Con acordeón en pecho, Richard Daza Flores, un joven estadounidense, estudiante de tercer año de Medicina en la Universidad de Illinois (Chicago), viajó a Valledupar para demostrar sus aptitudes para interpretar el instrumento, en medio de la categoría de acordeoneros profesionales del Festival de la Leyenda Vallenata.
Confiado en sus capacidades, que cultiva desde hace ocho años, Daza Flores llegó a la ‘capital mundial del vallenato’ para ratificar que la música vallenata no tiene fronteras y llega a públicos de todas partes del mundo.
El acercamiento hacia este género se dio escuchando las canciones clásicas del Binomio de Oro, Diomedes Díaz, Iván Villazón y los Hermanos Zuleta, que sonaba su papá en casa.
“Todo el tiempo mi papá ha vivido enamorado del vallenato, tenía un grupo con ‘Juancho’ Gutiérrez, su compadre, yo iba a veces a los ensayos y las parrandas, y ahí me empezó a interesar tocar el acordeón”, contó.
Este joven, hijo de un bogotano y una mexicana que residen en el país del norte, hace más de 26 años, ya había tenido la oportunidad de presentarse en dos festivales de música vallenata; en el Cuna de Acordeones en Villanueva (La Guajira), y en el de Turbo (Antioquia). En el primero, participó por motivación del rey vallenato 1991, Julián Rojas, quien afianzó su estilo interpretativo, y en el segundo logró ‘medirse’ con otros digitadores de renombre.
“Cada vez ensayaba más, me asombraba la capacidad de Richard para aprenderse las canciones, porque no demoraba nada para aprender a interpretarlas; yo le decía que si no aprendía una, no le enseñaba la otra, pero terminaba siempre aprendiendo rápido”, contó Juan Gutiérrez, uno de los maestros del ‘gringo’.
Volvió a Colombia hace dos meses, cuando decidió participar en el Festival de la Leyenda Vallenata. Su estilo ha sido elogiado por otros reyes vallenatos como el rey vallenato Alberto Jamaica, pero para él lo más importante ha sido el apoyo que ha sentido del público presente en la plaza Alfonso López, que le han dado el mejor de los regalos para un músico: los aplausos y el reconocimiento.
Por Jennifer Del Río Coronell
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