Hay noticias que marcan el corazón y hoy quiero referirme de manera especial a un ser humano humilde, dicharachero, un hombre bien; que promovió, quizás sin proponérselo, una actividad de trabajo informal que ha incidido de manera sustancial en el desarrollo de la economía de Valledupar: el mototaxismo y el servicio domiciliario. Me refiero a Juan Cabana, un hombre que vivió toda su vida en el barrio Sicarare y gozó del aprecio y cariño de toda esa comunidad.
El popular Cabana se dedicó a hacerle los ‘mandaos’ a la gente de su barrio, a los vecinos y amigos del sector; a llevar en su pequeña moto, a las damas que elegían su servicio por ser un hombre serio, respetuoso, diligente y servicial y, algo muy especial, era un buen conversador.
En la época de sus inicios en esa labor no había tantas motos en Valledupar, poca competencia, cosa que él aprovechó y se dedicó a ganarse sus pesos con esa actividad, en la moto que convertiría en su compañera fiel de toda la vida. Hasta cuando un desprevenido conductor en un acto irresponsable se voló una señal de pare y se llevó por delante al gran ‘Cabana’, por el sector de la carrera 6 con calles 19B y 20.
El impacto fue tremendo, él era un hombre menudito, no aguantó los golpes e infortunadamente murió.
Cabana en su moto era un prototipo de conductor diferente a ‘casi’ todos los mototaxistas, él era muy pasivo para conducir, respetuoso de las normas de tránsito, brindaba confianza; no en vano esa fue su actividad principal de sustento para él y su familia.
Yo puedo dar fe de eso, era mi amigo, y acudí a sus servicios para que me llevara y me recogiera desde la casa hasta Zona Creativa y al medio día al salir del programa, ‘La Tertulia’, en Maravilla Estéreo, me recogía y llevaba hasta la casa.
Con él me enteraba de los sucesos que ocurrían en Valledupar con las protestas del paro, el precio de la carne donde Niño, y las verduras en el mercado. Uno que otro chisme de esos que nunca faltan en mi pueblo y que con él era como pan fresco del día. A la mano.
La muerte de Juan Cabana seguramente se convertirá en una estadística más y no pasará de allí, si bien es cierto en un accidente, sea cual fuere el motivo, nadie quiere hacerle daño a otro, no es menos cierto que la prudencia debe ser una constante porque un error y el descuido más leve puede llevar a la muerte a cualquiera. Como en este caso, tristemente.
El día del accidente, fue en horas de la tarde, antes de ello en la mañana, lejos de imaginar nada, disfrutamos de un jugo de naranja que le brindé, después de eso, en la mente quedan los recuerdos de un ser humano maravilloso, una gran persona, servicial y jacarandoso.
Me dolió tu muerte, amigo querido. Dios te reciba en su reino y que la gloria te cobije. Duele el corazón por tu partida. Hasta siempre amigo Juan Cabana.
“Hoy el cielo se engalana
y con sentida oración
pedimos con devoción
por el alma de Cabana.
Y como luz de mañana
que florece en las auroras
así el dolor nos aflora
por tu adiós intempestivo
adiós al querido amigo
ante Dios por ti se implora”.
Sólo Eso