Es normal cuando un ídolo de la música popular está vivo que mucha gente no lo valore y no caiga en la seducción que este logra generar a través de su música como el arte más personal que existe; pero una vez que la vida le cierra el paso y se disparan las alarmas de los medios de comunicación a través del poder creativo de la radio, la prensa y la televisión, estos comienzan a explotar la imagen del personaje en términos de mercadeo, convirtiéndolo en un fenómeno de masas. Es entonces cuando aquello que no comulgaba con su fanaticada se va enredando en ese imaginario colectivo y popular que trata de darle vida después de su muerte. Y en consecuencia, el ídolo de la canción pierde su figura humana para convertirse en imagen de culto popular como es caso de Diomedes Díaz, que hoy el pueblo elige para la inmortalidad.
El investigador y gran pensador bolivarense Enrique Luis Muñoz me comenta que en alguna ocasión García Márquez conceptuaba que: “Aquí en Cartagena la fama dura hasta el medio día”, al referirse a ídolos populares; pero el fenómeno de Diomedes Díaz, quien después de muerto es venerado por la masa popular que hoy lo perdona y lo limpia de toda culpa, merced al grandioso legado musical que nos dejó para la posteridad, quizá permita que su fama transcienda mucho más allá del meridiano sentenciado por Gabo.
Por la inmediatez que en vida manteníamos con el ‘Cacique’ al verlo en un concierto, caseta, desfile, parranda o al comprar su nuevo discos solo nos interesábamos por él como el colosal artista que llegaba con sus cantos al corazón de la gente, pero una vez terminó el fugaz préstamo vital de su existencia, se inicia la reelaboración de la idea que teníamos de él para finalmente meternos en la procesión del ídolo que el pueblo revive, para así ver y escuchar lo que durante su vida nos importó un pepino.
En estos momentos la persistencia de su música cotidiana, la telenovela y el interés de todos los colombianos por los mínimos detalles y pormenores de su vida personal, le propician a Diomedes un nuevo nacimiento. En diferentes ciudades del país se viene presentando la variedad musical ‘Los secretos de Diomedes’, con participación de Jaime Pérez Parodi, su eterno presentador y animador; Joaco Guillen, el amigo de siempre; Freddy Peralta, testigo de sus primeros pininos en tarima; Oswaldo Sarmiento, conocedor de todo su repertorios; Tito Castilla, soporte musical y quien esto escribe, y verdaderamente causan asombro los interrogantes, inquietudes y curiosidades que el público plantea, principalmente las damas, por conocer el tipo de mujer que al Cacique seducía, la talla de su calzado, su color predilecto, el tono de su ropa interior, el perfume que más usaba, el trago que mejor paladeaba, si tenía pase de chofer, cuanto costó el diamante que en alguna ocasión se incrustó en el colmillo y si es cierto que Guillen consiguió sin hablar inglés que en un Hotel Hilton de Nueva York le prepararan a las tres de la madrugada un arroz con fideo y queso rayao, su plato preferido. En fin, hoy todos quieren saber las intimidades de su vida, con sus glorias y fracasos.
Es esa la real dimensión de un verdadero ídolo popular que si bien es cierto murió de tanto vivir, todos los días resucita en sus recuerdos y sus canciones.