X

Principios de vida

                                              

Por Rodrigo López Barros

 rodrigolopezbarros@hotmail.com

 

Me contraigo a los principios psicológicos de que trata en su vasta obra científica, Viktor Frankl, contextualizando su propio parecer con el de los psiquiatras Sigmund Freud, Alfredo Adler y Oskar Pfister.

Como se sabe, el famoso vienés es el científico que padeció en su propio cuerpo y espíritu las atrocidades del nefasto régimen político hitleriano, habiendo sido prisionero de éste en algunos de sus infernales campos de concentración, particularmente en el de Austchwitz.

De aquéllas atrocidades inhumanas pudo sobrevivir, trascendiéndose así mismo, ejercitando la mente y el espíritu en la búsqueda del sentido de la vida, y ayudando de igual manera a muchos de sus desgraciados compañeros de infortunio.

Sintetizando, para Freud el hombre sólo se interesa por buscar y encontrar el placer sensible, “principio de placer”,  y que el “principio de realidad”, sólo sirve para morigerar o equilibrar la ansiada búsqueda, nada más que de placer.

Un enfoque tal del hombre, descuida, según Frankl, una característica fundamental de la realidad humana, la de la auto-trascendencia. El ser humano se relaciona y se centra siempre en algo diferente de sí mismo. Más que una condición interna, el placer, el hombre se orienta hacía el mundo que está allí fuera, da sentido a las cosas, y se interesa por otros seres humanos. Se dona, al servicio de una causa que está más allá de él, o amando a una persona diferente de sí. De esta forma, concluye Frankl, la auto-trascendencia es la esencia de la existencia humana.

En cambio, el psiquiatra Alfredo Adler, pone de lado la auto-trascendencia, observa que el hombre como ser debe superar una cierta condición interna, que según él es un sentimiento de inferioridad, del cual intenta deshacerse, desarrollando el ansia por la superioridad, y ya nos encontramos en los mismos umbrales de la filosofía de Nietzsche.

A grandes rasgos, de la mano de Frankl, hemos repasado, el “principio de placer”, y el “principio de realidad” de Freud, la teoría de “superioridad”, de Adler, convirtiéndose ésta en la principal representante de la llamada “psicología profunda”. Pero, ¿qué decir de la “psicología de altura”?, se pregunta Frankl, que toma en consideración las llamadas “altas aspiraciones” de la psique humana, que pone de presente, en el hombre, no sólo el placer y el poder, también una búsqueda de sentido.

Fue Oskar Pfister apenas comenzado el siglo XX quien orientó en esta dirección, puntualizando que era más importante que los principios psicológicos de Freud y de Adler, reconocer la altura espiritual de nuestra naturaleza, al menos tan poderosa como su profundidad instintiva.

De esta manera, la “psicología de altura”, no niega la realidad de tales principios, sino que los complementa como suplemento necesario, centrando al hombre en el deseo de dar un sentido a su vida. Frankl, llama a esta necesidad, la más humana entre todas ellas, el deseo de significado.

Reconoce, de esto hace más de 60 años, pero es igualmente actual ahora, que cada vez hay más gente obsesionada por un sentimiento de falta de sentido, que se traduce en un fuerte sentimiento de vacío, que llama vacío existencial.

Claro es que si en aquel tiempo llovía en el nuestro no escampa, y ha arreciado con toda furia, pues tal vacío existencial está siendo llenado con el consumismo de cosas no siempre necesarias, con costumbres y usos sociales degradados y degradantes; una verdadera neurosis socio-génica.

La civilización del bienestar material presente, desbordada precisamente por los principios de placer y poder, no pueden satisfacer todas las necesidades humanas, sobre todo, las de “altas aspiraciones”, no pudiendo dar un verdadero sentido elevado a la vida.

Ahora la situación se ve agravada con el desarrollismo urbano que desarraiga a las gentes de sus provincias natales, de sus regiones y tradiciones propias, disgregando las familias, siendo la juventud la más afectada por el fenómeno, que produce variopintas de delincuencias, volatizando el significado de la vida, que sólo se pretende parar, sesgadamente, con promulgación de leyes humanas.

Además se requiere vivir y transmitir los valores fundamentales de la ética privada y pública, pues de ello depende el destino del ser humano y el futuro de la civilización que tradicionalmente nos hemos dado.

Tengo la convicción que el capitalismo pagano egocéntrico, que descuida la dignidad del hombre, modalidad económica que campea, es el principal agente del fenómeno social antiético que nos abate.

 

 

 

Categories: Columnista
Rodrigo_Lopez_Barros.: