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Valledupar está fea

Hace poco murió uno de los patriarcas más importantes de nuestra región, todo el mundo recordaba, en su muerte, que a él se le deben muchas obras importantes que hoy aún siguen marcando la diferencia en cuanto al desarrollo de esta hermosa ciudad. Cuentan que ‘Pepe’ Castro echaba adelante el buldócer y detrás iba él con los abogados, haciendo obras y salvando al municipio de líos jurídicos; construyó grandes avenidas como la Simón Bolívar y la novena, siendo alcalde de Valledupar en el año 1966, nombrado por el gobernador del Magdalena grande, Jacobo Tovar Daza. Cincuenta y un años después estas avenidas siguen siendo identidad de nuestra ciudad.

En esa época, desde el trabajo político de un hombre como ‘Pepe’ Castro se sentía el compromiso por el pueblo, había sentido de pertenencia y se quería ver a Valledupar de una forma diferente. Los procesos de planeación eran artesanales pero efectivos, es decir siguen desde esa época hasta hoy marcando la pauta. Debemos reconocer que Valledupar de un tiempo para acá comenzó un proceso de crecimiento desorganizado, y peor aún, con una planificación que deja mucho que desear.

Hoy Valledupar está fea, las obras que se desarrollan la tienen envuelta en un caos; son necesarias las obras, sí. Tengo la plena seguridad que saldrá más de uno a decir que molestan por hacer y molestan por no hacer. Claro que hay que hacer, sin perder de vista que las obras llevan consigo un ejercicio adecuado en el acondicionamiento de vías alternas, con señalización adecuada. Hoy vemos que rompen un pedazo por aquí y otro por allá, no terminan lo que empiezan y dejan un reguero por donde se trabaja. El ejemplo de ‘Pepe’ no se ha tenido en cuenta, nuestros administradores no se preocupan por exigirle a los contratistas, ¿por qué será? adicional a eso, hay más: el centro de Valledupar está descuidado y lleno de basura. Los parques que son objeto de intervención podando los arboles de manera ordinaria, los residuos de esas podas duran días de días para que las recojan. Eso pasa de igual forma en los bulevares de las avenidas que cruzan de sur a norte y de oriente a occidente.

A Valledupar ha llegado mucha gente que no la quiere; estamos dejando que eso pase, de manera inmisericorde la estamos dejando en malas manos. Con el cuento que hay que apoyar al que viene de afuera, tenemos circos completos en cada semáforo, antes solo se veían en época de festival, hoy son permanentes; una lluvia de limpiadores de parabrisas nos agobian en cada parada. Algunos se vuelven incluso agresivos si no se les da plata.

Esto afea nuestra ciudad, como la afea la cantidad de carretillas de vendedores que pululan en todo el centro.

Nadie controla eso. Entonces la pregunta sería ¿En dónde queda el derecho al trabajo? No es posible a ese precio.
Rodolfo Campo Soto fue un alcalde dinámico, iba a las obras las inspeccionaba de manera directa, y convirtió a Valledupar en “Sorpresa Caribe” modelo en la costa; de esas épocas, de ‘Pepe’ y Rodolfo solo quedan los recuerdos y mientras tanto hoy, Valledupar está fea y el sentido de pertenencia y compromiso por ella se fue por ahí, y no la encontramos. Sólo Eso.

Por Eduardo Santos Ortega Vergara

 

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