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Recordando a un guardián de la cultura

El pasado viernes, 5 de octubre se cumplieron dos años de la despedida terrenal de Carlos Guevara Támara, conocido como el guardián de la cultura porque entre los años 1982 y 1986 manejaba el bibliobús del I.C.T.C. (Instituto de cultura y turismo del Cesar) y de manera eficiente cumplía sus funciones pedagógicas por los pueblos del Cesar.

La misión de Carlos Guevara era despertar en los niños y jóvenes el interés por la lectura, acercarlos a la fascinación de la poesía, la narración y la tradición oral. Rescatar los juegos y las rondas infantiles. Nunca viajaba solo, siempre iban en el bibliobús o en otro carro instructores de teatro, danza, pintura y de creación literaria. Fueron épocas inolvidables de creación, promoción y difusión cultural, que durante las administraciones de Simón Martínez, Fanny Dangond y Pedro Olivella se desarrollaron en el extinto I.C.T.C.

Por falta de presupuesto para su mantenimiento (excusa frecuente de la inoperancia administrativa) el bibliobús dejó de cumplir su misión de biblioteca viajera. Pero Carlos Guevara, hombre de corazón lúdico y con alma de niño, continúa su labor de promotor cultural y organiza festivales de pintura, cuento, rondas infantiles, trompo y cometas. Su condición de estudioso del folclor musical, de la gastronomía, la tradición oral y los juegos infantiles, le permiten asesorar tesis de grado de docentes de preescolar y básica primaria.

¿De dónde vino Carlos Guevara Támara? Este “peregrino del bosque”, como un día lo llamó el poeta Luis Mizar; nació en Sincelejo, en el hogar de Pedro Guevara y Ana Cristina Támara. Fue siempre inseparable a sus orígenes y a su tierra. Era el quinto entre siete hermanos. Por sus limitaciones económicas no pudo terminar sus estudios de bachillerato. Con un vecino aprende el oficio de radio técnico. Desde muy joven ingresa a la Defensa Civil donde empieza su labor social; y hace parte de la Liga de fútbol del municipio. Formaliza hogar con Carmen Gómez (no la fonsequera a quien el maestro Rafael Escalona le compuso una canción), tuvo cuatro hijos, entre ellos el pintor Edgar Guevara Gómez.

A finales de 1970, Carlos viaja a Maicao y trabaja como radio técnico, y allí conoce a Maria “Mayo” Armenta Deluque, modista vallenata, y establece su nuevo hogar. En 1978 se vienen para Valledupar, viven en el barrio “La Guajira”, ambos ejercen sus oficios, y ponen un aviso en la pared: “Tecni-Carlos y Mayo-moda”. Aquí nacen las hijas: Doris, trabajadora social, y Claudia, enfermera superior. Los vecinos de barrio lo recuerdan por su labor social y pedagógica en apoyar a los niños y jóvenes en prácticas deportivas, en la lectura y en los juegos de rondas, trompos y cometas. El profesor y pintor Germán Piedrahita, lo definía como “un lienzo blanco teñido por las vueltas de un trompo de girasol.

Su nieto, de trece años, Carlos Aguilar Guevara, dijo en su despedida (5 de octubre de 2016): “Dios nos prepara la habitación mientras nosotros estamos en la tierra; cuando Dios acaba la habitación nos llama para entrar en su Reino”.

Por José Atuesta Mindiola

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