaba muriendo de hambre.
“Llegué al Valle con 60 kilos después de estar pesando 90, estaba triste pero con una idea en mente que podría servir por lo menos para no dejarme morir en medio de esta ciudad que no conocía y que no era la mía”, explicó Robert.
No dejes de leer: Gitanos, una comunidad cerca de desaparecer en el Cesar
Arcaya expresa con mucho pesar que los primeros días fueron deprimentes, ya que le tocaba caminar por largos trayectos, bajo el agobio del sol, porque no tenía para un pasaje de bus. En el camino encontró personas que lo ayudaron consiguiéndole algunas funciones en pueblos cercanos a Valledupar y a dar clases de circo.
“Inicialmente vivía solo en una pieza sin piso, sin luz, sin agua, de allí salía todas las mañanas a caminar por horas para analizar en cuáles semáforos me podía ubicar y así realizar mi show”, manifestó el artista. Una vez ya establecido y con un trabajo de campo realizado, Rober Arcaya se fue trayendo a todo su equipo de trabajo, entre ellos a su pareja e hijos, quienes también trabajan en las artes plásticas y escénicas.
PROYECTOS
Actualmente, Arcaya sigue haciendo sus shows en algunos semáforos de la ciudad, además ha firmado algunos contratos con grupos recreacionales para la formación de nuevos integrantes.
“Gracias a Dios, hasta el momento, Valledupar nos ha tratado bien, desde que llegué estoy enseñando a las personas a hacer circo, malabares, acrobacias, danza aérea, entre otros. Poco a poco se nos empiezan a abrir las puertas en esta ciudad donde somos extranjeros”, manifestó Robert.
Te puede interesar: Muralistas ‘se toman’ el callejón de La Purrututú
Vive en el barrio Ceiba Altagracia con su familia y un grupo de artistas teatreros y malabaristas que migraron desde Venezuela. Concluye, ilusionado, que Valledupar es su nuevo hogar, donde aspira a seguir creciendo como profesional.
Por: Katherine Yojana Sarmiento
katherineperiodismo@gmail.com