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Simón y Pedro

“Mirándolo Jesús, dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas”. San Juan 1,42.
¿Nos hemos detenido a pensar, queridos lectores, de qué modo un hecho insignificante motiva cambios de gran alcance? Un pequeño libro, una breve frase, un encuentro momentáneo, puede cambiar el curso de una vida.

Esta es precisamente la experiencia de nuestro personaje de hoy. Cuando Pedro encontró a Jesús, no comprendió el futuro que le aguardaba. Era un simple obrero, ganaba su vida pescando cada noche; su hermano Andrés le trajo a Jesús y desde allí empezó una nueva vida. Simón nunca había visto al Señor; sin embargo, el Señor no solamente lo llamó por su nombre, sino que se lo cambió y le hizo una promesa fantástica: “serás llamado Pedro”. Es decir, roca. Hay dos cosas a observar en ese encuentro inicial de Pedro con Jesús:
En primer lugar, el Señor vio a Pedro como un hombre no espiritual, no redimido y le llamó por su antiguo nombre: Simón. Él era agresivo, vanidoso, confiado en sí mismo, impulsivo y dado a alabarse. Jesús conoció todos los detalles de su vida y de sus pensamientos, era un hipócrita sincero, aparentador y embaucador, no arrepentido, no liberado y esclavo aún de sus impulsos y pecados.

En segundo lugar, Jesús no se detuvo a hacer una descripción del hombre natural, sino que prosiguió con una promesa: Pedro, la roca. Con el poder de Cristo que había tras la promesa, Pedro no corría ningún riesgo de fracasar. Se cumplió plenamente el vaticinio, sería tomado como discípulo y estaría con Jesús. Sería redimido, controlado, moldeado su carácter y su vida de tal modo que sería totalmente diferente. Sería cambiado de tal manera, por causa de estar con Jesús, que hasta su nombre tenía que cambiar.

Simón tenía todas las flaquezas, todos los pecados y debilidades que combaten dentro de nosotros; sin embargo, cuando Jesús terminó con él, le dejó hecho el Apóstol Pedro, sobre quien recaería la revelación del Cristo, piedra angular del nacimiento de la iglesia.

Este es el fundamento de nuestra esperanza: “Tú serás”. Jesús lo promete, yo lo creo y se cumple. Cuando Dios toma a alguien de la mano, no importa cuán rudo sea su carácter, lo cambia. Dios lo hace lo que debe ser. Cuando Jesús cambió el nombre de Simón, estaba mirando a muchos años por venir. Pedro estaba lejos entonces, muy lejos de ser una roca; pero Jesús sabía que vendría el tiempo cuando, junto con un puñado de otros discípulos transformarían el mundo con el poder de su fe.

Pedro tuvo que pasar por muchas experiencias, cual montaña rusa, arriba y abajo. Podemos ver su progreso, su decaimiento y su restauración. Al igual que Pedro, nosotros necesitamos oír la dulce voz del Maestro diciéndonos lo que se propone hacer en nosotros. Dios nos conoce, y puede cambiarnos como lo hizo con Pedro. Dios es el único que tiene poder para cambiar y transformar nuestra existencia. Dios puede cambiarnos a través de las Sagradas Escrituras y por su Santo Espíritu.

Cuando te traigan a Jesús, ven a su encuentro, no te resistas. Puedes estar seguro que hará lo que ha prometido, podrás saber que te transformará y te hará un hombre nuevo. ¡Solo Jesús puede hacer un hombre nuevo! Permite que venga a tu corazón y habite plenamente en ti. Él mismo te bendecirá y cumplirá su promesa. Abrazos y muchas bendiciones.

Valerio_Mejia_Araujo: