El Festival es un bálsamo para los vallenatos en una semana, el sonido encantador del acordeón, el repicar de la caja y el brillo de la guacharaca logran fundar una realidad fantástica. En nuestra fiesta “pro tempore” los pesares descansan y se confortan los bolsillos de todos.
La envergadura del Festival Vallenato ha tenido un proceso de evolución para lograr trascender. Hoy cuando se habla de vallenato el mundo evoca a Colombia. Evolucionar para la música vallenata no fue un proceso sencillo. Nuestros intérpretes lograron repercutir surcando largos caminos, pedregosos y polvorientos, enfrentaron el descrédito de las zonas inexpugnables fundadas por las elites nacientes, sin embargo, raudos continuaron escribiendo historias musicales con mensajes desinteresados, inherentes a los cultores de poesía y al escritor contador de historias, conservando la nobleza y estirpe campesina, que sin lucro de la oportunidad apropiaron la implementación de la juglaría.
Es natural que los avances y cambios definidos como modernidad musical hayan tocado las colindancias de la música vallenata, no es por suerte que nuestro folclor sea galardonado en los Premios Grammy Latino. El Festival de la Música Vallenata mantiene la originalidad de folclor, a través del espíritu del concurso que con notas auténticas en la interpretación de los cuatro aires (Merengue, Paseo, Son y Puya) corona como rey vallenato al mejor acordeonero. Mantener la esencia folclórica debe ser una consigna inmarcesible que carga sobre sus hombros la Fundación del Festival de La Leyenda Vallenata.
A pesar de estos preceptos el subjetivismo asoma en la música indistintamente del género creando comparaciones, incluso soslayando los gustos, la época y las edades, por lo tanto, se hace necesario discernir la discusión entre los ortodoxos del folclor y los gestores de la innovación promovida por la exigencia de la industria discográfica.
La música vallenata es una marca que identifica a Colombia en el mundo. Cuenta con un semillero imperecedero con fertilidad e ingenio para cantar, componer y tocar el acordeón, caja y guacharaca, brotan como lo hace el río Guatapurí en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. No obstante, las diferencias de carácter político han conspirado en contra de la extensión de la diversificación de eventos creados a partir de la impronta de la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata.
La administración del Parque de la Leyenda no debería constituir una disputa de poder político y electoral. Ese escenario es un patrimonio del salón de la fama de nuestra música, es, con el centro cultural de la música vallenata el punto de inflexión para el diseño de una política pública tangible y viable, que permita viabilizar la cacareada industria o turismo cultural, como instrumento que implante el posicionamiento de la ciudad como atractivo turístico.
La forma en que se gobiernen y desarrollen las ciudades del futuro dependerá en gran parte de sus administradores y de tres variables sobresalientes: gobierno efectivo y transparente, ciudadanía más informada, responsable y participativa y el trabajo en alianzas en torno al tema de calidad de vida. Llegó el momento de ponernos de acuerdo, porque la lucha por los votos está sumiendo las fortalezas de nuestra riqueza folclórica. Nos asiste el deber de hacer de Valledupar un atractivo turístico, preparándola con sus mejores galas y apropiando que somos un territorio donde se rinde tributo a la amistad, se comparte alegremente a ritmo de caja, guacharaca y acordeón debajo de la espesura que ofrecen los palos de mango. La riqueza de nuestro folclor debe estar en el radar del turismo nacional e internacional.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12