El régimen de Maduro pende de un hilo. La oposición y los Estados Unidos han tenido negociaciones con jefes militares de la Fuerza Armada venezolana, oficiales del Sebin, miembros del Tribunal Supremo, y algunos de los más altos dirigentes políticos del régimen chavista. Se le ha ofrecido a la cúpula militar y política chavista la posibilidad de que se asile, mantenga al menos parte de su fortuna y no se le persiga internacionalmente. Un gobierno provisional adelantaría, en pocos meses, unas elecciones libres y competidas.
Ese movimiento iba a ocurrir a partir del jueves 2 de mayo. Pero Juan Guaidó y Leopoldo López hicieron un conjunto de apariciones y anuncios en la madrugada del martes 30. La jugada fue prematura porque para entonces las negociaciones seguían en marcha y los acuerdos no estaban cerrados. Sorprendió a las partes y, de momento, la operación fracasó.
Pero el juego sigue abierto y las jugadas son más agresivas. Estados Unidos entiende que si Maduro no se ha ido es porque Rusia y Cuba le han alentado a quedarse. Por eso el secretario de Estado Mike Pompeo anunció que hablará directamente con Lavrov, su colega ruso, y se anunciaron medidas más fuertes contra Cuba, al que ya le pidieron directa y expresamente que retirara todas sus unidades militares y de inteligencia de Venezuela. El gobierno Trump parece dispuesto a apretar económicamente a la isla, hasta la asfixia, si se mantiene en su posición. EEUU también ha anunciado sanciones a Rosneft, la petrolera rusa, por continuar comprando petróleo venezolano.
Al mismo tiempo, aunque con obvia mayor discreción, las agencias de inteligencia y los militares norteamericanos están planeando las diferentes opciones militares contra la cúpula chavista si, por las razones que fueran, la salida pacífica se viera frustrada. En este momento, las distintas opciones siguen abiertas y los Estados Unidos siguen buscando un acuerdo con la cúpula chavista. Pero parece estar llegándose a un punto de no retorno. Si no es por las buenas, la transición sería por las malas.
No tengo duda de que una operación militar contra el régimen chavista es el peor escenario para Colombia, aunque sea realizada con la precisión del mejor cirujano. Existe los riesgos de una respuesta venezolana contra objetivos en nuestro país y de un escalamiento de la confrontación. Una guerra civil en Venezuela sería una tragedia.
Pero parece claro que el gobierno de Trump está jugado a la caída del régimen chavista. O Maduro y compañía, que ya no tienen el respaldo inequívoco de los militares venezolanos, aceptan el trato con los gringos o consiguen muy rápido un acuerdo alternativo con la oposición para unas elecciones libres. Es eso o, me temo, una solución sangrienta.