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“Serpa vendía leche y compartía con nosotros los pelaos”: Simón Martínez

Simón Martínez Ubárnez. FOTO/CORTESÍA.

El profesor Simón Martínez recuerda la estadía del joven Horacio Serpa en  Rincón Hondo. Habla de la educación, suelta cosas de la UPC y de su experiencia en Diálogos Improbables del Cesar

Profesor Simón, ¿cómo recibe la muerte de Horacio Serpa, lo conociste en su juventud en Chiriguaná?

Recibo la muerte de Horacio Serpa con mucha tristeza por la cercanía personal que tuvo con miembros de mi familia. Por la cercanía que él en su juventud y época de estudios universitarios tuvo con mi pueblo Rincón Hondo, en donde  pasaba temporadas como parte de sus vacaciones de sus estudios en Barranquilla, ya que un hermano de su mamá, llamado Gilberto Uribe, vivía en mi pueblo, en donde tenía una posición económica acomodada, con ganadería y una finca vecina a la de mi padre. Serpa, de regreso a Barrancabermeja, pernoctaba en Rincón Hondo y colaboraba con las actividades propias del negocio de su tío, entre ellas vendía leche a personas del pueblo que llegaban a comprarla al menudeo.

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¿Cómo eran esas épocas a diferencia de los tiempos de los jóvenes de ahora. Eso te ha servido para orientar mejor la educación, campo en el que tienes una gran trayectoria?

Nuestros tiempos fueron muy diferentes. Mis padres con el objeto de que pudiéramos estudiar la primaria completa, debieron sacarnos a la cabecera y para estudiar bachillerato a Cartagena. En el centro del Cesar se graduaron los primeros bachilleres en 1974. Antes no había cómo.

Serpa, por las condiciones familiares, debió estudiar en Barranquilla, cuando la facultad de derecho más conocida estaba en Bogotá. A él se le abrieron las puertas en Barranquilla, en la universidad pública, la del Atlántico; en un momento en el que las comunicaciones del país eran precarias y la navegación del Magdalena había decaído, por eso debía subir a Bucaramanga, de ahí seguía a Rincón Hondo, Valledupar, Ciénaga y Barranquilla y el regreso era a la inversa en el mismo recorrido. No había la variante de San Roque a Bosconia que se volvió después troncal principal hacia los puertos.

Pero a pesar de las dificultades, el interés, la mística, el empeño y el espíritu  de sacrificio, hacían que la educación fuera más eficaz, integral y proyectada hacia la vida. Era una educación más consistente y formaba primero personas, seres humanos antes que profesionales. 

¿Cómo es tu visión de la educación superior en el Cesar y en la región, qué habría qué hacer?

La educación cesarense ha decaído en mística, calidad, pertinencia, vocación de los maestros y en resultados eficaces. El instrumentalismo en el cual hemos incurrido, en donde interesan más los procesos que los resultados o los formalismos están por encima de los logros y lo cuantitativo está  por encima de lo cualitativo; en donde un docente gasta más tiempo llenando formatos y formando fichas que atendiendo a sus estudiantes, es imposible forjar verdaderos ciudadanos que es el propósito e ideal de todo sistema educativo. Se necesitan cambios sustanciales, políticos y culturales.

Hay que dignificar el magisterio, profesionalizarlo, reivindicarlo salarialmente, descargar el currículo de tanta asignatura cuyo objeto no se tiene claro y dotar las instituciones; que sea prioritario enseñar a ser, más que enseñar a tener o figurar. Que la calidad y el cambio educativo sean política de Estado con sentido prioritario por encima de cualquier otro frente. Que la transformación educativa sea un propósito nacional y un ideal de la nación. 

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¿Cómo hacer en ese campo y en los otros como el cultural, que te es tan propio, una mayor integración de las subregiones del departamento?

