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Silvestre, piso 13 de Brickell

Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO

De nuevo Silvestre a la carga. Hoy no me voy a referir a su personalidad, ni a sus excesos porque creo que ya de eso hablé en una columna anterior y también lo acaba de analizar, con algo de saña, el periodista Alberto Salcedo Ramos en la revista SoHo; quiero remitirme al artista desubicado musicalmente, quien evidencia con la separación de R8, a dos meses de haber lanzado un disco, que la segueta no funcionó. Antes de que saliera su última producción, Silvestre sorprendió asegurando que era el abanderado para rescatar al vallenato auténtico porque ahora se estaba grabando vallenato de icopor. Luego de esas declaraciones pensé que Dangond estaba hablando en serio y, como máximo representante del vallenato en las masas, podría hacer algo por la crisis que atraviesa nuestro folclor, pero cuando escuche la 9ª Batalla, me di cuenta que está perdido y que esa fama de gran músico, no es tal. Silvestre es un cantante con un inmenso carisma, una buena voz, que se desenvuelve muy bien en tarima, reúne multitudes y tiene ese brillo que a muchos artistas les falta, habilidades que opaca con su arrogancia, falta de seriedad y la seguridad de que todo lo sabe, además no tiene oído para escoger canciones, un cantante que graba La siquitrilla o Loco paranoico, no la tiene clara en vallenato, es por eso que después de El original no ha podido levantar cabeza. ¿Serán lecciones de Dios? Lo más grave es que no sabe qué quiere con su carrera y, para colmo, discrimina al acordeonero en tarima, lo que ocasionó el sonado rompimiento. Todavía recuerdo el último lanzamiento: paracaidistas, un río de gente con camisetas rojas, algunos periodistas payoleros de farándula lanzando sirenas porque era el mejor trabajo que se había hecho en la historia, cuando en realidad fue un disco bastante regular, tirando a malo y del que se rescatan pocas canciones: En el motel, La cosa sabrosa y Mi mundo de cartón, y pare de contar; Wilfran Castillo y Omar Geles, la repetición de la repetidera; los tres temas de Rolando Ochoa, opacos y como acordeonero decepcionó rotundamente.  

Pero ¿qué es lo que quiere Silvestre? parece ser que el piso 13 de Brickell, donde vive, en una zona exclusiva frente a la bahía de Miami, lo ha hecho variar y quiere hacer vallenato fusión, siguiendo los pasos de Carlos Vives, guiado por su asesor Sergio George, el mismo que le hizo teñir el pelo de rubio para verse mas gringo y lo tiene dando arriesgados pasos, hacia un contexto más internacional que se asemeje a la bachata; no sé que tanto le funcione, porque al público a veces le cuesta adaptarse a cambios tan drásticos, y más al Silvestrismo, que es muy básico y primario. Si quiere ser más internacional, lo primero que tiene que obviar son los saludos, como el de Emilio Tapia, el corrupto de los corruptos, y pasar de conjunto a banda, incluyendo más instrumentos y otros ritmos, algo que atenta contra el vallenato, que le ha dado todo y al que supuestamente quería defender. Tiene que dejar de lado su falta de colegaje y el delirio de persecución que no lo deja ser libre,  porque si va a llegar a un medio civilizado a pelear y con el cuento de la oposición, rapidito le van a partir los pistones. Todo lo que hace el piso 13 de Brickell. 

 

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