Pura María de Horta Bustamante llegó a Valledupar hace 20 años desplazada por la violencia. Vivía en una parcela en Algarrobo Magdalena con sus tres hijos, y tuvo que salir huyendo de su tierra porque a uno de ellos, de apenas 13 años, lo iban a matar.
Su llegada a la ciudad se hizo, como todas aquellas personas que llegan a otro territorio desplazadas, de forma intempestiva, angustiosa y llena de incertidumbre. Con la plata que recopiló, vendió varios de sus animales y ese fue el dinero que le sirvió inicialmente para pagar el arriendo de la casa a la que llegó.
Su lucha titánica por mantener a sus hijos, la llevó a trabajar en casas de familias pudientes al norte de la ciudad, pero no daba abasto con los gastos para suplir todas las necesidades. Sus pocas oportunidades y las precariedades por las que empezó a trabajar, la llevaron a trasladarse, con su familia, después de 20 años, a un terreno baldío y de propiedad de la Alcaldía, en donde funcionaba un vivero.
El terreno ubicado en la margen derecha del Río Guatapurí, fue habitado de forma irregular por Pura hace cuatro años. A los dos meses de estar ahí, poco a poco fueron llegando otras familias, también desplazadas por la violencia hasta llegar al punto de que hoy son 16 familias las que habitan esa zona.
Las condiciones de subsistencia son lamentables; el caserío que se alza entre calles empedradas, animales de monte, y precariedades en servicios públicos, empeora en temporadas de lluvia y las casas de tablas, se convierten en grandes barriales que solo al pasar de los días, disminuye su flujo de contaminación.
Este terreno hace parte de los 218 predios identificados en una auditoria gubernamental realizada por la Contraloría Municipal, donde se registra que ha sido invadido de forma ilegal por particulares. La situación se evidenció el pasado mes de enero, después de realizarse el inventario de bienes inmuebles del municipio.
Respecto al terreno del Vivero Municipal, el ente de control aseguró que en este lote ubicado en la margen derecha del río Guatapurí, se presenta la ocupación de particulares sobre estas áreas con la construcción de casuchas y el exceso de escombros en toda la zona.
También durante ese mes, los habitantes fueron censados y la administración municipal incluyó, solo a alguno de ellos, en el grupo de personas que recibirían las nuevas casas de interés social, ubicadas al suroccidente de la ciudad.
El próximo martes, Pura María y su familia, partirán hacia la urbanización Lorenzo Morales a empezar de cero una nueva vida en condiciones diferentes. Aunque el principio fueron informados que serían trasladados de 30 en 30, esa promesa nunca se cumplió, por eso esperan con ansias el momento en el que puedan habitar su nuevo hogar.
Aún con todas las ventajas y los beneficios otorgados por la administración municipal, sus habitantes piden que le dejen recoger lo poco que tienen y que han conseguido con esfuerzo durante todos estos años y que no los sometan al desalojo repentino y en el que no pueda llevar con ellos sus cosas.
Pero el asunto no termina ahí; solo ocho familias, de las 16 que ahí residen serán trasladadas, el resto tendrá que quedarse en el lugar, si la administración lo permite, hasta el mes de agosto unos, y otros hasta el mes de octubre cuando se hagan la entrega del resto de vivienda dispuesta para los habitantes de estos sectores deprimidos de la ciudad.
Los que ahí quedan, seguirán abasteciéndose de agua pegados del tubo dispuesta para regar los viveros, continuarán cocinando a punta de leña y carbón y continuarán viviendo en condiciones precarias y lamentables hasta que llegue su turno de obtener una de las viviendas adecuadas para empezar una nueva vida.
Pura María hoy se encuentra más tranquila aunque nostálgica, se reconoce como la líder del caserío que ella misma invadió arbitrariamente hace cuatro años y que el martes abandona para empezar a vivir en mejores condiciones junto a algunos de sus hijos. Añora volver a su anhelado Algarrobo, pero entiende que la vida ya le dio la oportunidad de estar en una ciudad donde poco a poco ha construido un mundo en el que ella es la protagonista.
Destacado: Las condiciones de subsistencia son lamentables; el caserío se alza entre calles empedradas, animales de monte, y precariedades en servicios públicos.
PUNTOS DE VISTA
Josefina Izquierdo: Yo me vine acá por el desplazamiento de violencia y no tengo casa donde vivir y tampoco soy beneficiaria de las nuevas casas. Soy de la etnia arhuaca y a mi papá lo mataron y por eso estoy acá.
Dolores Sarabia negrete: Soy beneficiada de las nuevas casas de Lorenzo morales, solo estoy a la espera de que las entreguen. Yo vivo aquí hace cuatro años y no veo la hora de empezar una nueva vida al lado de mis hijos.