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Profeta del apocalipsis


Por Jarol Ferreira Acosta

Un LSD diluido en el café con leche del desayuno para surfear historias provenientes  del núcleo de la alucinación, alguien que golpeó el teclado de su máquina de escribir hasta hacerla llorar sangre, alguien que representa una bala dispuesta en el tambor de un revolver para defendernos de los billetes que se muestran como única alternativa de vida en nuestro tiempo. Vivió y dejó obra. Mucho más de lo que hace la mayoría, solo comprometida con la procreación, el consumismo, la apariencia, la opulencia, el poder, la ostentación y la salvación de sus almas insípidas. Su sociedad es nuestra sociedad, una sin criterio, adoctrinada en la hipocresía católica, cuyo objetivo fundamental es ser vista como exitosa en sus patéticos negocios; una sociedad sin vocación, fabricada a partir de un imaginario proveniente de afuera que se reproduce al punto de dejar al margen cualquier manifestación de existencia real, subyugando con valores folclóricos tradicionalistas, elevados a la categoría de identidad nacional, a quienes no pueden evitar ser doblegados por su influjo maligno.

Un poeta maldito en un país maldito. Un niño genio habitando una casa en desorden pero llena de normas, disputada por adultos seudoanárquicos que juegan por inercia un pasatiempo existencial que nadie entiende pero al que todos temen, Andrés fue un vampiro volando a través de un cielo tropical en el invierno de sus días, una explosión mucho más fuerte que la de todo el Boom latinoamericano y el nadaismo colombiano que lo precedieron, y a los que devoró sin saña pero sin excepciones en un acto de canibalismo, como un zombi devora los cerebros de las víctimas de las que se alimenta. 

Andrés Caicedo sintetiza la conmoción, el desprecio y la desesperación que pueden inspirar en una mente joven esta barata imitación de vida que pretende engañarnosal ofrecernos una felicidad que oscila entre los idealesdel Siglo de Oro español, el american dream, el american highway of life y la tierra prometida. Caicedo, un rockero arrebatado por la salsa, es posiblemente uno de los intelectuales más desenfrenados e importantes de la actualidad. Cinéfilo, cineasta, pensaba que era decadente vivir más de veinticinco años, y se suicidó a esa edad, después de terminar con su novia y recibir la publicación de su novela “¡Que viva la música!. De inmediato y sin proponérselo,se convirtió en uno más de los profetas de nuestro apocalipsis, un personaje de culto que cada día logra conmovernos más con su sensibilidad extravagante, al permitir encontrarnos tiernamente con el lado oscuro que cohabita en nuestros corazones. 

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