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Dos problemas graves de nuestros músicos

Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta Díaz, uno de los más tradicionales y emblemáticos cantautores de nuestra música vallenata, dio unas declaraciones luego de la fatídica muerte de Martín Elías, en las que de manera descarnada y contundente puso el dedo en la llaga respecto a un problema que hace bastante rato viene causando estragos en la familia de intérpretes del vallenato, y consiste en los excesos y ostentación de lujos y objetos suntuosos que se han vuelto un común denominador entre ellos.

Dijo ‘Poncho’ que era preocupante que cuando los artistas apenas incursionan o empiezan a tener éxito, se vuelve una competencia de quién muestra tener más plata que el otro; que él estuvo aconsejando a su sobrino Martín para que dejara tanta ostentación y que por qué tenía que cambiar de carro y de reloj tan constantemente; que por qué no viajaban en el bus con los demás músicos en vez estrenar lujosas camionetas casi mensualmente. Esta fue una reflexión hecha por uno de nuestros mayores, que hoy quiero retomar.
A pocos días de escuchar estas sabias apreciaciones fui invitado al municipio de El Paso, Cesar, al homenaje que la Alcaldía Municipal y la Fundación Festival Pedazo de Acordeón le hiciera a mi gran amigo, paisano, escritor y eminente jurista Ciro Alfonso Quiroz Otero y allí pude apreciar de primera mano la compleja situación de la que hablaba ‘Poncho’.
En la parrilla de artistas para el 25 de abril estaban algunas agrupaciones de aquellas que no se encuentran en la cúspide de la fama en nuestra música, sino más bien lo que llamamos músicos de media tabla para abajo; sin embargo, cada vez que se le hacía el llamado a una agrupación, se congestionaba la parte trasera de la tarima de camionetas de alta gama, es decir, cada cantante y acordeonero llegaba en vehículos lujosos como si eso fuera una competencia entre ellos.
Estoy totalmente de acuerdo con Zuleta en que ese es un verdadero y serio problema que afrontamos actualmente en nuestra música y que sin duda lo que demuestra es una falta de madurez y ponderación, tanto en los mismos artistas, como en sus manejadores, familiares y, en general, en quienes los rodean y asesoran; ya son muchas las vidas de artistas promisorios y muy jóvenes sacrificados en este tipo de siniestros, por lo que creo ya es hora de que le pongamos fin a este altísimo riesgo que están corriendo nuestros artistas, simplemente por una cuestionable y vulgar fantochería.
El otro problema que pude observar en El Paso es que algunos músicos de estos principiantes se están subiendo a la tarima en estado de alicoramiento o bajo el efecto de sustancias psicoactivas, lo cual convierten en un hecho notorio; eso debería ser controlado por parte de los empresarios, no permitiendo a estos irresponsables hacer su presentación visiblemente ebrios o “trabados”, lo cual que deja muy mal parada a nuestra cultura.

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