Esta es la tercera vez, en menos de 3 años, que una kankurua es incendiada en extrañas circunstancias y sin la certeza de quiénes son los responsables.
El primero de los tres casos se presentó en febrero de 2016. En esa ocasión, la quema de elementos tradicionales y espirituales de las kankurúas de los hombres y la de las mujeres en el corregimiento de La Mina, al pie de la Sierra Nevada de Santa Marta, fue calificada como un “atentado al corazón de la cultura kankuama”.
Luego, en agosto de 2017, el turno fue para el corregimiento de Guatapurí. Dos kankurúas -o kankurwas, en el idioma raizal- fueron consumidas por las llamas.
En esta ocasión, el blanco fue la kankurúa de los hombres, en Atánquez, otro de los pueblos indígenas del Cesar que se hallan enclavados en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Aunque los hechos, aislados en el tiempo, albergan de por sí la gravedad de tratarse de un atentado contra la cultura de un pueblo contenida en un sitio ceremonial sagrado; los más recientes no son más que el ápice de otras problemáticas que viene enfrentando el corregimiento de Atánquez, un territorio habitado por cerca de 6.000 personas cuyos pobladores manejan varias hipótesis, aunque todas apuntan a una crisis en la comunidad.
De acuerdo a lo expresado por Jhon Torres, cabildo menor de la comunidad kankuama asentada en Atánquez, el hecho es atribuido a manos criminales partiendo de las advertencias que se habían hecho sobre la posibilidad de que lo ocurrido en La Mina y Guatapurí se repitiera en el corregimiento atanquero.
“Esto ya había ocurrido en otras partes y habíamos recibido advertencias de que podría ocurrir aquí. Creemos que son vándalos de nuestra propia comunidad. Estos procesos organizativos tienen amores y desamores”, indicó el cabildo menor y continuó señalando que el resguardo ha asumido el control de los procesos políticos de la comunidad, lo que ha generado el descontento en un sector de la etnia.
“El pueblo estaba acostumbrado a que dos o tres dominaran la vida política, pero estos pasaron a ser reemplazados por el mismo resguardo”, arguyó el líder y recordó que otros desacuerdos han venido por el manejo de la educación al interior de la comunidad kankuama.
Atánquez Libre, en contra del modelo educativo
El modelo educativo nacional, como manifiesta el líder del movimiento kankuamo ‘Atánquez Libre’, Gustavo Montero, al modelo tradicional impartido en las escuelas convencionales de educación ‘no étnica’, debiera ser implementado en las escuelas en las que estudian los niños y jóvenes de la etnia, y no el modelo Maku Jugoki.
“Hoy en día la educación es competitiva. Y en la medida en que fuimos mirando ese modelo educativo que aminora las asignaturas propuestas por el Estado, también notamos que en las pruebas Icfes también íbamos disminuyendo en calidad educativa”, explicó Montero y aseguró que, en su momento, propusieron un modelo educativo transversal que consistía en implementar el modelo educativo nacional, y complementarlo con el Maku Jugoki; propuesta que no fue acogida, según el líder de Atánquez Libre, porque con este modelo de educación kankuama podría adiestrar a los niños de acuerdo a sus intereses.
Gustavo Montero dice lamentar el hecho de que la mayoría de los hijos de kankuamos deban trasladarse hasta Patillal para recibir la educación tradicional nacional que sí llena las expectativas de los padres de familia de la etnia que aspiran ver a sus hijos estudiando en universidades, carreras profesionales.
Aunque reconoce que este desacuerdo ha prevalecido entre los kankuamos, Montero duda de que este haya sido el motivo de discordia por el que se la haya ocurrido a alguien atentar contra la kankurúa; por el contrario, sospecha de que los motivos obedecen a rumores sobre un posible despilfarro de dineros por parte del cabildo menor y demás gobernantes.
La drogadicción: punto convergente
En medio de los desacuerdos políticos y sociales en torno al manejo de las riendas de la comunidad kankuama de Atánquez, una problemática es el punto en el que convergen: la drogadicción.
Según Maryluz Arias, docente de la comunidad, más de 35 jóvenes han sido identificados como consumidores de droga y, aunque se ha tratado de poner en aviso a sus padres de familia, estos se han negado rotundamente al hecho y, además, rechazan ayudas.
Hasta el momento, y según los kankuamos, ni el gobernador del Cesar, ni el alcalde de Valledupar han volteado la mirada a Atánquez, ni a sus problemáticas; “Pese a todas las señales de humo”.