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Vallenatos del mundo: crónicas sobre la inmigración

El próximo viernes 10 de julio se realizará el lanzamiento vía streaming de ‘Vallenatos del mundo’, un hermoso libro que tiene dos autores: Luis Barros Pavajeau, el cronista, y Andrés Sotomayor, el fotógrafo. Esta obra escudriña los recuerdos y la tenacidad de unos inmigrantes que encontraron en Valledupar un lugar para echar sus raíces, un paraíso personal. A continuación, una charla con Barros Pavajeau, quien con sus palabras nos conduce a un verdadero viaje sin retorno.

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Aunque parezca un interrogante ingenuo o retórico, a la hora de hablar sobre Vallenatos del mundo resulta esencial preguntar: ¿cómo surgió la idea de escribir un libro sobre emigrantes que viven en Valledupar?

La idea me viene porque cuando uno lee diferentes textos históricos sobre la ciudad, se menciona uno que otro extranjero residente en Valledupar o en la región. Siempre me causó curiosidad saber qué pensaban sobre el territorio, sus gentes y costumbres. Mira que Luis Striffler en el siglo XIX nos ve complacidos con nuestro aislamiento.

Quizá la vallenatía tiene ese rasgo de creerse la bolita del mundo, como dice el poeta sandiegano Pedro Olivella Solano. Pero si lo piensas bien, todas las culturas en ese particular son iguales; establecen su civilización en un centro del mundo que leen a la perfección; lo de afuera, lo extranjero, es barbarie. Vallenatos del mundo, es un oficio de memoria. Me apresuré a escribirlo para atesorar los testimonios que se perderían si alguno de estos inmigrantes muriera.

Luis Barros
Andrés Sotomayor

¿Puede definirse la inmigración, más allá del espacio al que se arribe finalmente, como la búsqueda del paraíso personal y familiar?

Sí, indiscutiblemente. Cicerón afirmaba que “donde quiera que se esté bien, allí está la patria”. Hablamos del ser humano y sabemos que motivaciones hay muchas. Pero en este particular, pienso que si uno sale de la suya, lo hace en pos de unos sueños, vivir en paz y/o ampliar sus horizontes. Prefiero una patria personal a una de fronteras geográficas. Hoy en día por la globalización, el término de frontera es ambiguo.

¿Cómo fue el proceso creativo entre Andrés Sotomayor (la imagen que revela al protagonista) y tú (el lenguaje que narra la historia)?

Nos sentamos a conversar. Yo quería unos testimonios frescos, tranquilos, sin obligatoriedad o imposturas. Incluso hice contactos con otros extranjeros residenciados acá pero no quisieron participar. Fue una lástima pero entendí que también estaban en su derecho. Los textos determinaban las fotografías. Andrés Sotomayor, lo entendió al instante. No quisimos filtros de idealización tan normales en estos días. Queríamos que nuestros personajes, aparecieran tal como eran en sus universos cotidianos.

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¿No crees que pudiste meterle más literatura a este libro para hacerlo aún más cautivante?

Jajajaja. Esta pregunta parece un dado cargado. Vamos a ver qué opinan los demás lectores. Para mí, es cautivante haberme sentado con estos personajes y escuchar sus historias. Son ocho miradas sobre Valledupar, pero también son ocho miradas de otras ciudades del mundo que asoman como una especie de juego especular. Eso hace parte del ejercicio democrático que tanto necesitamos hoy en día; mi yo sólo es posible desde tu otredad.

Vallenatos del mundo es un libro completamente hecho en Valledupar. Al leerlo uno encuentra que no sólo se trata de una obra bien narrada, sino también diagramada y editada de forma hermosa: ¿cómo hacemos para que este tipo de obras transcienden más allá de nuestros espacios parroquianos?

Me dices que Vallenatos del Mundo es una obra de dos autores: Barros Pavajeau y Sotomayor.  Quizá Vallenatos del Mundo es de mucha más gente. Irene Meléndez colaboró en la diagramación y el diseño de la cubierta. Y lo mismo ocurrió con el editor. Aunque no nos lo propusiéramos, en el camino terminamos un producto netamente vallenato, que muestra que desde la región hacemos productos de calidad.Uno encuentra mucha gente que te da palmaditas en el hombro y te dice: “Qué buena idea, qué gran proyecto, miramos y te avisamos”.  Y no pasa absolutamente nada. Yo le agradezco a Frank Montero Villegas, director de Comfacesar, quien se entusiasmó y dijo: “Quiero publicar este libro”. Esa es una ruptura, un punto de quiebre con muchas organizaciones gubernamentales o no, que se quedan en las buenas intenciones.

A pesar de su crecimiento poblacional y urbanístico, ¿Valledupar sigue siendo como la definió (así lo señalas en el libro) el poeta nadaísta Gonzalo Arango: “… ¿Estoy en el umbral de Macondo, reino de lo inesperado, en el que lo único fantástico es la realidad”?

No sé. Pienso que el umbral de Macondo no se reduce a lo bucólico. Aunque haya un crecimiento urbanístico, la realidad fantástica sigue apareciendo por ahí. Creo que Valledupar continúa siendo para muchas personas una idea robusta de la felicidad. Pero Valledupar son mil ciudades y la de este libro, es la suma de las historias que amarraron sus inmigrantes. Una ciudad que los recibió y los asimiló. Valledupar sería otra sin ellos.

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 Finalmente, después del lanzamiento en 2005 de Ciudad Babel, muchos de tus lectores nos hemos quedado esperando con ansias la publicación de tu segunda novela, ¿Cuándo terminará esta zozobra literaria?

Te agradezco la espera, Silva, pero sabes que el oficio no se desenvuelve así. Tengo cosas guardadas por ahí que quizá algún día adquieran sentido. Pero mientras tanto, estoy trabajando con leyendas e historias nuestras, porque creo que debemos reconocernos en esa narración para dialogar con la historia del arte de Occidente. Aún hoy día, tenemos muchísimo que contar.

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