Por: Imelda Daza Cotes
La promoción de un nuevo modelo de sociedad en la vecina república se ha constituido en el fenómeno más controvertido de los últimos tiempos. La opinión mundial se ocupa insistentemente del tema, y de un país relativamente ignorado en el concierto internacional pasó a ser el más observado. Sorprende la preocupación por el desabastecimiento de productos, la inflación y la persistencia de la reelección presidencial en Venezuela
En Europa, Africa y Asia hay poderosas monarquías-hereditarias; en Europa se reeligen primeros ministros año tras año; el hambre y la desigualdad azotan a dos tercios del planeta, no cesan las guerras que sólo benefician a sus promotores y a la industria armamentista, pero nada de eso incomoda a los falsos demócratas. Los medios de comunicación destacan sólo lo que conviene a los intereses que representan. El quid del asunto es que Venezuela optó por un proyecto de país que atenta contra los intereses del gran capital representado por las transnacionales petroleras y su aliada, la banca internacional.
Pero dado que el proceso venezolano se ha desarrollado en el marco de la democracia occidental los partidos contrarios al gobierno han participado en elecciones, cuentan con representación en los órganos legislativos y hacen oposición. El problema es que no han logrado conformar una mayoría, han perdido 18 de 19 elecciones populares y después de quince años de gobierno chavista parecen agotados, confundidos y la desesperación los llevó a delirar otra vez con un golpe de estado. Los anima el gran apoyo exterior, pero los enreda la falta de UNIDAD
Las rivalidades entre líderes-opositores llevaron a Leopoldo López y Corina Machado a confrontar fuerzas con Capriles. Las acciones de protesta derivaron en violencia y muertos. Capriles no compartió este proceder; todo indica que hay afán por desplazarlo como líder porque, al parecer, decidió cambiar de discurso y buscar otra vía para llegar al poder. Sus consejeros lo han convencido de que el gobierno cuenta con respaldo mayoritario y tratar de romperlo apelando a la fuerza bruta es equivocado porque la violencia fortifica la unidad chavista y genera rechazo inclusive entre opositores. Dicen también que los vínculos con la extrema derecha y el paramilitarismo colombiano afectan la relación con Santos y eso no conviene. Capriles parece dispuesto a maniobrar políticamente a mediano plazo con una propuesta menos destructiva y más atractiva a los sectores populares, intenta mostrarse conciliador y no le importa emplear símbolos chavistas. Puro oportunismo.
La derecha internacional le está pasando a Venezuela la “cuenta de cobro” por el éxito de la II Cumbre de CELAC en La Habana.