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El capitolio de las marmotas

Aunque surjan con un espíritu noble y enérgico, las normas siempre terminan siendo eclipsadas por el fraude. Según el concepto histórico, la Constitución Política de 1991 y la Ley 5 de 1992, aquellos que ocupan un escaño en el Congreso, tienen tres funciones elementales: hacer leyes que beneficien a la sociedad, ejercer control sobre el ejecutivo y exhibir los problemas sociales de las regiones. Sin embargo, el Cesar vive una situación política vergonzosa, la mayoría de sus representantes a la Cámara, encandilados por la trampa como fórmula para alcanzar el poder perpetuo, se están pasando sus obligaciones por la faja.

Es tiempo de evaluar la labor de estos señores. Finalmente, ellos no son Zeus ni Ares, sino simples empleados de los cesarenses. Ahí está Fernando de la Peña, un tipo que no muestra un discurso constructivo y atrayente, pero que defiende unos intereses económicos concretos: la concesión del chance. El dinero es su principal argumento electoral, ya que su gestión como representante es vacía, miserable. Al parecer no buscará ser reelegido, esa será -no es ironía- su obra más significativa: gracias Don Fernando, al fin está pensando en el Cesar.

Ahora viene Eloy ‘Chichí’ Quintero, cuyo trabajo también ha sido insípido, sin norte preciso. Aunque participó en el debate en contra de Electricaribe y manifestó inquietudes frente a la crisis agropecuaria, no ha marcado la diferencia. Su labor ha causado mucha decepción: se cumplió su sueño pernicioso de conseguir un puesto de poder relevante y ha salido con un chorro de babas, las consecuencias han sido patéticas para el Cesar. Por supuesto, no deja de pasarla sabroso en el Congreso, tiene fama de vida chévere y bonachón. Debería hacerle al Departamento el mismo favor que Don Fernando y después aferrarse a un alto cargo -tampoco es ironía- en la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, pues no hay duda que es un gran folclorista.

A pesar de su aparente juventud, Ape Cuello representa una forma de hacer política vetusta y tramposa: cercana al estilo de Underwood. Más allá del populismo que mostró con Electricaribe, causa que retomó (o ¿copió?) de su copartidario Juan Manuel Campo, no ha promovido debates de interés. Semana destacó su gran labor en la radicación de proyectos de ley inútiles, subrayando su genial idea de declarar el lunes como el primer día de la semana. Cuello es el propio gavilán sin escrúpulos, poco le interesa el bienestar del colectivo. Su propósito es claro: mantenerse en el poder para satisfacer sus bolsillos y su ego. Sí, su oportunismo desbordado debería ser motivo suficiente para no ser reelegido, pero hay que ser sinceros, su curul está más que segura, pues a muchos líderes del Departamento les encanta embriagarse con azufre.

En medio de tanta desidia, hipocresía y artimañas, el trabajo de Cristian José Moreno merece un reconocimiento. Claro, Moreno no es la panacea, pero al menos se destaca sobre sus compañeros. Ha tenido iniciativas legislativas de mucho valor: ampliación de la licencia de maternidad y estampilla prodesarrollo fronterizo, la cual le entrega 400 mil millones de pesos a cada departamento de frontera. Con un estilo fresco y un discurso propositivo, ha sobrellevado el lastre de su hermano, quien no dejó una buena imagen como Gobernador. Su trabajo produce irritación en algunos, por ahí se oye que quieren meterle el palo en la rueda para que no se reelija.

Ya está bueno. Al Cesar no lo pueden seguir representando en el Congreso esos sujetos que son unas marmotas para luchar por los intereses colectivos, pero unos zorros para obtener beneficios particulares. Es oportuno empezar a pensar en unos nuevos liderazgos: jóvenes preparados, creativos y ante todo honestos. Sí, sí, esa podría ser una solución, el problema es que cuando se acercan las elecciones surge una epidemia de olvido que conduce a avalar los mismos nombres y métodos.

Posdata: Sobre el Senador José Alfredo Gnecco basta decir una cosa: es un Don Fernando, pero recargado.

@ccsilva86

Por Carlos César Silva

 

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