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Una buena persona

Cuando nos deja un amigo, muere un retazo de nuestra propia historia. Yo era una niñita y vivía en Manaure, el del río rumoroso y los jardines ahítos de flores; un sábado vi llegar a mi padre con un joven, lo presentó a mi mamá: “Está recién llegado de Gaira, prácticamente no conoce a nadie y no quise que se quedara solo”. Sí, comenzaba a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios que después fue Escuela Industrial y hoy es el Instpecam, bajo las tres denominaciones trabajó mi padre y allí fue su alumno Víctor Meza Bornachera.

Desde entonces se volvió parte de mi familia, siguió pasando los fines de semana en Manaure, a mi hermano y a mí nos llevaba al río y por el camino nos decía el nombre de las flores, y un día nos contó sobre el mar, de donde él venía, y que nosotros no conocíamos. Y es que Meza -siempre los llamamos así- mostró su vocación de educador desde entonces.

Y nos invitó a Gaira y departimos con sus familiares y mi hermano y yo conocimos el mar. Y la vida siguió, Víctor Meza se fue a estudiar al interior del país, y vino como profesor de la Escuela Industrial y ya fue colega de mi padre, y atesoraron anécdotas que no puedo narrar aquí, pero al recordarlas me hacen sonreír. ¡Qué bueno es recordarlos con una sonrisa!

El profesor Meza tenía como premisa de vida la rectitud, una espiritualidad a flor de piel, y la amistad era como un altar en el que comulgaba con el cariño sincero. Su vida pública fue prístina, trabajó además de en el Instpecam, en el Loperena, en el Sagrado Corazón, y creo que por último fue rector del Colegio Nariño. Cuando llegó a Villanueva a posesionarse como rector del colegio Roque de Alba, lo acompañamos, allí estuvo poco tiempo, muchas veces compartió el desayuno con nosotros.

Decía mi madre que siempre llegaba a casa con buenas noticias: “Me voy a casar” y lo hizo con una mujer fina, honesta, hecha para él, Celia Urrutia. Otro día llegó exultante: “Nació María Nieves”, y así el vínculo de amistad que surgió entre alumno y maestro nunca se rompió, cuando murió mi padre fue de los primeros en llegar a Villanueva y acompañarlo hasta su morada final.

Nos alejamos, la vida nos va trazando rutas que muchas veces no se vuelven a encontrar, pero nuestras rutas fueron de un paralelismo indudable, se reconocían en cada recodo del camino, siempre he dicho que tener un amigo es saber que en cualquier momento está ahí. Víctor Meza ya no está ahí, pero si en un sitial muy grande de mis recuerdos, de mis afectos.

Ahora éramos vecinos y aunque nunca nos visitamos, varias veces nos sentamos en la tiendecita esquinera del edificio donde vivo y comentábamos la vida y amansábamos nostalgias.
Se fue un vallenato, porque lo era en grado sumo, ilustre y dejó una familia que admiro, unos hijos, que no me reconocen, cuando los veo pienso en que ellos y yo fuimos muy afortunados por tener los padres que tuvimos. No voy a buscar más adjetivos para ensalzar la vida del profesor Víctor Meza, fue una buena persona y en la vida ser buena persona es lo importante.

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