Luego de que la dinámica política comenzara a estructurar campañas con miras a disputar la Gobernación del Cesar, algunos dirigentes han expresado el pánico a enfrentar la casta política, que por los últimos ininterrumpidos once años han dirigido los destinos de nuestro departamento.
Dicen que es casi imposible un triunfo alternativo, por cuanto la casa de gobierno tiene a casi todos los congresistas alineados como puntas de lanza para mantener el conveniente statu quo político, los mismos que incluso sin votar las reformas del gobierno, reciben o mantienen las dádivas del clientelismo que ilusionados salimos a combatir en las calles y que teóricamente derrotamos en las urnas el 19 de junio con el triunfo de Gustavo Petro.
Igual hablan del poderío económico, incluso hacen los non sanctos cálculos financieros de los últimos contratos firmados, lastimosamente uno muy jugoso de vías rurales, ejecutado en convenio con el mismo Gobierno nacional que con esfuerzo llevamos al poder y que hoy fortalece a quienes usaron todas las herramientas disponibles, para frustrar la ilusión progresista de llevar a la Presidencia de la República a un hombre de extracción popular. Según dicen, ahí está el dinero de la suntuosa campaña.
Obedeciendo este relato descalifican válidas aspiraciones y adornan de pesimistas cábalas los pronósticos del próximo octubre. Pero afortunadamente una cosa es lo que los cobardes ajedrecistas pronostican y otra muy diferente el generalizado descontento que se percibe en las calles.
Insatisfacción construida en cada decisión administrativa que poco o nada resuelve los problemas de una colectividad, dueña en el papel de las compensaciones producto de la explotación de sus recursos naturales, pero que según el reciente informe del Centro de Estudios Socioeconómicos y Regionales–Cesore, el 5,8% de sus niños padecen desnutrición, el 56% padece pobreza monetaria, el 14% son analfabetos, el 17% están desempleados y otras tristes cifras que solo demuestran el aprovechamiento ilegal de nuestros recursos.
Ante esta realidad, la reacción al estratégico miedo infundido no puede ser quedarnos en nuestras casas, viendo consolidar fortunas a expensas de la pobreza de los cesarenses, todo lo contrario, el miedo lo debemos conjurar con un decidido trabajo de base social, propuestas serias y realizables, pero, ante todo, echando mano de la inquebrantable decisión política, de impedir la perpetuidad del insaciable régimen que es totalmente contrario a nuestros intereses colectivos.
La ideología del miedo es una vieja estrategia que se ha venido utilizando, para mantener en el poder la ilegitimidad de gobernantes, quienes por sus equivocadas acciones pierden gobernabilidad. Llegó el momento de quebrar esa acomodada maniobra, derrotando las falsas aspiraciones que aparecen dizque para salvarnos de nuestros temores.
Dijo Eduardo Galeano: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida… Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo a morir, miedo a vivir”. Como te digo siempre, atrévete. ¿Quién dijo miedo? Fuerte abrazo. amaraujo3@hotmail.com
@antoniomariaA