Ayer iniciaron los actos conmemorativos del centenario de Alejo Durán en el municipio de El Paso, cuyo evento principal fue un foro en el que se discutió sobre la vida y obra de este juglar. Hoy continúa la programación con cubrimiento especial de EL PILÓN.
Es un relato que se narra en tiempo presente, así el protagonista ya no se le vea en las casetas, así hayan pasado cien años desde que nació, así ya no esté entre los vivos, Alejo Durán es un verbo que expresa y seguirá expresando acciones, procesos y estados del alma de la gente en El Paso y de todos los puntos geográficos que con su cantar conquistó. Esa es una verdad comprobada este viernes, durante la conmemoración del centenario de su natalicio, cuando su pueblo rebosó de gente proveniente de lugares cercanos y lejanos, que le llevaron como presente el amor y la admiración que nacen en los niveles más profundo del alma.
Muchos aquí han dormido poco los últimos días, bien sea porque han estado sumergidos en los preparativos de la fiesta de cumpleaños in memoriam, porque han venido atravesando caminos para llegar o porque la emoción de recibir a tanta gente en torno a un sentir común, que es exaltar a un hombre de aquí: Gilberto Alejandro Durán Díaz, nacido el 09 de febrero de 1919.
Las tamboras sonaron temprano, en una alborada que anunciaba el comienzo de la fiesta. El pueblo entero, con sus niños, jóvenes, adultos y ancianos se volcó a las calles para recorrer con cantos y bailes las calles por las que Alejo anduvo. Los estudiantes no fueron a clases, los profesores participaban en los desfiles, las bandas cívicas hacían su mejor gala y las cantadoras tenían un melisma especial en sus voces, tal vez infundido por el homenajeado desde su eternidad.
Todos los equipos de sonido daban la bienvenida a propios y forasteros con cantos del legendario juglar. Así, al pasar por aquí, se escuchaba a Alejo decir que si se muere “les voy a pedir un favor me lleven al cementerio mi pedazo de acordeón”, y al pasar por acá, aparecía contando un relato de una vez que su morena al llegar a la carretera, “mi negra se fue llorando y a mí esas cosas me duelen; se la llevó un maldito carro, aquel 039”.
Y ella, ‘su negra’, Irene Rojas, la musa del inmortal, estaba ahí, con los ojos aguados, complementando la historia del canto, contando que ese viaje ocurrió cuando aún no tenían amores, que vivieron tres años en Magangué, que se dejaron porque él la dejó sola en Magangué y se fue para Mompox cuando estaba embarazada de Alejo Durán Rojas ‘El Negro’, que nunca más vivieron juntos, pero que el amor sigue vivo: “Todavía lo amo. Lo tengo en mi corazón. Conviví con otro hombre y tengo dos hijos con él, pero a Alejo lo amo”.
Es un amor inmortal que trasciende lo humano, que se experimenta de forma colectiva en El Paso, que perdura a través de los tiempos y las ausencias, una fábula sublime que llena de orgullo a sus paisanos y contagia a los que llegan allí. “Fue una gran persona, complacía mucho a sus paisanos, nos alegraba con su música”, dijo Martina Ospino Santander, mujer octogenaria de El Paso. “Fue un acordeonero muy grande que se ganó el primer festival y después se volvió muy famoso y llenó de orgullo a nosotros”, recitó Frank Mendoza, de 15 años, añadiendo fechas exactas a su relato.
Y a medida que transcurrían las horas, el pueblo se colmaba de gente. Que una visita guiada a la Casa Museo Alejo Durán, que abrazos y reencuentros entre su hermano Nafer, sus hijos, sobrinos, mujeres, seguidores, incluido Andre Oystein Scetne, un noruego que llegó al Caribe colombiano y, seducido por la magia de la cultura de aquí, abandonó todo en su patria y se vino a exaltar la cultura a través de un museo; ayer se le vio bailando y cantando canciones de Alejo, animándolas con los distintivos del juglar: Oa, Apa, Sabroso.
Carlos Vives, padrino de Ley Alejo
En horas de la tarde de ayer alcanzó su punto más alto la emotividad de la conmemoración. “Si nos vamos a poner hablar de Alejo podríamos amanecer con los personajes que estoy viendo. Estoy muy emocionado, tantas personalidades que podrían contar cosas de él y creo que nos nutrirían mucho. Represento una generación posterior a la de Alejo y Náfer.
