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Ciudadanía sudamericana

Imelda Daza Cotes

La globalización económica y con ella la migración internacional han desafiado la relación entre ciudadanía y territorio. El gran capital viaja a velocidades vertiginosas de un lado a otro del planeta sin identidad alguna. También las mercancías circulan velozmente; del sitio de fabricación al de consumo puede haber enormes distancias. Por eso los algodoneros o los paperos de EEUU o de Europa pueden competir y arruinar a los productores colombianos. Sin embargo, las personas que fabrican los productos no tienen esa libertad para moverse y menos para establecerse en uno u otro país; los limitan el territorio y la ciudadanía. Pero la presión de los flujos migratorios, cada vez mayores, y la exigencia de justicia global  condujeron a la ciudadanía múltiple (doble y hasta triple) y propiciaron el comienzo de un debate  acerca de la ciudadanía universal en armonía con la universalidad de los derechos humanos. Las visas y los permisos previos son cada día menos aceptados y los límites entre países comienzan a verse como simples accidentes geográficos. Esto es una realidad entre los países miembros de la Unión Europea.

En este contexto, Ecuador ha propuesto que UNASUR como espacio regional adopte la ciudadanía sudamericana, similar a la ciudadanía europea. Se trataría de ampliar el acuerdo de residencia válido ya en MERCOSUR a los países de UNASUR y acordar formalmente la protección diplomática-consular para los ciudadanos en el país donde se encuentren; también se garantizaría la libre movilidad de las personas y el ejercicio de sus derechos aún fuera del país de origen. La condición de extranjero y de ilegal desaparecería en esta región del mundo para los sudamericanos. Nos acercaríamos así a un mundo más humanizado, se ampliaría la comunidad política, las transferencias de todo tipo se facilitarían y se reducirían las tensiones generadas por los flujos de personas. Es desde todo punto de vista una iniciativa más que loable.

Es factible también que en un espacio más integrado se superen en Sudamérica los prejuicios entre países, y es posible que en Colombia se moderen ciertos malsanos regionalismos promotores de discordias y desacuerdos sin sentido. Costeños y andinos, llaneros y selváticos dejarían atrás los provincianismos y entenderían que a los ciudadanos del común se les impone la unidad para enfrentar los problemas y oponer a una dirigencia elitista, odiosamente clasista, corrupta y discriminadora que actúa como bloque, sin importarle la procedencia regional de sus miembros; para ellos sólo cuenta la defensa de sus particulares y mezquinos intereses. El actual paro nacional agrario y popular así lo ha demostrado. La unidad popular es decisiva. 

 

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