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Un amor de ingredientes similares

En Villanueva, un pueblo guajiro cuya estratificación va del uno al tres, habitado por obreros de minas, de educación, de salud, de comercio, de cultura, casi todos somos por necesidad rebuscadores. En diferentes puntos del pueblo han germinado restaurantes criollos que ofrecen desde las rarezas en extinción de la comida de monte- incluidas guartinajas guisadas o iguanas con coco- pasando por típicos corrientazos, hasta platos internacionales de comida china o árabe,para quienes estén en condiciones de adquirirlos luego de asumir el reto de encontrarlos. Fue así, en busca de una opción que sin sacrificar cantidad o sabor tratara mejor a mi bolsillo, como bajé un par de cuadras, desde el ceibote sembrado sobre La Calle Real para remplazar a su antecesor talado y llegué hasta una venta semi callejera de sopa.

Era una esquina, sin letreros, en donde debajo de un árbol sembrado bajo una antena de telecomunicaciones, sobre tierra destapada y recién mojada para refrescarla, un par de mesas dispuestas para acoger comensales invitaba a satisfacer las necesidades gastronómicas del medio día. El milagro estaba a punto de pasar. Un señor de estatura mediana, ni flaco ni gordo, al verme llegar me ofreció asiento y me recitó el menú: sopa de hueso a dos mil y arroz mixto a mil pesos la porción. Un par de personas que almorzaban desde sus puestos asintieron, motivándome a tomar el riesgo mientras sorbían caldo humeante de sus cucharones de totumo.

Era una delicia vivircomo a personas de diferentes intereses, hombres y mujeres, la instintiva necesidad nos homogeneizaba. A medida que el medio día avanzaba la esquina empezaba a bullir: la gente llegaba a comer o con recipientes eclécticos dispuestos a contener para llevar en su interior a sus casas el magma, néctar de vida para alimentar a un pueblo goloso que se multiplicaba.

Entre los confluyentes llegaron personas conocidas. Sin importar si era capricho del paladar o astucia económica el motivo principal que nos hacía coincidir en ese lugar a esa hora, todos estábamos poseídos por la alegría que inspira la esperanza de la solución de una necesidad que no da tregua. Finalmente llegó mi sopa, espesa.

Tenía el aspecto de una obra de arte hecha con sabiduría ancestral: hojitas y vegetales finamente picados, amalgamados entre tubérculos poseedores de nutrientes extraídos de las entrañas del planeta y sustanciosos huesos carnudos que destilaron su esencia al plato. Mientras tanto, en otros puntos del pueblo, en otros centros gastronómicos y hogares, otros menús estarían sirviéndose, intentando expresar con diferente aroma o sabor un amor de ingredientes similares.

Porque cada uno, según sus posibilidades, debe valerse de los medios a su alcance para sobrevivir. Inicialmente lo importante es ser consciente de que cada cualtiene sus propios gustos yurgencias. Después es imprescindible lanzarse al vacío de las posibilidades, que aunque algunas veces conduce a desencuentros normalmente recompensa el riesgo.

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Jarol_Ferreira: