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Tripulantes artísticos en la fundación Casa Barco en Valledupar

La fundación requiere de colaboradores para costear los gastos de los estudiantes. FOTO CORTESÍA.

El arte juega un papel mucho más importante de lo que creemos en la educación y el crecimiento de los niños porque además de estimular el aprendizaje en asignaturas como la geometría o las matemáticas; pintar, tocar un instrumento o bailar son actividades que deberían considerarse indispensables en el desarrollo y la interacción social de los menores.

A través de las disciplinas artísticas los niños y jóvenes pueden sensibilizarse ante el mundo y se vuelven, casi sin darse cuenta, en mejores seres humanos por el hecho de expresar su mundo interno de una forma que les ayuda a crear, aprender e innovar.

Es de aplaudir la labor que viene desempeñando hace más de seis años oficialmente la Fundación Casa Barco en Valledupar, una escuela sin ánimo de lucro comprometida con la sociedad infantil fomentando todo tipo de expresión cultural y artística, abriendo sus mentes al conocimiento y generándoles nuevas alternativas de ocupación, alejándolos de la violencia, las drogas, la  delincuencia, los embarazos adolescentes, el analfabetismo y los abusos sociales. 

La actriz, modelo y ex señorita Cesar, María Laura Quintero, fundó la escuela Casa Barco porque manifiesta que heredó de sus abuelos el don de servir. “Vi la necesidad de brindarle a los niños y jóvenes espacios llenos de paz, de amor y respeto, para que pudieran descubrir sus talentos y potencializarlos” expresó.

“No debemos ser indiferentes, hay muchos niños que nacen con demasiado talento pero no tienen quién se los ayude a desarrollar. Nosotros estamos llamados a aportar al desarrollo de nuestra comunidad, a su progreso, a mejorar su calidad de vida y a través del arte lograrlo”, expresó María Elisa Dangond, madre de Quintero, quien abandera la iniciativa.

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Mencionó que Casa Barco estuvo en una ocasión en el Centro de Formación Juvenil del Cesar, CROMI, realizando actividades artísticas con los jóvenes recluidos allí, para así mostrarles el mundo del arte. “La experiencia fue maravillosa”, acotó.

TRIPULACIÓN A BORDO

La sede ubicada en el barrio Loperena cuenta con una infraestructura que los transeúntes afirman tiene similitud a un barco dada su grandeza, dimensiones y arquitectura post modernista, construida en los años 60. Por tanto, los estudiantes sienten que están a bordo de una embarcación donde ‘navegan’ con sus sueños y talentos.

Yeisy Paola Ávila de 17 años de edad, pertenece a Casa Barco casi desde la fundación de la misma, desempeñándose en el área de la danza, asegura que ha aprendido a bailar nuevos ritmos musicales, pero también ha entendido la importancia del compañerismo y unión. 

En su permanencia ha hecho presentaciones en diversos lugares del municipio. “Es demasiada emoción ver cómo nos miran las personas, ver como todos se detienen para vernos bailar”, acotó y agregó que extraña las clases, puesto que la fundación debido a la pandemia por covid-19 suspendió temporalmente el aprendizaje artístico.  

“Desde el momento en que comencé a hacer parte de esta tripulación me di cuenta de la disposición que siempre tienen para cada encuentro, para cada danza; se puede ver en sus rostros las ganas de trabajar, aprender y estar en ese lugar”, expresó Mayuris Parada, profesora de danza en la Fundación Casa Barco.

La danza es considerada una de las disciplinas artísticas más completas porque permite estar en contacto con las personas, aprender a trabajar en equipo y a formar su carácter, ya que siguen instrucciones y aprenden a conciliar con sus compañeros. Además, les permite a los niños y jóvenes desarrollar habilidades para expresarse y resolver conflictos; incluso tiene un impacto muy fuerte en el desarrollo cognitivo y físico. 

“La danza, más allá del poder tararear con los pies (bailar) te da la capacidad de hablar sin palabras, de observar y atraer la atención del mundo en un solo paso”, agregó la docente Mayuris. 

EL ARTE NO ES UN LUJO 

Las enseñanzas artísticas desafortunadamente han sido relegadas y dejadas en segundo plano por muchas familias y centros escolares en nuestro país, catalogándolo como un lujo superfluo en la educación de los niños. Sin embargo, diversas investigaciones han demostrado que el arte juega un papel esencial en el desarrollo y aprendizaje de los menores.

Es fácil subestimar la importancia del arte, sobretodo en una sociedad con un pasado y presente violento, en el que las armas han sido tomadas de manera obligatoria por los niños y jóvenes. Por lo que resulta necesario caminar hacia la construcción de tejido social y sensibilidad. 

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“Un niño que toma un instrumento jamás empuñará un arma”, con esta frase María Elisa Dangond recalca que han podido comprobar la eficacia e importancia de esas palabras y que por medio del arte están transformando la vida de sus ‘tripulantes’. 

En una realidad globalizada como la de hoy, desarrollar, incentivar y promover la diversidad cultural, la inclusión de todas las partes y sobre todo la interacción de diferentes culturas no solo es éticamente correcto, sino estrictamente necesario para promover el patrimonio común de la humanidad. 

APADRINAR 

El ‘barco’ actualmente cuenta con 60 navegantes talentosos con las edades comprendidas entre los 9 y 17 años de edad, los cuales pueden hacer parte de la tripulación si sus padres consideran que tienen un talento artístico que requiera acompañamiento profesional para explotarlo. 

Fundación Casa Barco, escuela de arte para niños y jóvenes. FOTO CORTESÍA

No obstante, al ser una fundación sin fines lucrativos requiere del aporte y ayuda de personas naturales u organizaciones que quieran apadrinar a los estudiantes. “Con ese dinero están patrocinando un niño y así podamos costear los gastos de la población de menores con pocos recursos económicos. Hay diferentes categorías para aportar”, mencionó Dangond.

Por: KETTY GUTIÉRREZ MAESTRE/EL PILÓN

Categories: Cultura
Ketty Gutierrez: