El 11 de noviembre de 1970, el río Magdalena protagonizó una de las mayores tragedias naturales del departamento del Cesar. Cuando despertaban para iniciar una nueva jornada laboral, los habitantes de los municipios de La Gloria y Tamalameque fueron sorprendidos por fuertes corrientes de agua que inundaron sus calles y casas.
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Ubicados al sur del departamento, el invierno de ese año desvió el cauce del río e inundó a ambos municipios cobrando la vida de decenas de personas y arrasando con las cosechas y animales de cría. En ese momento, el diario EL TIEMPO reportó que las autoridades habían identificado a 40 muertos y más de 500 personas estaban desaparecidas. “Poblaciones enteras quedaron bajo las aguas, lo mismo que humildes viviendas campesinas, cultivos y semovientes. Según las autoridades, a 200 podría llegar la cifra de muertos”, reportaba el principal diario nacional en sus páginas impresas.
Virginia Cruz, habitante del municipio de La Gloria, relata cómo vivieron esa inundación, cuando apenas era adolescente. “Fue una inundación tenaz. Toda la cabecera de La Gloria se hundió, y Marquetalia y todos los corregimientos cercanos. Andábamos en canoas, entrabamos a las casas en canoas. Estuvimos así desde noviembre hasta los primeros días de diciembre”, recordó.
En ese momento ninguno de los municipios del Cesar ribereños al río Magdalena contaba con muros de contención que evitaran inundaciones en época de invierno. Rodolfo Cáliz, exalcalde de Tamalameque, señala que fue hasta mediados de la década de los 80 cuando el gobierno departamental decidió construir los muros.
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“Entre los años de 1986 y 1987 la gobernadora María Inés Castro decidió levantar muros en los municipios ribereños. A cada alcalde se le dieron recursos para levantar muros a la orilla del río, que muchos aún están vigentes. Antes de esos muros todo invierno ocasionaba crisis y destrozos, las aguas inundaban las calles, arrasaban a los animales”, señala Rodolfo Cáliz.
Alusión similar realiza Néstor Robles, habitante de Tamalameque. “Tenía unos 18 años cuando sucedió la creciente. Hay recuerdos que se olvidan después de tanto tiempo, pero no olvido el daño que causó y cómo dejó a muchas personas en la miseria, acabó con los cultivos, con los animales, casas se fueron a pique. Acabó con todo, hubo incluso pérdidas humanas, pero no se supo exactamente cuántas. Como se perdió todo, con lo único que se pudo sobrevivir fue con la pesca”, señala Robles.
Según cuentan habitantes, ante la destrucción de decenas de casas, se donaron terrenos y crearon barrios nuevos para quienes lo perdieron todo. “Recuerdo que luego de esa inundación se crearon nuevos barrios. El barrio donde vivo, Primero de Diciembre, fue creado después del desastre, se les donaron casas a las familias afectadas. El otro barrio que se creó fue El Cerezal. Eso fue con la ayuda del gobernador José Antonio Murgas”, señaló Edgar Peñaloza.
Para la época de la tragedia, José Antonio Murgas Aponte era el gobernador del departamento del Cesar, que solo tenía 3 años de historia. El también exministro de Trabajo y excongresista fue uno de los que ayudó en la construcción de las casas de los municipios de Tamalameque y La Gloria.
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A sus 90 años, Murgas rememora que una comisión se trasladó hasta las municipios para calcular los daños provocados por la inundación. “En ese tiempo las vías estaban destapadas, era difícil trasladarse. Fue una inundación violenta. Estos son pueblos pegados a la orilla del río. Debimos trasladarnos hasta allá. El río Magdalena obligó a muchas personas a irse de dónde vivían. Luego, con el tiempo, pudieron regresar esas familias”, señala José Antonio Murgas.
La última inundación de gran magnitud en el departamento del Cesar se registró en la ola invernal del 2011, cuando el río Magdalena superó las barreras creadas e inundó los puertos y barrios aledaños de los municipios de La Gloria y Tamalameque.
Por Deivis Caro/EL PILÓN.
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