Como defensor de los principios liberales, de la inclusión, del pluralismo, y de los derechos de las minorías, este diario celebra la decisión de la Comisión Primera de la Cámara de Representantes de hundir el proyecto de ley que convocaba un referendo para que los colombianos decidieran si las parejas del mismo sexo, y los viudos, viudas, solteras y solteros, pudieran ser elegibles para adoptar niños en Colombia.
Enhorabuena, en una debatida sesión que duró más de nueve horas, los representantes hundieron este proyecto que era a todas luces inconstitucional pues vulneraría derechos fundamentales de los grupos minoritarios consagrados en nuestra carta que deben ser protegidos a toda costa. Convertir debates de esta naturaleza en referendos, nos dejaría expuestos a la tan temida tiranía de las mayorías, que abriría agujeros insondables para la exclusión en muchos otros frentes, desde el racial hasta el religioso.
En cuanto a lo que contemplaba el proyecto de ley, resulta absurdo, por decir lo menos, que la iniciativa considerara que los solteros no son aptos para adoptar. Bajo esa perspectiva las parejas que enviuden o se separen tendrían que entregar sus hijos al ICBF, pues no serían aptas para seguir educando a sus menores. Hoy el 36,4 % de los hogares del país está a cargo de una mujer.
Respecto del espinoso tema de la adopción por parejas del mismo sexo, no hay evidencia científica que muestre que los niños adoptados por ellas sufran complejos o trastornos sicológicos, o que vayan a tener las mismas preferencias sexuales de sus padres adoptivos, como argumentan con temor algunos. Si fuere así, no habría hijos homosexuales de parejas heterosexuales. En todo caso, no es una enfermedad (ni pecado) tener una orientación sexual distinta.
Lo importante, si realmente se quiere proteger a los menores, es que los filtros y protocolos de adopción sean cada vez más rigurosos para que los niños lleguen a hogares donde se les brinden protección, respeto y amor, indistintamente de si son conformados por solteros, solteras, viudas o viudos, heterosexuales u homosexuales.
El peor de los mundos es en el que vivimos hoy donde hay 5.283 niños sin familia, condenados a vivir en orfanatos, y muchos otros expuestos a toda clase de violencias en el seno de familias conformadas por parejas heterosexuales, o de otra clase. Esto es lo que como sociedad debemos combatir sin tregua.
No podemos dejar pasar la ocasión para censurar la decisión de la senadora liberal (vaya paradoja) Viviane Morales, líder de la iniciativa, de llamar a las iglesias a defender el referendo en nombre de los valores cristianos. Bien recuerda esto, como lo anotaba un editorialista recientemente, los aciagos días de mediados del siglo pasado en que los sacerdotes, alentados por algunos políticos conservadores, llamaban desde los púlpitos a ejercer violencia contra los liberales.
Es la nefasta mezcla de religión y política que tantas muertes causó, y sigue causando hoy en algunos países musulmanes, y que quieren revivir en nuestro país algunos sectores ultraconservadores, desconociendo que vivimos en un estado laico, donde hay libertad de credo. De dárseles alas a esto, no faltará mucho para que los fanáticos quemen en la hoguera a judíos, agnósticos, ateos, y a supuestos herejes y brujas. Sería un triste regreso a la edad media, a la época de la Inquisición. A Torquemada y a Mañozga, célebres inquisidores que algunos políticos quieren hoy emular.
Para finalizar, un cordial recorderis: nada más cristiano que el amor al prójimo, senadora Viviane. Hace falta mucho de eso en este país.