El día viernes 25 de septiembre los amantes del folclor vallenato y Colombia, recibimos la infausta noticia de la muerte de un grande de esta música: José María Ramos Rodríguez. Esa sorpresa nos deja aflicción de saber que perdimos uno de los consagrados maestros y cultor de este inconmensurable arte de saber y ejecutar un acordeón. Especialmente a nosotros los urumiteros, nos embarga una tristeza general por la triste partida de un ser con las condiciones como mi compadre ‘Chema’ Ramos.
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Sea esta la ocasión para rendir un sentido homenaje en reconocimiento a la memoria de un “hombre grande” profundamente arraigado a la cultura de Colombia, como músico de vocación y convicción fue un verdadero maestro conocedor de los retos y desafíos que le dio la profesión; comprometido con su arte, nos enseñó a comprender bien explicada con su nota la mejor música del vallenato.
Su ingenio exquisito para picar sus notas, enriqueció el discurso musical vallenato haciéndolo famoso, y como tal, se consolidó como el 10° Rey Vallenato en 1977, ejemplo que legó a su hijo ‘Chema’ Junior como Rey 33° en el año 2000.
Podemos afirmar, que su presencia en una parranda era sinónimo de éxito porque al parrandear con el compadre ‘Chema’ era reencontrarse con las raíces del vallenato tradicional, pues conocía estrofa a estrofa la interpretación magistral con su acordeón.
Ya no contaremos con la presencia física del ‘Décimo’ al no poderlo apreciar en las parrandas. Se nos fue el maestro, pero permanecerá en nuestras memorias, ya que él le ofreció a la señora vida todo lo bien para el recuerdo hasta después de su muerte; tenía razón el escritor y científico Alemán Lichtenberg cuando afirmaba: “la muerte de los hombres de talento es lamentable porque le hacen más falta a este mundo que al cielo”, y nosotros decimos, que la picaresca musical que nos deja ‘Chema’, no se olvida porque la vida de los muertos es la memoria de los vivos.
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Nos deja a todos una herencia para nuestro folclor a través de sus hijos, acordeoneros ‘Chemita’ y Eduard que son buenos exponentes de esta cultura con grandes virtudes artísticas.
Sus recuerdos imperecederos son el producto de un maravilloso y extraordinario ejemplar humano que se alcanzaba a ver a bulto como el valor de virtudes, el hombre bueno e íntegro, consagrado con devotísimo amor a todos sus hijos, era inflexible en el cumplimiento del deber, persona cordial que derramaba euforia y alegría con su labia provinciana, además fue acorazado con un comportamiento moral que lo hacía intocable de conductas perversas; fue cordialidad y bohemia y deja en la más completa orfandad a la música vallenata, a un pueblo, a una nación y en grado sumo, a su tronco familiar en cabeza de Emilda Navarro y de sus hijos José María Junior, Eduard, José Roberto, José José, Yalil José, José Mario, José Alejandro y María José.
Su muerte ha hecho brotar muchas lágrimas en los amigos y familiares que lo queríamos. No podemos escribir esta nota sin reconocer el profundo dolor que deja en sus eternos amigos de su conjunto musical como ‘Chelo’, ‘el Negro de Juya’, ‘el Guaré’, ‘Pipo’ y Armando Liñán. Yo lo recuerdo desde niño cuando empezaba a registrar un acordeón de un teclado y después sí que parrandeábamos bastante con amigos como ‘Cayo’ Mattos, José Maya y ‘Pachito’ Fuentes con motivo de nuestras llegadas de vacaciones de estudiar de Medellín y Bogotá a nuestra entrañable Urumita, se puede decir que hacíamos parte de la lista de sus buenos amigos.
El compadre ‘Chema’ murió como vivió, con entereza y todo su amor lo volcó a todas aquellas personas que tuvieron la gran satisfacción de vivir a su lado. ‘Chemita’ como se le conocía, era un hombre de grandes virtudes humanas, principalmente sus excelsas calidades de hombre integérrimo y carácter vertical, se puede afirmar que en su vida no tuvo una nube de odio, ni la sombra de la baja envidia y tampoco las bajas pasiones pudieron sentarse en él y los que tuvimos la dicha de gozar de su amistad, sabemos de su noble sinceridad y su delicadeza para el trato. Dejó la vida con la simplicidad que depara el no tener más pretensiones que lo verdadero de los afectos, lo certero de sus valores como la honradez que es consustancial solo a los escasos seres humanos que decidieron vivir su vida ajena a todo artificio.
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Hay que afirmar aquí sin dubitaciones que se nos fue un hombre caro a nuestros afectos y guardián del vallenato.
No podemos pasar por alto sin expresar que su herencia musical viene de su padre José María Ramos Rojas, quien fue un acordeonero sobresaliente para la época en que Rafael Escalona vivió en Urumita; allí se hicieron grandes amigos como parranderos de largo aliento, de estas parrandas participaban también Leandro Díaz, Víctor Soto y el viejo Emiliano Zuleta.
El compadre ‘Chemita’, como le decíamos sus viejos amigos desde la infancia, fue el primer hijo que tuvo José María Ramos Rojas y este siguió la línea de su padre como que marcando una dinastía, hasta el punto que empezó como acordeonero a los 15 años hasta ahora en que estaba rebasando los 71 años; como quien dice, duró más de 50 años fogueándose y aportando a las lides del vallenato, de allí su condición de Rey. Deja muchas grabaciones con Carlos Lleras Araújo, Miguel Mora, y con Iván Villazón grabó un clásico y grabó también en colaboración con Poncho Zuleta, Ivo Díaz, Fabián Corrales y Silvio Brito.
Por todo lo expresado y merecimientos de un urumitero ejemplar, lamentamos el deceso de este juglar a quien la Alcaldía en cabeza de Uriel Guerra hizo exaltación y homenaje a este irrepetible caballero del vallenato. Solo nos resta exclamar al Excelentísimo que lo lleve a su Santo Reino para que pueda gozar los beneficios de su Gloria. Paz en su tumba.
Por: Hernán Maestre Martínez.