‘Gladiadores del Folclor’ es el título del próximo libro del periodista y escritor William Rosado Rincones, que ya está en proceso de edición. Tuve el honor de escribir el prólogo, y quiero compartir con los lectores algunos fragmentos.
En su nativa Valencia de Jesús, las manos infantiles de William Rosado Rincones aprendieron los secretos de amasar el barro para hacer ladrillos; con la debida precaución de contarlos al final de la jornada, decide marcarlos con una letra para distinguirlos de los otros alfareros. Cada día los marcaba con una letra diferente. Y como se distraía en sus sueños de ser periodista y escritor, sus compañeros de faena lo bautizaron «El alfarero de las letras».
Con paciente perseverancia y disciplina de trabajo nos presenta este libro, en donde describe a un grupo de hombres luchadores en innumerables batallas por la defensa de la música vallenata. El primero de los gladiadores es Alberto Fernández Mindiola, su nombre figura en la génesis del canto vallenato y de otros ritmos caribeños.
Fue el primero en grabar la canción ‘Te olvidé’, en 1954, que se convierte en himno oficial del carnaval de Barranquilla. En la década del 60 popularizó los cantos de Rafael Escalona, con el conjunto de guitarras de Julio Bovea. Vale decir que Valledupar está en deuda con este artista. No hay que esperar su muerte para hacerle el merecido homenaje.
Hago una breve digresión para contar que mi admiración por este cantante empieza en diciembre de 1962, cuando mi madre Juana Mindiola, maestra de Mariangola, llega de Valledupar con el álbum ‘Los Cantos vallenatos de Escalona’, y dijo orgullosa: “Aquí canta mi sobrino Alberto Fernández Mindiola, hijo de mi hermana Beatriz y Luisito Fernández, la tarde será para escuchar estas canciones”. Tenía yo nueve años, y mientras escuchaba ‘La casa en el aire’ miraba el cielo buscando en las nubes la casa de Escalona.
Prosigo. Entre los compositores que dan vida a estas páginas se mencionan: Armado León Quintero, el rapsoda de las montañas de Codazzi, memorable surtidor de anécdotas en las parrandas de Bogotá –década del 60–, muy celebrado por amigos cómplices: Víctor Soto, Pablo López y Pedro García. Su canción de mayor éxito, ‘Amor ausente’, grabada por Calixto Ochoa y después por Diomedes Díaz.
Crispín Rodríguez, locutor y compositor de fina melodía y exquisita poesía. Su primer éxito ‘El bello castillo’, en la voz de Jorge Oñate y el acordeón de Miguel López. Su tema más popular, ‘Bajo el palmar’, lo canta Diomedes Díaz con Colacho Mendoza. Idelfonso Ramírez Bula, autor de ‘Rosa jardinera’, grabada por Jorge Oñate con Miguel López. Apenas le grabaron nueve canciones, y fueron suficientes para demostrar que el artista vale por la calidad de su obra, no por la cantidad.
Resalta asimismo compositores que con metáforas de acento vegetal y perfume de río cantaron a la naturaleza y al amor: Nicolás Maestre, Juancho Polo Valencia, Luciano Gullo Fragoso y Nicolás Bolaño, compositor de ‘Cómo hacer una canción’, grabada por Armando Moscote y Norberto Romero. Una manera didáctica de explicar que, en el artista, el proceso creativo no procede de los afanes, sino que tiene sus momentos y sus razones.
Por José Atuesta Mindiola