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¡Viene El Niño!

En la fábula de Esopo, el pastorcito mentía a sus vecinos con el lobo y cuando de verdad llegó la fiera, se tragó las ovejas sin remedio. Algo similar sucede con el IDEAM frente a los pronósticos sobre El Niño. Y digo similar porque no voy a tildar de mentirosa a una institución que valoro por su seriedad en las predicciones climáticas.

En medio de pronósticos internacionales que van desde un Niño moderado hasta una gran sequía, a comienzos de año el IDEAM daba un 47% de posibilidades y lanzó una alerta temprana. En abril las probabilidades de que empezara a mediados de año subieron a 68%, y a 79% para su fase crítica en el último trimestre. En su último boletín, la probabilidad es de 73% para la fase inicial y 82% para su desarrollo entre octubre y diciembre, hasta el primer trimestre de 2015.

Llegó El Niño y aunque el IDEAM ha alertado a las instancias gubernamentales, no ha sido escuchado y poco se ha hecho para prepararse. Los alcaldes, gobernadores, las CAR o el Ministerio de Ambiente no han reaccionado, en medio de las pasiones del debate electoral y la anestesia mundialista.

Aunque el Fenómeno presenta diferencias regionales, yo tengo mi pronóstico sobre lo que he podido constatar. Nunca había visto tan secos a los ríos Guatapurí y el Cesar en el Cesar, y al Ranchería en La Guajira, que están al 20% o menos de su caudal para la época. En Casanare, el agua que reciben las llanuras inundables es inferior al histórico e insuficiente para resistir otra sequía.

El país no olvida las imágenes de animales muertos en el desértico paisaje casanareño, pero parece que las autoridades sí las han olvidado. A instancias de Fedegán, el Ministerio de Agricultura y el Fondo Nacional del Ganado, adelantan un programa de alimento subsidiado a través de 25 bodegas, importante pero insuficiente, pues no solo se necesitaría triplicar ese esfuerzo, sino garantizar el agua para los animales.

En un país que aplaza las soluciones, pues lo urgente desplaza a lo importante, el Gobierno debe atacar esas urgencias con programas de contingencia, costosos pero necesarios para evitar un desastre económico y social en las regiones afectadas. Y también se debe pensar en lo estratégico, pues los desarreglos ambientales nos obligan a enfrentar Niños y Niñas más intensos y frecuentes.

Pero no vemos esa urgencia. El Ministerio de Ambiente afirma que no es entidad ejecutora sino de política, pero tampoco vemos las políticas. Mientras tanto, es patético el peloteo entre las CAR, entes territoriales y entidades de prevención de desastres. Habría que hacer otra versión de la fábula, en la que el pastorcito no es mentiroso y grita: ¡Qué viene el Niño!, pero sus vecinos, ya no por incredulidad sino por irresponsable indolencia, hacen oídos sordos y se resignan a la tragedia.

@jflafaurie

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