La integración del Cesar con sentido de unidad en medio de su diversidad tiene que empezar por una política pública que transforme sociedad y una educación que nos enseñe a conocer lo que somos. Nuestra riqueza diversa, nuestra densa historia y nuestra pluriculturalidad y multiétnicidad; también, a reconocernos y respetarnos en medio de nuestras diferencias y a crecer como pueblo, fortaleciendo lo mejor de cada manifestación de nuestra diversidad, entendiendo que esa diversidad es lo que nos hace únicos y debe ser valorada como parte del proyecto de sociedad que deseamos construir 

Volviendo a Serpa, que quizá fue el último gran orador de plaza pública con arraigo popular, la Universidad Popular del Cesar nos suele dar sorpresas de la elocuencia y razonamiento de sus jóvenes en importantes certámenes y concursos, grupos que sueles impulsar, ¿qué hay de nuevo es ese aspecto?

Hace 11 meses nuestros jóvenes ganaron ‘El Gran Debate El Poder de las ideas’ en Medellín. El viernes pasado un joven de este mismo equipo, integrante de la ‘Sociedad del Debate, Carlos Gaviria’ y del grupo de investigación ‘Cátedra Carrillo’, ha logrado el tercer lugar en el concurso nacional de oratoria política y jurídica de jóvenes universitarios.

Esto es gratificante en medio de tanta noticia amarga que ocurre en el campo de la academia en el Cesar y el desencanto de los jóvenes universitarios por actividades complementarias,  de relleno, como muchos les llaman, que contribuyen a su formación integral. El triunfo de Jonathan Rojas Olivella en este proceso me genera la profunda satisfacción de estar contribuyendo a forjar una generación nueva y distinta a la que se ha venido formando hasta ahora.

¡Que bueno! ¿Cómo en una universidad con tantos problemas y cuestionamientos sobre su manejo se pueden desarrollar estos jóvenes?

Lo que venimos haciendo con estos grupos, a pesar y a veces nadando contra la corriente de las directivas, porque no pertenecemos a una camarilla interna, es satisfactorio en materia de logros. Siempre actuando con el pensamiento de que los directivos pasan, y los estudiantes se van, pero llevarán el sello de la Universidad que los forjó y esto permanece por siempre.

Lastimosamente la universidad está politizada en el peor sentido de la palabra, pues el manejo sectario que se le viene dando pone al margen lo académico para dar prioridad al favoritismo partidista, al tráfico de influencias y al clientelismo.

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Perdiendo de vista de que la Universidad es la gran empresa del conocimiento y la empresa cultural más importante de la sociedad, a la cual hay que tratar con respeto por parte de los sectores externos que desconocen su razón de ser. La Universidad está infectada y contaminada por la mala política, soy consciente de que lo que acabo de afirmar puede ser un boomerang que se podría devolver en mi contra, pero como en la obra de Nietzsche, yo estoy “más allá del bien y del mal…

Has estado participando de los Diálogos Improbables del Cesar, ¿cuál ha sido tu participación y experiencia en ellos?

De los diálogos improbables tengo que decir que, como en muchas empresas de su naturaleza, a veces es más lo que se aprende que lo que se hace. Y Diálogos, para mí, ha sido una gran escuela de aprendizajes en donde el diálogo de saberes, la escucha, el reconocimiento y respeto del otro diferente, la pérdida del miedo a discutir de los asuntos en los cuales no estamos de acuerdo, son algunas de las lecciones aprendidas o fortalecidas.

Todos hemos aprendido de todos y mi vida se ha enriquecido, reforzando saberes y aclarando tesis, entendiendo que el otro, el diferente, no tiene que desaparecer para que yo sobreviva; que solo se negocia con opuestos y opositores porque con los que se está de acuerdo no hay nada que acordar.

Que debemos insistir en la necesidad de dialogar y llegar a acuerdos y que como me dijo el filósofo español Manuel Atienza hace dos años: Tenemos que mantener  la tradición del diálogo y de la discusión, discutir sin pelear, discutir sin hacerse enemigos, discutir sin dejar de ser amigos y más bien discutir para ganar nuevos amigos…

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