Decidimos trabajar la música que nos pedían nuestros tiempos”, dice emocionado el cantante samario Carlos Vives, quien ha grabado cuatro canciones del juglar, participó el año pasado cantando ‘el sombrero de Alejo’ (de Carlos Huertas Jr.) y llegó a El Paso para convertirse en padrino de la Ley Alejo o Ley 1860.
Que la música a uno lo une y lo ata a la gente, a la historia, a la familia y escoger trabajar con los vallenatos y las cumbias le producía tremenda felicidad, habiendo estado por fuera, haciendo conciertos, haciendo novelas, para un día tomar la decisión de hacer la música propia, con nuevos sonidos, como Altos del Rosario; grabarlos de manera diferente, sin que sintiera nunca que ese sentimiento de Alejo se fuera de la canción. “Lo que nos producía cantar esa canción nos mantenía conectados”.
“Alejo y la familia eran los eslabones que podían hacer entender la conexión de la cumbia y el vallenato, pero cuando empecé a aprender geografía me di cuenta que el río Cesar como afluente tenía mucho que contar. ¿Cómo así, si Alejo era negro fue el primer rey vallenato” y exteriorizó muchas inquietudes que lo asaltaron y que sólo pudo resolver recorriendo el territorio. “El día que volví a esta casa entendí más; conocí las tamboras de El Paso, Tambores de San Marcos; a Rosa Emilia Hernández, y yo no había escuchado una tambora como la de aquí”.
La atención del auditorio estaba centrada en las palabras del artista, que entonces cantó con Rosa Emilia Hernández, para luego hacer un llamado por la identidad territorial, por la apropiación social. “Yo no sé si todos sabemos dónde estamos. A lo mejor hasta el nombre nos lo puede explicar.
El compromiso es gigante. No sólo es el compromiso de la Fundación por un género, que es más grande que el mismo género. Esto es una capital, que uno conoce las familias de este pueblo y se da cuenta el potencial que tiene, la diversidad, cómo podemos potenciarlo si creemos en eso. Donde están nuestros sueños, ¿nos queremos ir o trabajar por nuestra esencia y hacer un lugar que la gente quiera quedarse? Y luego se dirigió a Náfer, el presentador Juan Rincón le recordó la canción ‘Sin ti’ y Vives hizo silencio porque las lágrimas no le permitieron continuar.
Fue un encuentro de homenajes y reconocimientos, con la presencia de reyes vallenatos, como Hugo Carlos Granados, Álvaro López, Julián Mojica, Wilber Mendoza, llevados desde Valledupar como regalo de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, cuyo presidente, Rodolfo Molina Araujo, recibió una exaltación. “Los vamos a acompañar por siempre. Los reyes vallenatos son un regalo a este pueblo que es de nosotros del alma”.
Y avanzó la tarde, con otros reconocimientos: al senador José Alfredo Gnneco como ponente de la Ley Alejo; a Náfer Durán y Luis Durán Escorcia, entre otros. El cantante Gusi, quien también llegó atraído por la grandeza de Alejo Durán, cantó sus canciones con los reyes vallenatos. “Soy una de las voces jóvenes que se ha influenciado por el canto de Vives y por supuesto del maestro Alejo; es la música que yo amo”, dijo.
Y cuando correspondió el turno a Luis Durán, presidente de la Fundación Alejo Vive, de entregar la exaltación a Carlos Vives, le pidió que apadrinara la Ley Alejo, que “quiero que El Laso se a testigo para que seas el protagonista de esta nueva historia, quiero que seas el padrino de la Ley 1860, así como lo es José Alfredo, la vida y la historia te lo van a agradecer”.
“Estoy feliz porque estamos haciendo cosas y también estoy usando mi vocería para que rescatemos la memoria y nuestros hijos se sientan orgullosos de lo que son, del lugar donde nacen y el sueño no sea irse; esa capacidad ponerla al servicio de la comunidad. “Cuente conmigo”.
Antes de irse Carlos Vives del evento repleto de personalidades, entre los que se contaban muchos candidatos políticos y compositores vallenatos, anunció una sorpresa que está preparando con Gusi y advirtió que del 26 al 30 de abril no estará para nadie, pues se vendrá a Valledupar al Festival Vallenato.
Los reconocimientos terminaron, se cumplió el conversatorio Vida y obra de Alejo Durán, y el pueblo se sumió en una sola melodía que rinde honores eternos a un ser inmortal, al tiempo que gritaban al unísono: ¡Alejo vive!
Por María Ruth Mosquera/ EL PILÓN