Los avances de la tecnología, el imperio de las redes sociales y de ñapa la pandemia de la covid-19 al parecer han contribuido a que se aumente el número de estudiosos, y consiguientemente de expertos en música vallenata, los hay de todas las edades, de todas las regiones, pululan en páginas webs, medios de comunicación digitales y convencionales, dictan conferencias, simposios, seminarios, conversatorios, talleres, webinars, cursos y demás
Asesoran a alcaldes, gobernadores, festivales; escriben artículos, columnas, crónicas, libros; hacen videos, podcasts; narran historias, cuentos, anécdotas y hasta chistes, sobre la música vallenata.
Hace unos años quienes se atrevían a escribir sobre vallenato eran un grupo reducido que, incluso, se podían contar con los dedos de las manos, ellos hacían investigaciones que luego las plasmaban en libros publicados por editoriales serias del nivel nacional.
Hoy muchos presupuestos municipales y hasta departamentales se malgastan, pagándoles a quienes se autodenominan conocedores, gestores y avezados dirigentes de buena parte de la cultura musical del Caribe colombiano, concretamente del vallenato.
Se pusieron de moda los conversatorios presenciales y virtuales, lo que hace que en cada pueblo de la costa haya decenas de conversadores sobre la música vallenata, luego entonces, para qué buscar a Tomas Darío Gutiérrez, Ciro Quiroz Otero, Julio Oñate Martínez, Félix Carrillo Hinojosa o Rafael Oñate Rivero, por solo mencionar algunos.
Es muy cierto que aquellos parranderos de la época dorada del vallenato, en su gran mayoría, ya se encuentran pensionados y tal vez ahora tienen más tiempo para pontificar de lo divino y humano del folclor; han aparecido por esta época muchos expertos en acordeón pero no son capaces de sacarle a ese instrumento una sola nota, afirman a pie juntillas que fulano toca más que zutano, que perencejo se desafina o desentona, hablan de color de voz, de historia del vallenato y repiten como loros cosas que los que verdaderamente saben han escrito en sus libros.
No tengo el mas mínimo interés en que deje de proliferar esa profesión de vallenatólogos, que se ha expandido como la verdolaga, pero sí aprovecho estas líneas para contarles que por estos tiempos hay más críticos que músicos o como dice aquel adagio popular de la región: “Hay más caciques que indios”.
Muchos de quienes se consideran expertos en vallenato lo han estudiado ‘por correspondencia’, han leído algunos libros sobre el tema y consideran que eso les da autoridad suficiente para pontificar. Algunos escriben artículos y dictan conferencias sobre la parranda y nunca han estado en una de ellas. Debo decir que los grupos de WhatsApp han contribuido enormemente a dar títulos de especializaciones y maestrías en vallenatología, que es ahora la profesión de moda. Si eso los hace felices, dejémoslos que lo sean.
COLOFÓN: Ayer se cumplieron los primeros diez años de la partida de uno de los más importantes y verdaderos juglares vallenatos, Lorenzo Miguel Morales Herrera, a quien tuve la oportunidad de conocer, escuchar y tratar e inclusive apreciar su nota y su voz en parrandas, disfrutar con sus anécdotas y reírme con sus ocurrencias.
Por estas épocas en las que también todo el mundo quiere autodenominarse juglar, ‘Moralito’, al lado de su oponente Emiliano Zuleta Baquero, en la más renombrada piqueria, es de aquellos pocos que tienen un lugar especial en la historia del vallenato.