Los habitantes de Santa Cecilia aún recuerdan esa tarde de enero cuando todo era horror y muerte.
A finales del pasado mes de marzo, miembros del Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, capturaron al desmovilizado paramilitar Víctor Manuel Hernández Ramos, alias Sabañón, integrante del Bloque Norte de las Autodefensas, quien era requerido por un fiscal de la Unidad Nacional de Derechos Humanos, por su presunta participación en la masacre del corregimiento de Santa Cecilia, jurisdicción de Astrea, Cesar, ocurrida en enero del 2000.
En ese momento los medios de comunicación registraron la captura de Hernández Ramos, y muchos ciudadanos recordaron esa sensación de espanto que arropó al Cesar en aquellos días de destierros violentos y masacres por parte de los grupos al margen de la ley.
Para reconstruir esta página del libro que contiene la memoria violenta del Departamento, EL PILÓN habló con uno de los que sobrevivieron a esa tarde de horror y muerte.
El diálogo se registró en la sede de la Unidad de Reparación Integral de Víctimas del Cesar; ahí estabaBerenice* habitante del municipio de Astrea y sobreviviente al ataque que las autodefensas hicieron en Santa Cecilia hace ya más de 13 años. Ella, a sus 68 años, fue quien orientó un recorrido por los rincones de su recuerdo donde se esconden los pedazos de esta negra historia.
Al referirse a la población de Astrea, Berenice describió los lugares de la zona que le recordaban su infancia, hasta llegar a la pequeña plaza de Santa Cecilia; ahí empezó a describir los hechos.
“Ellos sabían a quienes iban a matar” dijo la sobreviviente mientras miraba un punto fijo perdido en la nada. Con la voz algo temblorosa señaló que, poco antes de las tres de la tarde escuchó los gritos de la gente y las voces de muchos hombres.Al salir de su casa situada a la vuelta de la plaza, vio que el caserío estaba tomado por unos 50 hombres armados que vestían uniforme militar.
En su relato, Berenice dijo que con lista en mano, los hombres armados que se identificaron como miembros de las Autodefensas, separaron con nombre propio a 11 personas y se las llevaron a la plaza principal. En ese punto se detiene y mira al piso. “Ellos sabían que iban a morir… todos lo sabíamos”
Buscando la precisión de los detalles en algún rincón de su memoria, Berenice aseguró que “los malditos paracos” entraban a las casas de los que estaban en su lista y los sacaban a la fuerza,llevándose por delante a todo aquel que intentara interceder. “No tenían corazón”
Berenice describe con particular dolor, el caso de una niña de no más de cinco años que se aferraba a la pierna de su mamá. La mujer, una de las víctimas de ese día, era sacada a la fuerza con la ayuda de perros “endemoniados” que le arrancaban la piel.
Con todo el desprecio que podía incluir en sus palabras, la afligida guía, culpó de estas muertes al entonces jefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias El Tigre. Según ella, él les dio la orden de que no los mataran enseguida, sino que los mantuvieran atados en la plaza principal del corregimiento.
Casi que de manera teatral, Berenice narró cómo estuvieron las víctimas, atadas de mano y de rodilla al piso, suplicando que no las mataran. En ese instante llegaron a su mente las palabras que decía el líder de la tropa “Miren, todos miren, ellos saben porqué están aquí y también saben por qué van a morir”
Además de los muertos, ese día los paramilitares que hicieron la masacre, convirtieron a Santa Cecilia, según Berenice, en su finca de vacaciones. Andaban por las pequeñas y destapadas calles del lugar como ‘Pedro por su casa’.
Al tocar ese punto la desplazada aseguró que la Policía no hacía nada porque trabajaba de la mano con los paramilitares “Esos son peor de bandidos que los mismos paracos”, aseguró la mujer e hizo una mueca de inconformidad.
A trece años de uno de los capítulos mas oscuros en la historia del Cesar, la calma aún no regresa del todo a la humilde población. Aun hay casas medio en ruinas, testigos de ese día de muerte, que sus pobladores nunca podrán olvidar.
En la parte legal, la Justicia ha intentado mitigar el dolor de los familiares y amigos de las víctimas mediante los programas de Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto y con importantes capturas y condenas.
La primera de ellas es la pena impuesta al exjefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias El Tigre,a quien el Juzgado penal Especializado de Descongestión Adjunto de Valledupar encontró responsable, en calidad de coautor, de la masacre ocurrida en el mencionado corregimiento.
El segundo golpe a los autores de esta masacre fue la mencionada captura de Alias ‘Sabañón’, quien entre su larga lista de actividades ilícitas, está su participación en esta masacre.
Néstor Antonio Ortega Marín, corregidor de Santa Cecilia; Darwin Salcedo Rangel, profesor, y su esposa Rosa Elvira Rojas Quintero, propietaria de una tienda; Humberto Marín Polo, pescador y agricultor, y su hija Luz Aída Marín Pertuz, presidenta de los hogares del ICBF y dueña de un billar; Eulices Coronado García, y su hijo Eulices Coronado Vidal, ambos agricultores; Ernesto Ortega Iturriales, agricultor; Libardo Ortega Durán, jornalero; Eusebio Acuña Arrieta, vendedor de pescado, y José Gregorio Barrera Andrade, fueron víctimas de esta masacre que el Cesar no podrá borrar en la historia de una época marcada por el terror.
“Después de eso nadie vio ni escuchó nada, todos decíamos que la plaza estaba sola, pero mentira… yo vi y todos vimos cuando los mataron, eso era lo que ellos querían”. Nombre cambiado, para proteger la identidad de la víctima.
