Hace muchos años, quizás más de 30, tuve la satisfacción de atender al fogoso, buen parlamentario e importante líder del partido Conservador Roberto Gerlein, que no sé a qué vino y Don Manuel Germán me lo endonó para que le mostrara la ciudad. Salimos en mi camioneta y a medida que avanzábamos él se sorprendía de los corpulentos y frondosos árboles que adornaban las calles y avenidas, pero también de lo ancho y recto de ellas y además, fue lo que más le gustó, de lo limpio que se mostraban y me dijo: José Manuel, qué maravilla, ojalá logren mantener esos árboles, ellos se ponen viejos y se enferman y hay que atenderlos como si fueran unas personas y en cuanto al aseo y la limpieza también, pues observo que no hay tantos restaurantes, ni edificios o centros comerciales que se encargan de producir mucha basura que botan y derraman en las calles; estoy fascinado, tienen una ciudad muy bonita y en pleno desarrollo.
Tenía razón el doctor Gerlein, gozábamos del privilegio de ser la ciudad más arborizada del país y la más aseada, pero fue profético, los árboles, especialmente los cauchos de la Simón Bolívar se mueren de viejos y de falta de atención, lo mismo los algarrobillos de la 44, nuestros emblemáticos mangos de todas partes están llenos de comején y pajaritos, las Rosas Habanas de la Novena desaparecieron y así en todas partes reina el machete, la tijera y hasta las motosierras y en pleno verano y con fenómeno de El Niño a bordo destruyen la arborización con sus podas a veces y masacres la mayoría produciendo enorme cantidad de basura que botan en cualquier parte y las autoridades ni siquiera producen un decreto fijando sanciones o fijan avisos en los lugares preferidos para botar la basura y cuanto chéchere hay que digan “prohibido botar basura” con el monto de la respectiva sanción.
Hoy la ciudad está convertida en un basurero público y en una escombrera: basura de todas las clases por todas partes, especialmente en los bulevares y escombros a diestra y siniestra, pues los restaurantes botan la basura en bolsas muy delgadas, que los perros, por cientos en la calle y los indigentes y drogadictos que no sabemos de dónde salen tantos, hurgan en busca de sobras alimenticias y si uno les dice algo ponen el grito en el cielo porque se les está persiguiendo y lo mismo pasa con los que se creen los dueños de los árboles que tienen al frente o en lo bulevares, a quienes si se les llama la atención se quieren comer a uno sin contemplaciones y acaban con la amistad de muchos años, pero yo soy terco y por el bienestar de la ciudad, sigo con mi cantaleta aunque me quede sin amigos y de pronto hasta sin algunos familiares.
Felicitaciones, Alianza, están demostrando que tienen mucho coraje y calidad y con su gran desempeño no queda otro camino que ir a verlos al Armando Maestre y pedirle a la afición e hinchas que los acompañen siempre en todos los partidos. Les deseo muchos triunfos en el futuro.
José M. Aponte M.