La Semana Santa es sin duda la fiesta religiosa más importante aún en Colombia y especialmente para los católicos; ello implica una serie de costumbres y tradiciones que se han arraigado en nuestro país y que en algunas regiones son mucho más fuertes. Recuerdo que cuando niño, en mi tierra un jueves o viernes santo las mujeres no podían barrer, algunas personas no se podían bañar, hombres y mujeres permanecían en misas o procesiones o en algún tipo de juegos, los ganaderos regalaban la leche y en todas las casas se hacía y se comía todo tipo de dulces; nadie viajaba, ni mucho menos parrandeaba en esos días; pero todo cambia y hoy los días santos en gran parte del país no son otra cosa que unas pequeñas vacaciones, en las que abundan los viajes, el licor y la parranda.
El pasado viernes santo una fatídica noticia mañanera nos descompuso el final de la Semana Mayor: la joven figura del canto vallenato Martín Elías Díaz Acosta, había sufrido un accidente de tránsito en carreteras de Sucre, en momentos en que se desplazaba en una de las cotidianas giras artísticas; horas más tarde falleció en una clínica de Sincelejo; un golpe demasiado fuerte y contundente para nuestro folclor, precisamente en momentos en que este afronta una crisis generada por múltiples factores, entre otros la falta de buenos intérpretes del clásico y verdadero vallenato, característica de esta joven voz.
Gran parte de la Nación estuvo pendiente de esa triste y fatal noticia y luego los días sábado, domingo y lunes se realizaron en Valledupar una serie de actos en homenaje a quien en muy corto tiempo logró posicionarse en nuestra música entre los más grandes, hazaña que antes solo había logrado Kaleth Morales; el pueblo se volvió a dar cuenta de que el vallenato sigue siendo la expresión cultural más importante y con mayor acogida en la Nación.
A muchos colombianos les intriga y hasta les ofende este tipo eventos, como el que se realizó en el parque la Leyenda el pasado domingo, con transmisión en directo por Telecaribe para gran parte del mundo; confieso que a mí me hizo llorar; esa ya es otra tradición moderna del país vallenato y no acostumbramos a hacerla sino para aquellos artistas del más alto nivel que logran meterse en el alma y el corazón de quienes amamos esta música.
Despedir de la vida a una carismática estrella con honores musicales de nuestro folclor debe hacerse a ese nivel, aunque también es cierto que muchos medios amarillistas le dan más despliegue del merecido a este tipo de eventos solo con el fin de despertar el morbo que les aumenta el tan anhelado rating.
Quiero decir tantas cosas sobre este tema y este espacio es tan corto que solo me queda anunciar que el próximo viernes me referiré a las enseñanzas y legado que nos deja la muerte de Martín Elías, porque el adagio reza: “No hay mal que por bien no venga”.
Por Jorge Nain Ruiz