Los habitantes de Santa Cecilia aún recuerdan esa tarde de enero cuando todo era horror y muerte.
A finales del pasado mes de marzo, miembros del Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, capturaron al desmovilizado paramilitar Víctor Manuel Hernández Ramos, alias Sabañón, integrante del Bloque Norte de las Autodefensas, quien era requerido por un fiscal de la Unidad Nacional de Derechos Humanos, por su presunta participación en la masacre del corregimiento de Santa Cecilia, jurisdicción de Astrea, Cesar, ocurrida en enero del 2000.
En ese momento los medios de comunicación registraron la captura de Hernández Ramos, y muchos ciudadanos recordaron esa sensación de espanto que arropó al Cesar en aquellos días de destierros violentos y masacres por parte de los grupos al margen de la ley.
Para reconstruir esta página del libro que contiene la memoria violenta del Departamento, EL PILÓN habló con uno de los que sobrevivieron a esa tarde de horror y muerte.
El diálogo se registró en la sede de la Unidad de Reparación Integral de Víctimas del Cesar; ahí estabaBerenice* habitante del municipio de Astrea y sobreviviente al ataque que las autodefensas hicieron en Santa Cecilia hace ya más de 13 años. Ella, a sus 68 años, fue quien orientó un recorrido por los rincones de su recuerdo donde se esconden los pedazos de esta negra historia.
Al referirse a la población de Astrea, Berenice describió los lugares de la zona que le recordaban su infancia, hasta llegar a la pequeña plaza de Santa Cecilia; ahí empezó a describir los hechos.
“Ellos sabían a quienes iban a matar” dijo la sobreviviente mientras miraba un punto fijo perdido en la nada. Con la voz algo temblorosa señaló que, poco antes de las tres de la tarde escuchó los gritos de la gente y las voces de muchos hombres.Al salir de su casa situada a la vuelta de la plaza, vio que el caserío estaba tomado por unos 50 hombres armados que vestían uniforme militar.
En su relato, Berenice dijo que con lista en mano, los hombres armados que se identificaron como miembros de las Autodefensas, separaron con nombre propio a 11 personas y se las llevaron a la plaza principal. En ese punto se detiene y mira al piso. “Ellos sabían que iban a morir… todos lo sabíamos”
Buscando la precisión de los detalles en algún rincón de su memoria, Berenice aseguró que “los malditos paracos” entraban a las casas de los que estaban en su lista y los sacaban a la fuerza,llevándose por delante a todo aquel que intentara interceder. “No tenían corazón”
Berenice describe con particular dolor, el caso de una niña de no más de cinco años que se aferraba a la pierna de su mamá. La mujer, una de las víctimas de ese día, era sacada a la fuerza con la ayuda de perros “endemoniados” que le arrancaban la piel.
Con todo el desprecio que podía incluir en sus palabras, la afligida guía, culpó de estas muertes al entonces jefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias El Tigre. Según ella, él les dio la orden de que no los mataran enseguida, sino que los mantuvieran atados en la plaza principal del corregimiento.
Casi que de manera teatral, Berenice narró cómo estuvieron las víctimas, atadas de mano y de rodilla al piso, suplicando que no las mataran. En ese instante llegaron a su mente las palabras que decía el líder de la tropa “Miren, todos miren, ellos saben porqué están aquí y también saben por qué van a morir”
Además de los muertos, ese día los paramilitares que hicieron la masacre, convirtieron a Santa Cecilia, según Berenice, en su finca de vacaciones. Andaban por las pequeñas y destapadas calles del lugar como ‘Pedro por su casa’.
Al tocar ese punto la desplazada aseguró que la Policía no hacía nada porque trabajaba de la mano con los paramilitares “Esos son peor de bandidos que los mismos paracos”, aseguró la mujer e hizo una mueca de inconformidad.
A trece años de uno de los capítulos mas oscuros en la historia del Cesar, la calma aún no regresa del todo a la humilde población. Aun hay casas medio en ruinas, testigos de ese día de muerte, que sus pobladores nunca podrán olvidar.
En la parte legal, la Justicia ha intentado mitigar el dolor de los familiares y amigos de las víctimas mediante los programas de Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto y con importantes capturas y condenas.
La primera de ellas es la pena impuesta al exjefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias El Tigre,a quien el Juzgado penal Especializado de Descongestión Adjunto de Valledupar encontró responsable, en calidad de coautor, de la masacre ocurrida en el mencionado corregimiento.
El segundo golpe a los autores de esta masacre fue la mencionada captura de Alias ‘Sabañón’, quien entre su larga lista de actividades ilícitas, está su participación en esta masacre.
Néstor Antonio Ortega Marín, corregidor de Santa Cecilia; Darwin Salcedo Rangel, profesor, y su esposa Rosa Elvira Rojas Quintero, propietaria de una tienda; Humberto Marín Polo, pescador y agricultor, y su hija Luz Aída Marín Pertuz, presidenta de los hogares del ICBF y dueña de un billar; Eulices Coronado García, y su hijo Eulices Coronado Vidal, ambos agricultores; Ernesto Ortega Iturriales, agricultor; Libardo Ortega Durán, jornalero; Eusebio Acuña Arrieta, vendedor de pescado, y José Gregorio Barrera Andrade, fueron víctimas de esta masacre que el Cesar no podrá borrar en la historia de una época marcada por el terror.
“Después de eso nadie vio ni escuchó nada, todos decíamos que la plaza estaba sola, pero mentira… yo vi y todos vimos cuando los mataron, eso era lo que ellos querían”. Nombre cambiado, para proteger la identidad de la víctima.